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¡Se necesitan profetas!


"Deseen ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticen ... el que profetiza edifica a la iglesia" (1 Corintios 14:1)


¿Dónde está este ministerio tan importante y que vemos tan poco? ¿Dónde está la voz del profeta, no para profetizar cosas futuras, sino para acercar la Palabra de Dios a la conciencia? Tenemos maestros que, por la gracia de Dios, nos han devuelto muchas verdades perdidas. Pero el ministerio de ayer no es el ministerio de hoy. La ignorancia de ayer era el pecado predominante, por lo que eran necesarios los maestros. Hoy, el pecado que abunda es la torpeza de conciencia, y para eso necesitamos la voz del profeta.


Las verdades, cuya recuperación costó a los que las redescubrieron años de oración y ayuno, pueden ahora entenderse claramente leyendo un tratado, y esto sin que la conciencia se ejercite en lo más mínimo. El resultado de esto es aterrador.


Captar una verdad y ser atrapado por una verdad son dos cosas completamente diferentes. ¿No deberíamos clamar a Dios por verdaderos profetas, hombres con un caminar piadoso, que estén dotados para hablar con seriedad, fuerza y sin temor a los hombres? ¿Quiénes son los que pueden despertar la conciencia largamente adormecida y no temen llamar las cosas por su verdadero nombre, y que no rehúyen de exponer a la luz la corrupción oculta, la cual ama las tinieblas?


Que nadie diga que el amor prohíbe ejercer tal don. El amor lo exige. Nadie amó como el Maestro. Y, sin embargo, nadie habló a la conciencia como Él, quien no solo estaba lleno de gracia, sino también de amor (véase Jn. 1:14).


Tenemos una gran necesidad de ese ministerio. La satisfacción propia recibiría sin duda su golpe fatal. Mucha «estima en la carne» llegaría a su fin. Pero solo sufriría lo que es malo y falso, y nadie lo lamentaría.


La cuestión para nosotros es si nuestro buen nombre es más valioso para nuestros corazones que el honor de Dios. Tenemos predicadores y escritores, pero ¿dónde se encuentra este ministerio? ¿Se ha callado por miedo al hombre?


El Señor responde a la oración. Que todo corazón sincero, conmovido por su honor, le clame para que levante este ministerio faltante en medio de nosotros, con un poder que agudice la conciencia.


Traducido de "One is your Master, even Christ" de Eckhard Bubenzer, apéndice 4.3, pág. 163, extracto de J. N. Darby originalmente en alemán.
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