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¿Volviendo al sectarismo?

Tiempo de lectura: 13 minutos

Traducción bíblica utilizada: Reina-Valera 1960

(Énfasis y cursivas añadidos por el traductor)


Escrito alrededor de 1948


Con especial énfasis a los cristianos conocidos como 'hermanos'


Al leer varios artículos y comentarios que han sido publicados en algunas revistas acerca del tema de la ‘asamblea local’, uno puede ver cómo los escritores sugieren que la verdad de la Iglesia, que fue recuperada por el Espíritu Santo y por la gracia de Dios durante la primera parte del siglo 19, se ha vuelto a perder. Sin embargo, uno puede notar como los escritores se enfocan solo en los cristianos de su propio y limitado círculo, sin considerar a otros santos de Dios que están asociados entre sí de diferentes maneras. Lamentablemente, tales escritores no se dan cuenta de que simplemente están promoviendo aquello conocido como ‘denominacionalismo’.


¿Qué fue lo que causó tanto revuelo en la cristiandad a partir del año 1828? Se trató de un movimiento que, aunque muy pequeño en sus inicios, se extendió rápida y ampliamente. Hombres muy piadosos, especialmente jóvenes, se comenzaron a inquietar por la condición de las cosas a su alrededor, particularmente en el ámbito religioso. Ellos comenzaron a escudriñar las Escrituras con el solo deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, lo cual fue recompensando abundantemente. Pero, ¿cuál era la preocupación de sus fervorosas almas? ¿La condición de las 'asambleas locales'? Imposible que fuera esto, pues en aquel entonces no existían tales congregaciones, al menos como las describimos en la actualidad. Sus pensamientos eran mucho más amplios. Tan solo basta con leer el título del primer folleto publicado por los hermanos en Dublín para demostrarlo. Se titulaba «La naturaleza y la unidad de la Iglesia de Cristo». Ellos tenían en mente a toda la Iglesia de Dios sobre la tierra, incluyendo sus dolorosas divisiones, tan contrarias a los pensamientos de Dios y tan perjudiciales para la difusión del evangelio. Estos hermanos hicieron un llamado a los cristianos en todo el mundo a que consideraran sus caminos y fueran un poco más como el profeta Daniel, quien se humilló y derramó su corazón delante Dios debido a los siglos de fracaso y desobediencia entre su pueblo (Dn. 9).


En el Nuevo Testamento, la Iglesia se nos presenta de dos formas: como el cuerpo de Cristo y como la casa de Dios. A su vez, cada una de estas formas se nos presenta en dos aspectos: el aspecto eterno y el aspecto temporal.


Aspecto eterno


El cuerpo de Cristo tiene un aspecto eterno y un aspecto temporal. En el primer aspecto, la gracia es lo único que se ve; en cuanto al segundo, destaca claramente la responsabilidad humana. Antes de la fundación del mundo, Dios, en su infinita sabiduría y amor, se propuso poner todo el universo bajo el gobierno del Cristo encarnado, el Hijo de su amor, y con la Iglesia unida a él como su cuerpo (véase Ef. 1:9, 20-23). Tal gracia es sobrecogedora, pues el cuerpo está compuesto de pecadores, algunos de los cuales son descritos horriblemente (véase 1 Co. 6:9-11). Los creyentes de otras dispensaciones, pasadas y futuras, no están incluidos en el cuerpo de Cristo. El cuerpo comenzó su formación cuando Cristo se sentó a la diestra de la Majestad de las alturas y el Espíritu Santo fue enviado a este mundo, y se completará cuando el Señor Jesús descienda del cielo para encontrarnos en el aire (véase 1 Ts. 4:14-17). Los creyentes del Antiguo Testamento y aquellos que les seguirán en el testimonio terrenal tendrán su porción en la ciudad que sus corazones tanto anhelaban (véase He. 11:10), pero Dios, en su soberana sabiduría, ha provisto algo mejor para los creyentes de la época de la gracia (véase He. 11:40).


La posición y el papel del cuerpo de Cristo en los planes eternos de Dios se describen en Efesios 1:22. A pesar de que los hombres trataron a Cristo de la peor manera, echándolo fuera de la viña con desprecio (véase Mt. 21:39), Dios utilizó aquello para lo mejor. Esto no fue un plan secundario ante su rechazo, sino el cumplimiento de un propósito establecido desde antes de la fundación del mundo. "Ese poder obró en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero. Y todo lo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo" (Ef. 1:20-23 NBLA). ¡Qué maravillosa contemplación para la fe! Todo el universo (no solo este pequeño planeta) estará lleno de la gloria de Cristo; su primacía y jefatura serán reconocidas en todo lugar; y su cuerpo estará unido a él, como su plenitud—la expresión de la humanidad redimida en todas sus perfecciones divinas. La responsabilidad del ser humano no tiene nada que ver con esto, es puramente por la gracia de Dios y la obra es divina. Todos los creyentes, desde el día de pentecostés hasta el arrebatamiento, participaran totalmente en este plan. En este aspecto, el cuerpo está en formación, pero ¡cuánto poder y bendición tendría si este consejo de la sabiduría y el amor divino dominara nuestras almas en el presente! Esto influiría en nuestro comportamiento en todas las áreas de la vida.


