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La comunicación del cristiano en la era digital

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Las Escrituras contienen numerosas advertencias sobre el uso de la lengua. Cuando algo se repite con frecuencia, debemos prestarle especial atención. La Epístola de Santiago dedica un capítulo completo a este tema y lo menciona en otras ocasiones: “Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira” (Stg. 1:19).


Pablo también aborda este tema en Efesios 4:25, 29: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros… No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan”.


Proverbios también trata este asunto: “Hay quien habla sin tino como golpes de espada, pero la lengua de los sabios sana” (Pr. 12:18); “El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de angustias” (Pr. 21:23). El salmista escribió: “Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios” (Sal. 141:3).


Todo cristiano debe prestar atención a estas valiosas instrucciones y buscar aplicarlas diariamente. Debe permitir que, como el agua que baja de los ríos y alisa las piedras, el agua de la Palabra lime toda aspereza y lo conforme cada vez más al Señor Jesucristo. De Él leemos: “Todos hablaban bien de él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca” (Lc. 4:22) y “no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en su boca” (1 P. 2:22).


Hoy en día, la comunicación no se limita a las palabras habladas. Este punto suele quedar fuera de consideración al tratar el uso de la lengua. En tiempos bíblicos, la comunicación estaba limitada principalmente al habla y, en algunos casos, a la escritura. Sin embargo, una persona puede comunicarse aun sin poder pronunciar palabras. En el Nuevo Testamento tenemos el caso de Zacarías, quien había quedado mudo por su incredulidad al anuncio del ángel, pero pudo comunicarse con sus familiares para decir que el nombre de su hijo debía ser Juan: “Entonces preguntaban por señas al padre, cómo lo quería llamar. Él pidió una tablilla y escribió lo siguiente: Su nombre es Juan. Y todos se maravillaron” (Lc. 1:62-63).


Cuando Santiago escribe sobre la lengua, está usando una figura retórica. Esto queda claro con la lectura del pasaje: “Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas” (Stg. 3:5). Obviamente, Santiago no se refiere literalmente al órgano muscular dentro de nuestras bocas. La lengua, como órgano, es incapaz de jactarse; no tiene mente propia. Por tanto, Santiago se refiere al «habla», es decir, a lo que comunicamos.


Actualmente existen múltiples canales de comunicación, y existe el peligro de que el cristiano entienda que debe ser pronto para «oír» y «tardo para hablar»; que debe poner «guarda a su boca» y hablar «verdad»; pero que no aplique estos principios a su comunicación por otros medios.


Hoy el cristiano puede tener múltiples conversaciones, ya sea personalmente —cara a cara— o por medios como correos electrónicos o aplicaciones de mensajería. Muchos cristianos participan activamente en redes sociales, comentando noticias, fotografías y videos. Lamentablemente, esta suele ser un área gris donde no se consideran las exhortaciones bíblicas sobre nuestra comunicación. Este artículo no aborda el uso de redes sociales en sí, sino que da por sentado que los cristianos usan estos medios. Apliquemos entonces algunos de los versículos citados:


…que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira” (Stg. 1:19).


En mis comunicaciones diarias por medios electrónicos, ¿presto atención a lo que otros me comunican? Actualmente existe una epidemia de noticias falsas, que aumentará con el auge de la inteligencia artificial. Aplicando el “pronto para oír”, el cristiano debe preguntarse: ¿Es verdad lo que estoy leyendo? ¿Cómo puedo corroborar esta información? ¿Cuál es la perspectiva bíblica sobre este asunto? ¿Edifica mi vida espiritual? Si se trata de una conversación con otro cristiano, ¿presto atención a lo que dice? ¿Me aseguro de entender bien su mensaje? Como no veo a la otra persona, existe el peligro de malinterpretar sus palabras. En lugar de pensar mal de mi hermano, debo buscar entender el sentido. Para eso, siempre es bueno buscar la conversación cara a cara o, en su defecto, comunicarme por un medio donde pueda escuchar su voz. Leemos que el amor “no se irrita” (1 Co. 13:5) ni “imputa el mal” (1 Co. 13:5 versión inglesa JND).


También debo ser “tardo para hablar”. Debo meditar cuidadosamente en lo que voy a decir o escribir. Aunque hoy existen medios para «retractarse» borrando mensajes, esta es una trampa del enemigo en este “presente siglo malo”, pues nos hace creer que lo dicho ha pasado al olvido. Hablando de los inconversos, el Señor Jesús dijo: “Pero yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio” (Mt. 12:36). Esto nos debe hacer meditar. Si comuniqué algo pecaminoso, aunque nadie lo viera, el Señor toma cuenta de ello y debo confesarlo. Recordemos que lo que sale de la boca contamina: “Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias” (Mt. 15:18-19). Mi corazón comunicó un mal pensamiento, por tanto debo confesarlo al Señor, aunque lo haya borrado (o no).


