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La siguiente breve historia (que reproducimos con algunos pequeños cambios) circuló por varios foros de internet hace algunos años atrás. Se trata de una conversación entre un pequeño niño y su padre, quien estaba muy involucrado en su labor profesional.
"Papá, ¿puedo preguntarte algo?"
"Claro, hijo. ¿Qué sucede?"
"Papá, ¿cuánto dinero ganas por hora?".
"Bueno, me parece a mí que esas cosas aún no te conciernen a ti. ¿Por qué me preguntas este tipo de cosas?", le respondió el padre algo molesto.
"Solo quiero saberlo. Por favor, por favor, dime cuánto ganas por hora".
"Muy bien, si de verdad quieres saberlo, gano 10 dólares la hora".
"El niño entonces se puso muy triste e inclinó su cabeza"... pero luego preguntó: "Papá, ¿me prestas 10 dólares?".
"¡Ajá! Así que por eso me preguntabas", respondió aún más molesto el padre. "Quieres que te preste dinero para comprarte algún juguete innecesario u otra tontería. Así no, amigo mío. ¡Vete directo a tu habitación y a la cama! Reflexiona allí en lo egoísta que eres. Trabajo muy duro todos los días como para llegar a casa y escuchar preguntas tan insolentes por la noche".
El niño se marchó tranquilamente hacia su habitación y cerró la puerta. El padre entonces se sentó, y continuó enfadándose aún más a medida que pensaba en la pregunta de su hijo". ¡Qué astuto que es!, piensa él, "'¡hacerme ese tipo de preguntas para conseguir dinero!"
Después de casi una hora, el papá se tranquilizó y comenzó a pensar: "Puede que haya algo que mi hijo realmente necesita con urgencia. Casi nunca me pide dinero, de hecho, ¡nunca lo ha hecho! Quizás realmente necesita los 10 dólares. Tal vez me comporté de forma injusta con él".
El padre fue a la habitación de su hijo, abrió la puerta y entró.
"¿Ya estás dormido, hijo mío?", preguntó, acercándose a la cabecera de la cama del pequeño.
"No, papá, todavía estoy despierto".
"Mira, he estado pensándolo bien. Quizá fui demasiado duro contigo. Ha sido un día largo, se me han juntado muchas cosas y tú has tenido que soportar mi mal genio. Aquí tienes los 10 dólares que me pediste. ¿Me perdonas?
El niño entonces sonrió.
"¡Gracias, papá!"
Acto seguido, metió su mano bajo su almohada y sacó un par de billetes arrugados y monedas. Lentamente, y en silencio, el niño comenzó a contar el dinero. Al ver esta escena, el padre volvió a enfadarse.
"¿Por qué me pediste dinero si ya tenías?", le reprocha a su hijo.
"Porque todavía no tenía lo suficiente", respondió el pequeño.
"¡Pero ahora ya tengo suficiente! Papá, ahora tengo 20 dólares ¿Puedo comprarte dos horas de tu tiempo con este dinero? Por favor, vuelve pronto del trabajo mañana. Me gustaría cenar contigo".
El padre no esperaba una respuesta como esta. Quedó pasmado, conmovido y abrumado. En ese momento abrazó a su hijo y le pidió perdón.
¿Pensativo?
Esta pequeña historia nos hace pensar mucho. No solo afecta a los pocos padres que ganan, quizás, 10 dólares a la hora. Nos concierne a todos aquellos a quienes Dios ha confiado hijos. Tanto padres como madres. No importa lo mucho o poco que se gane por hora. Lo que importa es que nuestros hijos necesitan nuestro tiempo.
El trabajo es muy exigente para muchos de nosotros [1]. Pero algo está yendo mal cuando las ocupaciones de la vida llenan gran parte de nuestro tiempo, al punto de no dejarnos tiempo para nuestros hijos. Cuando hablo de ocupaciones de la vida, no solo me refiero al trabajo, sino a muchas otras cosas que son bastante necesarias y legítimas en su debido lugar. No debemos permitir que la vida cotidiana nos quite la visión de lo que realmente necesitan nuestros hijos. A saber, el amor, la atención y el interés y el tiempo de sus padres.
Los niños son un préstamo de Dios
Los niños son un préstamo de Dios durante unos años. Más rápido de lo que pensamos, crecen y siguen sus propias vidas. ¿Qué se han llevado del hogar paterno? ¿Qué recuerdos les quedan?
¿Un padre y una madre que nunca tuvieron tiempo para ellos? ¿Un padre y una madre siempre ocupados? ¿Padre y madre que tenían otros intereses? ¿O padres que cuidaron amorosamente de sus hijos e invirtieron tiempo en ellos? Nunca podremos recuperar el tiempo que no dedicamos a nuestros hijos cuando eran pequeños. Es como la arena que cae por el reloj de arena y nunca vuelve atrás. El tiempo que invertimos en nuestros hijos suele ser tiempo bien empleado. Cuando organizamos y gestionamos nuestro tiempo, no debemos olvidarnos de este valioso tiempo [2].