Aspecto temporal

Sin embargo, ¿no existe algo en la tierra que Dios reconoce como el cuerpo de Cristo, responsable de ser la expresión viva de Cristo y el medio a través del cual él puede obrar para la gloria de Dios y la bendición de los hombres? La respuesta a esta pregunta la encontramos en 1 Corintios 12. Algunos afirman que la Primera Epístola de Pablo a los Corintios aborda exclusivamente el importante aspecto de la iglesia local. Pero esto no es toda la verdad. Es cierto que hay circunstancias tratadas en la epístola que tienen una aplicación especial a la iglesia en Corinto, pero estas circunstancias también han quedado registradas para guiar a los creyentes hasta el fin. Por lo tanto, la epístola no está dirigida únicamente "a la iglesia de Dios que está en Corinto", sino también a "todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro". A menudo, este importante hecho pasa desapercibido. El apóstol le dice a todos los santos, universalmente: "Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". Todo creyente pertenece a esta maravillosa comunión, lo comprenda o no. Si alguno de nosotros sabe más acerca de esta comunión divina que otros, entonces deberíamos gozarnos en transmitir lo que sabemos, pues se trata de un privilegio. A su vez, esto debe tener un profundo efecto en nosotros. Cuando comprendemos la verdad de que Dios solo tiene una comunión para sus santos, entonces el resto de ‘comuniones’ se vuelven detestables para nuestra alma. Esto se debe a que estas son una deshonra para el Señor e imponen barreras entre aquellos que deberían caminar juntos en armonía y amor.


En 1 Corintios 12 vemos cómo el poder de Dios actúa a través de los hombres en la tierra durante la ausencia de Cristo, quien está ahora en los cielos. El Espíritu Santo está presente entre nosotros y actúa por medio del cuerpo de Cristo, el cual es visto como un organismo vivo y activo. Si leemos cuidadosamente este capítulo, percibiremos que allí no se nos presentan propósitos divinos, como en Efesios 1:22; ni que se nos habla únicamente de la asamblea local, ya sea en Corinto o en cualquier otro lugar.


"Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros…" etc. (1 Co. 12:28). ¿A qué iglesia se refiere? Dios nunca ha puesto apóstoles y profetas en una asamblea local (sabemos con claridad que no había apóstoles en Corinto). Los dones han sido dados para todo el cuerpo de Cristo (véase Efesios 4), por lo tanto, sus responsabilidades son universales. Por lo tanto, existe en la tierra algo que Dios reconoce como la Iglesia, y que no se trata exactamente del cuerpo de Cristo como lo vemos en Efesios 1:22, ni alguna asamblea local en un lugar en particular. Todos los creyentes que están sobre la tierra, en un momento dado, comparten el bautismo del Espíritu y conforman el cuerpo de Cristo en términos prácticos. Aquellos que han partido a la presencia del Señor no forman parte del cuerpo en este aspecto funcional. Ya no lloran con los que lloran (véase Ro. 12:15), y no podemos aplicar a ellos las advertencias que se nos hacen acerca de estar descontentos o en nuestras relaciones mutuas. Sin embargo, estas cosas sí se aplican a los creyentes que aún están en la tierra, y todos ellos deben funcionar juntos como miembros unos de los otros (ojos, manos y pies), todos trabajando bienaventuradamente para la gloria de Cristo y para el beneficio espiritual de todo el cuerpo. No se puede dudar de que Dios ha provisto en todo momento suficientes ojos, manos, pies, etc., para llevar a cabo su obra, porque el cuerpo, en el aspecto que ahora estamos considerando, siempre se ve como algo completo. Lamentablemente, la operaciones de la gracia de Dios se han visto obstaculizadas por nuestro pecado y necedad. Debido a la falta de vigilancia, los cristianos se dividieron rápidamente en grupos sectarios, cada grupo ignorando a los demás e incluso, tristemente, siendo hostiles hacia ellos. Todos hemos sufrido como consecuencia de esto, porque ningún grupo sectario ha tenido o podría poseer todo lo necesario para su bienestar espiritual. Al igual que en el cuerpo físico, en el cuerpo espiritual, que es el cuerpo de Cristo, todos los miembros dependen unos de otros. La historia del cuerpo de Cristo ha sido verdaderamente dolorosa desde los días de los apóstoles.


