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La educación empieza en casa

Tiempo de lectura: 6 minutos.

Traducción bíblica utilizada: NBLA

Mientras iba camino al trabajo, vi un anuncio político de un partido muy grande en Alemania. El anuncio decía con letras grandes y claras: «La educación comienza en la guardería».


¿Un eslogan pegadizo? ¿Un simple eslogan electoral? Claro que sí. Sin embargo, es probable que haya algo más detrás de todo esto. Lo que suena bien no siempre es lo correcto.


Desde un punto de vista bíblico, la educación no comienza en la guardería. Quien crea eso está muy equivocado. Las consecuencias de iniciar la educación solo a partir de la guardería son graves: para los niños, para la causa del Señor y, además, para la sociedad. La educación comienza en otro lugar, específicamente en el hogar, y en ningún otro lugar.


Las tácticas del diablo

Por supuesto, no debería sorprendernos que el Estado intente apoderarse de nuestros hijos lo antes posible y apartarlos de la influencia de sus padres. Hasta el Faraón de Egipto lo sabía: quien logra controlar a los hijos, controla el futuro.


Por eso, finalmente, quiso dejar marchar a los ancianos pero conservar a toda la multitud de jóvenes (véase Éx. 10:7-11). Nabucodonosor, el rey de Babilonia, también lo sabía. Tomó a la élite juvenil de los judíos y los llevó a su corte. A él no le interesaron los ancianos. Los jóvenes tienen mucha vida por delante y, por eso, son mucho más importantes para el mundo.


Detrás de todo esto hay una agenda controlada astutamente por Satanás, el gran adversario de Dios. Su objetivo es impedir que los niños sean educados e influenciados según el plan de Dios, porque sabe que puede hacer el mayor daño posible al pueblo de Dios si los niños son influenciados por la mentalidad del mundo desde temprana edad.


Los objetivos de la educación espiritual

¡Esto es exactamente lo que los padres cristianos deben evitar a toda costa! Es cierto: ¡Quien logra controlar a los jovenes, logra controlar el futuro! ¿Para quién educamos a nuestros hijos? El ejemplo de Ana en el primer libro de Samuel nos señala el camino. Su objetivo era educar a Samuel para "que se presente delante del Señor y se quede allí para siempre" (1 S. 1:22). Si aplicamos esto a nosotros, entonces podemos extraer de esta historia los dos grandes objetivos espirituales de una buena educación para nuestros hijos hoy en día:


  • Para que se presenten delante del Señor: su conversión.

  • Para que se queden allí para siempre: una vida en comunión con el Señor y en servicio a él. Si dejamos la educación de nuestros hijos en manos de otras personas, difícilmente lograremos alcanzar estos objetivos.


¿Qué es realmente la educación?

La pregunta es: ¿Cómo se define la educación? La educación es algo que moldea a una persona, ya sea en su desarrollo espiritual, cognitivo, creativo y moral, lo que lo capacita para enfrentar las exigencias de la vida. Para un cristiano, la formación y el desarrollo espiritual también son esenciales y, de hecho, son lo más importante en su vida.


Si buscamos sinónimos de ‘educación’, encontramos rápidamente el término ‘crianza’. La crianza y la educación son inseparables. La educación no llega sola. De niño se recibe educación y, como adolescente y adulto, quizás se pueda influir en ella hasta cierto punto.


Formar para toda la vida

Volvamos al punto de partida: la educación no comienza en la guardería, sino en el hogar paterno. Es en nuestras casas donde damos a nuestros hijos la impronta decisiva para toda su vida.


Es cierto que cada niño debe decidir por sí mismo algún día si acepta al Señor Jesús como Salvador y luego vivir con él como su Señor. Incluso los niños ‘bien educados’, en el sentido bíblico, pueden decidir vivir sin el Señor Jesús (véase Is. 1:2).


Si nuestros hijos no son educados y criados en el camino del Señor, entonces no nos sorprendamos de que otros busquen llenar ese vacío. El resultado de esto es desastroso. Si realmente creemos que la educación comienza en la guardería o en la escuela, entonces hay poco que podamos hacer. Es importante recordar que la educación comienza en el hogar paterno y que es allí donde se establece el fundamento para el futuro de los hijos.


