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Tengo compasión de la multitud (2)

Charles Stanley (1821-1890)
Leer (Parte 1)
Tiempo de lectura: 4 min.
Traducción utilizada: NBLA.

Lectura: Marcos 8:1-9


Recuerden que entre ellos hay queridos hijos redimidos de Dios, muy desfallecidos en el camino; hace tiempo que carecen de la comida que da el verdadero sustento. Denles de comer. Un medio que el Señor ha utilizado con gran bendición (sólo Él sabe cuánto) es la distribución de folletos. ¿Tienen algunos de estos panes? Nunca hubo tanta necesidad de preocuparse que no haya veneno en ellos: veneno donde menos se espera. No des a comer a nadie lo que no has comido tú mismo, y que ha demostrado ser el pan de la vida.


Alguien podría decir: Pero te olvidas de la profunda enemistad del corazón humano contra Cristo. Piensa en el amargo odio de los seguidores del falso profeta Mahoma, y en el cruel odio del católico supersticioso, y en la indiferencia del budista. Piensa en la condición del mundo en este momento, y tú debes darles de comer. ¿Cómo se puede hacer esto? ¿Quién puede siquiera atraer su atención?


"Entonces mandó a la multitud que se recostara en el suelo" (v. 6). El que ordenó que este vasto universo fuera, y fue; el que habló, y fue hecho; Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo. Míralo en medio de esa multitud: todos los ojos se volvieron hacia Él; sí, la misma multitud que le había pedido que se alejara de sus contornos en el capítulo cinco. Sí, precioso Jesús, tú tuviste compasión de los hombres que prefirieron a sus cerdos en vez de a ti. Querido lector, ¿has escuchado su voz? ¿Has sido llevado a sentarte en su bendita presencia? Todo el suministro que necesitamos proviene de Él mismo. "Tomando los siete panes, después de dar gracias, los partió y los iba dando a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud" (v. 6).


Los discípulos no dieron nada más que lo que ellos mismos habían recibido. Que siempre sea así con nosotros. Es muy alentador oír que almas de tantas tierras lejanas son llevadas a sentarse a sus pies; a sentarse y descansar en su querida presencia, a probar su tierna compasión, y luego a ser ellas mismas las distribuidoras del pan de vida. Así será en todas partes si hay comunión con Él en su compasión por las almas perdidas. Oh, hermanos míos, ¿dónde habríamos estado si no fuera por Su compasión hacia nosotros? Él tiene misericordia de quien quiere tener misericordia.


"También tenían unos pocos pececillos; y después de bendecirlos, mandó que estos también los sirvieran" (v 7). ¿Tiene usted unos cuantos folletos pequeños que contienen el verdadero evangelio de Dios? ¿Buscarás que Él bendiga su distribución? ¿Puedes obedecerlo con fe? Él te ordena que los pongas delante de los que no tienen nada que comer. Ahora tienes el privilegio de distribuir folletos en japonés, árabe, chino, persa y muchos otros idiomas. ¿Los darás a los que no tienen nada con que alimentar sus pobres almas? Nuestro compasivo Jesús los está utilizando, a pesar de la frialdad de los discípulos, en regiones lejanas, en lugares que quizás nunca visitemos. Oh, ser un instrumento de Aquel que se compadece de la multitud. ¡Oh, bendito Señor, deseo ser más semejante a ti!


Siete panes y unos pocos pececillos parecían muy poco para cuatro mil personas. Si Jesús no hubiese estado allí estos habrían sido totalmente insuficientes. Sin embargo, Él se deleita en utilizar nuestra pequeñez, nuestra debilidad, nuestra insignificancia. Así es como se manifiesta su plenitud y su suficiencia. Quizás los discípulos (y nosotros) pensaron en carros llenos de panes y barcas llenas de peces. Oh, el gran secreto para que los pecadores sean llevados a Él es que Él lo sea todo, y los discípulos nada; pero esto no le conviene al hombre. La necesidad es grande a nuestro alrededor, midámosla por Su infinita plenitud.


"Todos comieron y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas" (v. 8). Bien, querido lector, ¿has comido tú? ¿estás satisfecho? Si es así, entonces no tendrás más hambre. Jesús dijo: "Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed" (Jn. 6:35). Esta es la señal clara y segura de aquel que ha sido llevado a sentarse a Sus pies para recibirlo alimento de parte de Él, el Pan de vida: no tiene más hambre. Conoce la verdad de la palabra: "Pero por obra suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención" (1 Co. 1:30). No tiene más sed. No necesita nada más para estar a la altura de lo más sagrado. Está completo en Cristo, y tiene una paz y un descanso perfectos para siempre.


Si esta es su porción individual y su felicidad, ¿qué harás con tu canasta? ¿No enviarás nada a los que no tienen nada que comer? ¿No tendrás compasión de la multitud? Es un festín maravilloso: siempre queda tanto como cuando empezamos. Si Cristo es suficiente para ti, es suficiente para cada pobre pecador culpable y merecedor del infierno que habita esta tierra. Oh, salir con nuestras canastas y llevar buenas porciones a aquellos para quienes no hay nada preparado. "Los que comieron eran unos 4,000. Jesús los despidió" (v. 9). ¿Le preguntarás al Señor qué hacer y a dónde ir con tu canasta?


¡Oh, bendita revelación de Dios! ¡Revelación del corazón de Dios, del amor de Dios a un mundo perdido y culpable! Sí, Jesús dijo: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14:9). "Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu" (2 Co. 3:18). ¡Que esto sea cierto para cada cristiano que lea estas líneas!


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