Reuniones locales

Trataré de ser más claro: cuando nos damos cuenta que el cuerpo de Cristo es uno y que todos los creyentes son miembros los unos de los otros (véase Ro. 12:5), entonces, indudablemente, podríamos concluir que la voluntad del Señor es que todos los creyentes se reunieran juntos si esto fuese posible. De esta manera, el mundo vería el verdadero cuerpo de Cristo y se daría cuenta de lo diferente que es del perverso orden de cosas que hay alrededor. Sin embargo, dado que los santos de Dios son numerosos y la tierra es grande, una reunión de este tipo es imposible. Por lo tanto, es necesario que hayan asambleas locales. Sin embargo, estas deben considerarse como conveniencias geográficas y no como entidades independientes. Cada compañía local representa a un gran conjunto. La membresía es al cuerpo de Cristo, no a una asamblea local. Es absurdo que nos refiramos a una asamblea local como 'un cuerpo de Cristo' y como 'una casa de Dios'. ¿Acaso Cristo tiene en realidad miles de cuerpos y Dios posee miles de casas? Afirmar esto es una contradicción de términos. Ahora bien, todo lo que es cierto de todo el conjunto, también es cierto de su expresión más pequeña. Es aquí cuando necesitamos señalar que el apóstol Pablo no utilizó el artículo definido en este aspecto. Es por eso que una buena traducción de 1 Corintios 12:27 debe decir: “Vosotros sois cuerpo de Cristo” (VM) y no 'vosotros sois el cuerpo de Cristo'. ¿Qué quiero decir con esto? Que el apóstol se refiere a la asamblea local en Corinto como representante del cuerpo de Cristo en esa localidad. Lo mismo sucede en 1 Corintios 3:16, donde leemos “sois templo de Dios” (sin el artículo definido 'el'). El número más pequeño de creyentes en cualquier lugar conforman tan solo una miniatura del conjunto completo.


Algunos afirman que el término "iglesia de Dios" hace referencia únicamente a la asamblea local. ¡Tales personas dicen que en 1 Corintios 10:32 el apóstol está hablando de la asamblea en Corinto! También dicen que en 1 Corintios 15:9, cuando el apóstol expresa su pesar por haber perseguido a la iglesia de Dios, él se refiere exclusivamente a la iglesia en Jerusalén. Sin embargo, estas afirmaciones son engañosas. Uno de los exponentes de esta forma de enseñanza, escribió:


«La iglesia de Dios que se menciona aquí es la iglesia en Jerusalén, pues no se habían formado otras iglesias hasta después de la persecución que vino después de la muerte de Esteban».


¡Esto es totalmente engañoso! Sin duda que el autor pasó por alto lo que leemos en Gálatas 1:22-23! Un poco antes en ese mismo capítulo, el apóstol escribió que “perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba” (v. 13). Luego en los versículos 22 y 23, él habla de las “iglesias de Judea, que eran en Cristo” y que habían oído decir: “Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí”. Esto demuestra que ya existían varias asambleas en Judea antes de la conversión de Saulo de Tarso, y que él hizo todo lo posible por destruirlas a todas. Por lo tanto, el término "la iglesia de Dios" no se aplica únicamente a una compañía local, sino que se aplica a una de las tres divisiones de la familia humana: judíos, gentiles y la iglesia de Dios (véase 1 Co. 10:32). La iglesia de Dios está compuesta por almas que, por gracia, han sido sacadas de entre los judíos y los gentiles, y que han sido reunidas en una santa unidad.


Pongamos atención al uso que le da el apóstol a la palabra “nosotros” en 1 Corintios 10:16-17. "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan". Aunque Pablo no residía en Corinto, ¡él dice "nosotros"! Verdaderamente tenía en su mente un pensamiento más amplio que el que tienen algunos de nuestros amigos modernos. En una publicación reciente, alguien utilizó la expresión: «Un cuerpo (local)». ¡Cuán grave es alterar las Escrituras en aras de una teoría! Pablo estaba pensando en los creyentes universalmente. ¡Oh, que pudiéramos salir de nuestras estrechez y ver las cosas más como Dios las ve! Cuando Dios mira a sus santos, no ve más que un solo cuerpo, una mesa, un pan y una copa, aunque en realidad se utilicen muchos panes y muchas copas para suplir las necesidades locales. Siguiendo el mismo principio, Dios no vio más que un cordero en Egipto en la noche de Pascua ("lo inmolará toda la congregación" — Éxodo 12:6), aunque en realidad fueron muchos corderos. Sin embargo, Dios solo pensó en un Cordero como su provisión: un solo Cristo.