El ejemplo de nuestro Dios
Es bueno que de vez en cuando consideremos el ejemplo perfecto de aquel Padre que no se equivoca. Mi punto es que debemos meditar en la forma en que Dios trata con nosotros, sus hijos. Obviamente, nosotros no somos perfectos como él. No somos omnipresentes como él. Somos seres humanos que nos equivocamos, limitados a su vez por el espacio y el tiempo. Sin embargo, podemos sacar lecciones de la forma en que Dios trata con nosotros y cómo nos dedica tiempo.
En Ezequiel 34:11 (RVA-2015), Dios dice: "Ciertamente así ha dicho el SEÑOR Dios: “He aquí, yo mismo buscaré mis ovejas y cuidaré de ellas."
Dios se presenta aquí como pastor. Justamente esa es la labor que debemos cumplir como padres en relación a nuestros hijos. A menudo oímos decir, acertadamente, que los padres deben pastorear el corazón de sus hijos. Ahora bien, en este versículo, Dios dice tres cosas acerca de sí mismo como pastor:
1. He aquí, yo mismo: Esta expresión nos habla de la presencia de Dios en nuestras vidas. Estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, nos enfrentemos al problema que nos enfrentemos: Dios siempre está ahí. Nunca nos deja solos ni por un momento.
Como padres de nuestros hijos, no podemos hacer lo mismo, porque a menudo tenemos otras tareas que hacer. No obstante, es importante que dejemos suficiente espacio para estar junto a nuestros hijos, sobre todo cuando necesitan nuestra presencia. No cabe duda de que esto nos quitará tiempo, pero será un tiempo bien invertido.
2. Buscaré mis ovejas: Esta expresión nos habla del interés de Dios en nosotros. Quien busca a alguien es porque le interesa. Dios quiere saber cómo nos va en todo momento. No es indiferente a nuestras circunstancias. Se interesa por cada detalle de nuestras vidas.
Así es exactamente como debemos tratar a nuestros hijos. Como padres, no podemos ser indiferentes a lo que hacen nuestros hijos y a lo que piensan. Sus preguntas deben despertar nuestro interés. Tal vez tengan preocupaciones y necesidades que prefieren no contarnos porque piensan que no nos importa. Las preguntas bien formuladas pueden abrir el corazón de niños y jóvenes. Pero, para eso, una vez más, necesitamos tiempo.
3. Cuidaré de ellas: Esta expresión nos deja en claro que Dios proporciona ayuda concreta cuando es necesaria. Hay situaciones en la vida en las que necesitamos la presencia de Dios. Ya sea mostrando su interés por nosotros, preguntándonos en qué estamos, o ayudándonos de forma directa y concreta.
Lo mismo sucede con nuestros hijos. A veces solo quieren que sus padres estén con ellos. Ni siquiera necesitan hablar mucho. A veces necesitan que les preguntemos, con interés, acerca de lo que están atravesando o viviendo, intercambiando ideas con ellos. Pero a veces nuestros hijos esperan que les ayudemos de verdad. Los problemas son muchos y variados. Sin duda, es bueno que los niños aprendan a resolver problemas por sí mismos a una edad temprana. Pero a veces se encuentran atravesando demasiadas situaciones, las cuales los abruman y, entonces, necesitan la ayuda concreta de sus padres. No es necesario decir que, una vez más, esto involucra tiempo de nuestra parte.
Me gustaría animarnos a todos a invertir bien nuestro tiempo como padres y a establecer las prioridades adecuadas. Seguirá siendo un reto diario. Pero vale la pena aceptarlo.
Ernst-August Bremicker
Notas a pie de página:
[1] No debemos juzgar el por qué de esta situación. Quizás hay quienes no pueden evitarlo debido a circunstancias particulares, las cuales no pueden cambiarse tan fácilmente, tal vez hay otras personas a las que simplemente les gusta trabajar mucho. Independientemente de cuál sea su situación, al Señor le honra que trabajemos con diligencia y reflejemos su carácter en nuestra profesión (véase 1 Co. 10:31; Col. 3:17). Sin embargo, esto no debe confundirse con las aspiraciones profesionales de muchas personas en este mundo.
[2] Está absolutamente claro que la primera prioridad en la vida del cristiano debe ser siempre el Señor Jesús. Debe tener prioridad en todo. No obstante, también en este caso debemos mantener el equilibrio. Por otro lado, así como el servicio al Señor es importante, el dedicarles tiempo a nuestros hijos también lo es. Si el servicio al Señor nos mantiene tan ocupados que no nos queda tiempo para la familia, nuestra vida también se desequilibrará. Ante esto, también podemos aplicar el versículo que dice: "Todo tiene su tiempo".
Texto traducido de https://www.bleibtinmir.de/a/zeit-fuer-kinder/
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