Los padres cristianos deben educar a sus hijos con el Señor y para el Señor. Deben moldearlos con la Palabra de Dios y modelar una vida cristiana auténtica en ellos. Al hacerlo, los hijos absorben la leche de la fe y la devoción al Señor. La educación y la crianza son inseparables, y es nuestra responsabilidad alimentar y cuidar a nuestros hijos con la Palabra de Dios y protegerlos en el Señor.


Un ejemplo motivador

El ejemplo de Moisés es muy instructivo y motivador. En su discurso en Hechos 7, Esteban mencionó varias veces a este líder de Israel. Me gustaría señalar dos citas que muestran cómo Moisés fue ‘entrenado’:


"Fue por ese tiempo que Moisés nació. Era hermoso a la vista de Dios, y fue criado por tres meses en la casa de su padre" (Hch. 7:20).


"Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era un hombre poderoso en palabras y en hechos" (Hch. 7:22).


El primer versículo nos dice que Moisés fue criado e instruido en la "casa de su padre". Esta casa se menciona tres veces en la Biblia: su madre es la que actúa en el relato histórico de Éxodo 2:1-10; el rol de su padre es enfatizado en el discurso de Esteban en Hechos 7; y la responsabilidad de ambos padres es vista en la lista de los héroes de la fe en Hebreos 11 (véase He. 11:23). Esto demuestra que hay distintos ámbitos de responsabilidad, pero que deben abordarse en conjunto.


El segundo versículo muestra que Moisés recibió su educación en Egipto. Sin duda, fue una educación a la altura de los más altos estándares de la época, correspondiente a todos los conocimientos de Egipto en ese momento. Pero, ¿cuál fue la educación que realmente formó a Moisés? La afirmación bíblica no deja lugar a dudas:


"Por la fe Moisés, cuando ya era grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo más bien ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado. Consideró como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa" (He. 11:24-26).


¿Dónde aprendió Moisés semejante fe? La respuesta es clara: ¡En el hogar paterno! La fe de sus padres formó a Moisés para toda la vida y él mostró la misma valentía de fe que ellos tuvieron. Toda la educación de Egipto no logró arrancarle esa fe.


Los padres creyentes forman a los creyentes

La primera impresión cuenta. Es lógico e inevitable que nuestros hijos pasen por una educación terrenal, y eso es bueno, por cierto. Tienen que aprender muchas cosas para la vida que los padres no podemos enseñarles en absoluto. Esto ocurre en la escuela primaria, la escuela secundaria, la escuela de formación profesional y la formación profesional en una empresa, incluso tal vez en una licenciatura o formación posterior. Cada cosa tiene su debido lugar. Pero, ¿dónde empieza la educación? En el hogar paterno. ¡Somos los padres los que acompañamos la educación terrenal!


Es nuestra tarea educar a nuestros hijos con el Señor y para el Señor. Lo que experimentan en el hogar paterno los moldea. ¡Tanto lo que ven como lo que oyen! Y eso empieza con nuestro ejemplo.


Nada los moldea tanto como lo que nosotros mismos mostramos. ¿Vivimos una vida cristiana verdadera? ¿Ven nuestros hijos y jóvenes en nosotros lo que significa vivir con el Señor y para el Señor? ¿Hay consagración al Señor e interés por su causa? Si es así, ¡nuestros hijos están recibiendo la mejor educación! Lo aprenden desde pequeños. Todo lo demás lo dejamos en manos del Señor.


Finalmente, debo señalar que la palabra ‘criar’ en Hechos 7:21 hace referencia tanto al alimento como al cuidado. Nuestra crianza dice relación con cómo ‘alimentamos’ a nuestros hijos y cómo los ‘cuidamos’. El mejor alimento es la Palabra de Dios. La atención más intensiva y la protección más segura se encuentran en nuestro Señor.


Vale la pena dedicar tiempo y fuerzas en la educación de nuestros hijos.

Ernst-August Bremicker

Traducido de www.bleibtinmir.de

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