¡Ay! También debo ser “tardo para la ira”. Tristemente, muchos cristianos caen en esto debido a esta «área gris» mencionada anteriormente. Excusados por el supuesto «anonimato», muchos dejan fluir su ira en redes sociales contra políticos, pensadores o personalidades públicas. Sin embargo, también puede suceder en comunicaciones entre hermanos o familiares. Algo que nos disgustó o molestó fácilmente puede ser contestado con ira. ¡Seamos cuidadosos, “tardos para la ira”!


Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros… No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan” (Ef. 4:25, 29).


Los medios de comunicación actuales también pueden ser canales de chismes y murmuraciones. Son más peligrosos porque no necesito salir de casa para llevar una murmuración a otros. Basta estar sentado en mi sofá o acostado en mi cama para escribir palabras que pueden incendiar un gran bosque. Debo dejar de lado lo característico del viejo hombre, del cual nos hemos despojado posicionalmente en nuestra conversión, y hacer lo característico del nuevo hombre, del cual hemos sido revestidos. Además, cuánto cuidado debemos tener con las noticias falsas, las murmuraciones y los chismes, que no son características del nuevo hombre, ¡sino del viejo hombre del cual nos hemos despojado!


Dejar la falsedad (mentira RV60) no implica solo dejar de mentir, sino también todo lo que no es verdadero. Las redes sociales son medios por los cuales podemos adornar nuestras vidas y jactarnos de cosas que no son reales. En la actualidad, todo gira en torno al egocentrismo y el hedonismo. La exaltación del ‘yo’ está en todas partes. Fotografías, historias grandilocuentes, exposiciones, etc.


Santiago 3:1 nos advierte: "Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo". Las facilidades de la era moderna permiten que muchos aparenten ser "maestros" o hacer "grandes obras". Sin embargo, detrás de todo eso puede no haber ninguna realidad: no hubo dirección del Señor, ni diligencia, ni ejercicio espiritual. No hubo un ser diligente en presentarse a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que traza bien la palabra de verdad (véase 2 Ti. 2:15). Existe el peligro de comunicar grandes cosas acerca de lo que hacemos para el Señor. Cuando Pablo y Bernabé volvieron de su primer viaje misionero, comunicaron a la iglesia en Antioquía las cosas que Dios había hecho con ellos (véase Hch. 14:27). ¡Una sutil pero importantísima diferencia con comunicar las cosas que nosotros hacemos para Dios!


También existe el peligro de ser valientes por medios electrónicos y aparentar gran piedad. Puedo pensar que hago un gran servicio para el Señor compartiendo diariamente versículos, meditaciones o mensajes evangelísticos por medios digitales, pero en persona difícilmente hablo del Señor con mi familia, amigos o desconocidos. La vida cristiana debe ser realidad en todo aspecto. Es una falsedad—una hipocresía—si por redes sociales soy un gran evangelista, pero en mi vida personal nadie sabe que soy realmente cristiano. En este sentido, podemos aplicar el caso de Simón Pedro, quien, en su zona de comodidad, junto al Señor, dijo que entregaría hasta su propia vida por Él, pero cuando estuvo sentado en la fogata junto a Sus enemigos, negó al Señor tres veces.


De esto también se desprende otro peligro: muchos cristianos pueden entrar en debates teológicos a través de redes sociales. En este aspecto, también se aplica lo dicho anteriormente y el pasaje mencionado. ¿Edifica lo que estoy diciendo? ¿Es necesario para el momento? ¿Imparte gracia a aquellos que recibirán lo que estoy comunicando?


Pasando a la parte positiva, ¡cuán bueno es cuando nos exhortamos, alentamos y corregimos en amor! Nuestra comunicación, sea cual sea, debe estar caracterizada por Cristo mismo. Es muy útil leer cartas de creyentes en otras épocas y ver cómo se comunicaban entre sí. ¡Cuánto de la Biblia había en sus comunicaciones, cuánta gracia y carácter cristiano!


Que el Señor nos conceda entender que el «habla» no se limita a nuestra comunicación hablada, sino a toda comunicación que mantenemos. Entendiendo esto, busquemos siempre comunicar lo que es bueno para edificación, según la necesidad del momento, y para edificación de quienes reciban estos mensajes.

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