No debemos pasar por alto la palabra “muchos” en 1 Corintios 10:17 y 12:14. Es una verdad innegable que cuando dos o tres personas se reúnen en el nombre del Señor, él está presente con ellos, y que aquella compañía adquiere el caracter de asamblea. Quien escribe ha 'partido el pan' con menos de una docena de santos en cientos de ocasiones. Pero ¿cómo podríamos aplicarles a los tales la palabra “muchos”? A pesar de esto, la verdad es que todo lo que se dice de una gran congregación, lo mismo se aplica a la más pequeña según los pensamientos de Dios. Cuando leemos acerca de ojos, oídos, manos, pies y una variedad de dones en 1 Corintios 12, está claro que se está considerando algo más grande que solo una congregación local. Debería quedar claro para toda alma reflexiva que, en 1 Corintios 12, se está contemplando el conjunto de los santos de Dios.


Supongamos que un grupo de creyentes se retira de las estructuras religiosas organizadas y se reúne en la sencillez bíblica, confiando en las palabras del Señor en Mateo 18:20. ¿Pueden llamarse a sí mismos 'la asamblea local' en su ciudad? Claramente, no, ya que la asamblea local en cualquier lugar incluye a todos los cristianos presentes. Sin embargo, desafortunadamente, la verdadera asamblea local se niega a reunirse debido a los muchos intereses sectarios que atraen el corazón de quienes la componen.


Aquellos que buscan obedecer humildemente la Palabra de Dios deben considerarse a sí mismos como un remanente, similar al limitado número de personas que regresaron a su tierra en los días de Zorobabel y Esdras. Es notable que sus ofrendas fueran "para todo Israel" (Esd. 8:35). En los días de Ezequías y Josías, también se ofrecieron sacrificios "por todo Israel", a pesar de que la mayoría del pueblo estaba en cautividad. La unidad del pueblo de Dios era extremadamente valiosa para estos hombres de fe. ¿Es igual de preciosa para nosotros?”


Cuando usamos la palabra 'asamblea' para referirnos a una congregación en cualquier localidad, debemos vincularla con un edificio y no con la ciudad en la que se encuentra ese edificio. Una asamblea se reunía en la casa de Priscila y Aquila en Roma (Ro. 16:3-5), y otra asamblea se reunía en la casa de Filemón en Colosas. Sin embargo, no necesariamente debemos suponer que todos los santos en esas ciudades se congregaban específicamente en esas casas. Es posible que otros se reunieran en diferentes lugares.


En este tiempo de confusión, si para hablar de cierta congregación nos referimos a ellos como los creyentes que se reúnen en un edificio o salón en particular, entonces estamos hablando correctamente. Pero si los llamamos ‘la asamblea local’ en la ciudad, estamos excluyendo a muchos otros santos que podrían ser numerosos. Esto no es conforme a la voluntad de Dios.

Un escritor en 1841 (nombre desconocido), en sus comentarios sobre los cristianos dentro de sistemas organizados, expresó: «Han tenido sus pensamientos tan completamente ocupados en sus 'iglesias' que casi han perdido de vista a 'la iglesia'». Si este escritor estuviera vivo hoy, podría decir lo mismo de muchos de nuestros mejores y más queridos amigos que afirman estar en la misma posición que él ocupaba.


Seamos humildes. ¿Es posible que el aumento numérico a lo largo de los años nos haya llevado a perder de vista el carácter remanente? Además, ¿es posible que, en el fondo de nuestras mentes, imaginemos que hemos inaugurado un nuevo comienzo para Dios en líneas más bíblicas que otros, y por lo tanto, sintamos que no tenemos ninguna responsabilidad con respecto al pasado? Sin embargo, ¿qué hay de nuestras propias divisiones y subdivisiones durante los últimos cien años?

Daniel, Esdras y Nehemías (cada uno en su noveno capítulo) sintieron profundamente la infidelidad de su nación desde el principio y confesaron los pecados de la nación como propios. Aunque solo tenían nueve siglos a sus espaldas, nosotros tenemos diecinueve siglos. ¿Son nuestros lazos con las generaciones pasadas de cristianos menos íntimos y reales que los de Daniel y sus contemporáneos con sus antepasados en Israel? Hasta que comprendamos que vivimos en los últimos días de una dispensación arruinada, nunca veremos con claridad nuestro propio camino ni seremos capaces de ayudar a nuestros hermanos universalmente.


"El que tenga oídos para oír, que oiga" (Marcos 4:9)."


W. W. Fereday


Escrito original titulado: Reverting to Sectarianism?

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