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Un llamado de medianoche



Hagan todo esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertarse del sueño. Porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche está muy avanzada, y el día está cerca.”

(Romanos 13:11–12 NBLA)


¿Estás despierto? ¿Vives en la realidad espiritual que la Biblia nos muestra? ¿Eres consciente de que el regreso de Jesucristo está más cerca que nunca y que podría suceder en cualquier momento?


Como cristianos, podemos caer fácilmente en un letargo espiritual, alejándonos de la realidad espiritual y olvidando la inestabilidad de nuestros tiempos. Cuando esto sucede, nuestra vida puede perder dirección y propósito.


Esta es la razón por la que Pablo hace un llamado importante a todos los cristianos en Romanos 13. Nos invita a despertar; a tener un avivamiento personal. ¿Cómo podríamos describir este llamamiento? En un versículo de ejemplo: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (Mt. 25:6). Si nos aferramos por la fe a la verdad del inminente regreso del Señor, esta nos despertará.


Velar significa estar expectante y con el corazón ocupado. Por ejemplo, un siervo puede cumplir las órdenes de su amo por simple obligación, pero cuando está verdaderamente velando, muestra que el regreso de su amo absorbe sus pensamientos.


No es suficiente conocer la verdad solo intelectualmente. Necesitamos dejar que nos forme, transforme y conduzca. Dios quiere que la verdad de la venida del Señor baje de nuestra mente a nuestro corazón, ¡impulsándonos a tomar decisiones concretas y significativas!


George Müller, el padre de los huérfanos de Bristol, experimentó esto de forma personal. Él escribió lo siguiente:


En julio de 1829, cuando Dios reveló a mi corazón la verdad del regreso personal del Señor Jesús y me mostró que había cometido un gran error al esperar la conversión del mundo, el efecto que produjo en mí fue el siguiente:


Desde lo más profundo de mi alma, sentí compasión por los pecadores que perecían y por el mundo adormecido que me rodeaba, el cual yace bajo el poder del maligno. Me pregunté: «¿No debería hacer todo lo posible por el Señor Jesús mientras aún hay tiempo, y ayudar a despertar a una iglesia adormecida?».


Despertar significa estar alerta y expectante. Significa volver a ver claramente; mirar la realidad a los ojos; centrarse en la venida del Señor; y permitir que una santa urgencia nos impulse.


En Romanos 13, Pablo deja claro que el arrebatamiento de la iglesia está cada día más cerca. Si bien fuimos salvados para la eternidad al convertirnos, aún vivimos en un mundo caído, gobernado por el pecado y cuyo dios es Satanás.


Cuando Cristo venga a buscarnos –en cualquier momento–, él nos salvará de este mundo maldito por el pecado. Exactamente esto es lo que sucederá en su venida. No solo nos salvará del castigo del pecado (véase Ro. 3:24) y del poder del pecado (véase Ro. 6:7), ¡sino también de la presencia del pecado (véase Ro. 8:23)!


El hecho de que Pablo se incluya a sí mismo en este llamado a despertar es algo digno de considerar. Él escribió la Epístola a los Romanos aproximadamente 25 años después de su conversión; sin embargo, seguía esperando diariamente la venida del Señor Jesucristo, ¡manteniendo viva la esperanza de que regresara en cualquier momento!


En otras palabras, Pablo dice: la noche está por terminar y el amanecer se acerca. La venida de Jesús es inminente. ¡Debemos despertar y afrontar esta realidad!


Si este llamado a despertar –esta santa urgencia– no solo llega a nuestros oídos, sino también a nuestros corazones, entonces debe tener consecuencias prácticas: ¡las cosas deben cambiar en nuestras vidas!


Por eso Pablo escribe inmediatamente después: “La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz” (Ro. 13:12). Debemos tomar esto con toda seriedad.


Las obras de las tinieblas son aquellas acciones de las que nos avergonzamos cuando salen a la luz. Son secretos sucios en la vida de un cristiano. Si realmente entendemos que el tiempo se está acabando en el reloj de este mundo, ¡nos separaremos de todo pecado que mantenemos oculto y toleramos en nuestras vidas!


Sin embargo, no solo debemos despojarnos de algo, sino que también debemos vestirnos de algo al mismo tiempo: las armas de la luz. La vida cristiana, la vida de fe, es una batalla “contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).


No luchamos con armas carnales, sino espirituales: la espada del Espíritu (la Palabra de Dios) y la oración. Combatimos contra todo aquello que oscurece el conocimiento de Dios e intenta privarnos de disfrutar las bendiciones espirituales.


¡Hay una clara diferencia entre ser un cristiano que solo consume contenido espiritual y uno que lucha activamente para que el reino de Dios se extienda y Cristo sea honrado!


El avivamiento personal lleva a la santificación personal. ¡Esto es fundamental! Cuando toleramos el pecado en nuestras vidas, este nos roba la fuerza espiritual.


Entonces nos volvemos pasivos.

Sin impulso.

Inútiles.


Debemos reconocer que Satanás constantemente busca destruir la comunión cristiana, provocando envidias y disputas entre los creyentes. Estas distracciones nos alejan de lo esencial –¡y perdemos las fuerzas para dar testimonio! ¿Cómo podemos confrontar esto? La respuesta es clara: “Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:14).


La envidia y la contienda surgen cuando el ‘yo’ ocupa el centro del escenario. Sin embargo, cuando ponemos a Cristo en primer lugar, ocurre lo contrario. Esta actitud nos lleva a parecernos más a Cristo y a tener relaciones fraternales armoniosas. Entonces se hace evidente que somos sus discípulos –porque nos amamos los unos a los otros (véase Jn. 13:35).


¡Qué maravilloso sería que cuando Cristo regrese –muy pronto– nos encuentre viviendo consagradamente para él y reflejando su actitud en este mundo!


“Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús.” (Filipenses 2:5 NBLA)




Traducido del libro "Maybe today"

1 Comment


Guest
Mar 21

Que bendita realidad es esta; Que habiendo fracasado en la santificación por las fuerzas humanas, y volviendo los pensamientos al inminente regreso de nuestro Señor por nosotros, el Espíritu Santo hace esa obra maravillosa de apartarnos para Aquel que nos ama eternamente.

hno. Jorge Sepúlveda

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