“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35)
Marcos 1 describe el horario de un día en la vida del Señor Jesús. Ya que era día de reposo, él fue a la sinagoga en la mañana. Allí enseñó con un poder que asombró a las personas. De repente, un espíritu inmundo, que había entrado en un hombre, se reveló ante él. Jesús le mandó que se callara e inmediatamente lo echó fuera.
Luego de estar en la sinagoga, él fue derecho a la casa de Simón Pedro, cuya suegra estaba en cama con una fiebre muy alta. El Señor se hizo un tiempo para ir a verla, la tomó de su mano, la levantó y la libró de su enfermedad.
Al atardecer, toda la ciudad repentinamente se amontonó a la puerta. Hasta tarde en la noche estuvo ayudando a todos los que se le acercaban con sus necesidades (véase Mr. 1:32-34). ¡Qué peso debió significarle el sobrellevar las debilidades y enfermedades de la gran cantidad de personas que se acercaron a él aquella tarde (véase Mt. 8:16-17)! Como ningún otro, él, el único Hombre sin pecado, pudo simpatizar con el dolor y la angustia de la humanidad.
Muchos se habrían permitido un «sueño bien merecido» después de una tarde tan demandante y agotadora. Pero el Siervo de Dios, consagrado por completo, se levantó temprano a la mañana siguiente, incluso antes que amaneciera, para estar a solas con su Dios: “Se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mr. 1:35). El cansancio y el agotamiento no le impedían comenzar el día en comunión con su Padre. Allí, en silencio, recibía la guía necesaria y se preparaba para las tareas del día.
¿Cuál es la prioridad y la importancia que tiene la oración matutina en tu vida? ¿Qué cosas puedes dejar de hacer al atardecer/anochecer para ir a la cama más temprano y comenzar el día, en la quietud de la mañana siguiente, en comunión con Dios?
J. P. Svetlik
Traducido del libro "Dependence in the life of Christ"
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