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Richard Barnett

Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job

Citas bíblicas extraídas de la traducción NBLA


Job, el hombre mencionado en el título de este artículo (Job 1:1), no fue un personaje ficticio, sino una persona de ‘carne y hueso’. En las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, encontramos evidencias de esto:


  • Ezequiel 14:14 – "Aunque estos tres hombres, Noé, Daniel y Job, estuvieran en medio de ese país, solo ellos se salvarían a sí mismos por su justicia, declara el Señor DIOS."

  • Ezequiel 14:20 – "Aunque Noé, Daniel y Job estuvieran en medio de él, vivo yo, declara el Señor DIOS, que ni a su hijo ni a su hija podrían salvar; solo ellos se librarían a sí mismos por su justicia."

  • Santiago 5:11 – "Miren que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Han oído de la paciencia de Job, y han visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso."


Job vivió antes de la promulgación de la Ley, y probablemente fue contemporáneo de Abraham. El nombre divino "Todopoderoso" aparece 31 veces en el libro de Job, más que en el resto de los libros de la Biblia en conjunto. Es el mismo nombre que Dios usó cuando se le apareció a Abraham: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto" (Gn. 17:1).


¿Qué sabemos acerca de la vida personal de Job? Job era un hombre moralmente sobresaliente, "intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (Job 1:1). Dios lo había bendecido con siete hijos y tres hijas, además de grandes posesiones materiales, llegando a ser "el más grande de todos los hijos del oriente" (v.3). Habitualmente, se levantaba temprano para ofrecer holocaustos al SEÑOR en nombre de cada uno de sus hijos cuando estos se reunían socialmente para comer y beber, pues decía: "Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones" (v.5). Job era un buen padre que intercedía por sus hijos, un ejemplo para nosotros acerca de la importancia de presentar ante el trono de la gracia a nuestros hijos y nietos (véase He. 4:16).


El sufrimiento de Job

El libro de Job trata principalmente acerca del sufrimiento, que es algo que comparte en común toda la humanidad. Pedro les recordó a los cristianos judíos: "Las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en sus hermanos en todo el mundo" (1 P. 5:9). Cuando leemos las Escrituras, nos damos cuenta que el sufrimiento conforma una parte significativa de los caminos de Dios para su pueblo –tanto en el pasado, como en el presente y el futuro. Al hablar del tiempo pasado, Santiago escribió: "Hermanos, tomen como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. Miren que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Han oído de la paciencia de Job, y han visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso" (Stg. 5:10-11). En relación con el tiempo presente, Pablo escribió: "Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada" (Ro. 8:18). En relación al futuro, el Señor Jesús les dijo a sus discípulos: "Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos. Pero todo esto es solo el comienzo de dolores. Entonces los entregarán a tribulación, y los matarán, y serán odiados de todas las naciones por causa de mi nombre... Porque habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás" (Mt. 24:7-9, 21).


El libro de Job tiene un comienzo trágico pero un final feliz. Dios establece un límite en lo que permite en las vidas de sus santos, e incluso Satanás debe someterse a Su autoridad. Este libro, por lo tanto, resalta tanto la soberanía como el gobierno de Dios en este mundo de pecado y sufrimiento, especialmente a favor de los suyos. Otra cosa que podemos comprender al leer este libro es la intensidad del odio que Satanás alberga contra el pueblo de Dios. En estas páginas, Dios, por así decirlo, corre la cortina para que echemos un vistazo a las actividades de Satanás y su hostilidad en contra de Job.


Satanás tenía su mirada puesta en Job, y Dios permitió que Satanás lo afligiera (véase Job 1:12). Esto plantea las siguientes preguntas: «¿Acaso Dios se complace en nuestro dolor? ¿Dios simplemente aceptó el desafío de Satanás a costa de la felicidad y el bienestar de Job?» Si la respuesta a estas preguntas fuera «Sí», ¡cuánto enlodaría esto el carácter inmaculado de nuestro Dios! Sin embargo, leemos en otras partes de las Escrituras: Se nos dice acerca del SEÑOR: "Él no pudo soportar más la angustia de Israel" (Jue. 10:16) y "en todas sus angustias Él estuvo afligido" (Is. 63:9).


La respuesta, por el contrario, es que Dios es sensible a nuestro dolor y sufrimiento. Satanás le había dicho a Dios acerca de Job: "¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no te maldice en tu misma cara" (Job 1:10-11). Entonces Dios le dio permiso a Satanás para que afligiera a Job.


Los problemas para Job comenzaron rápidamente, acumulándose uno tras otro en poco tiempo. Fue puesto en un crisol de sufrimiento. Primero, los sabeos asaltaron sus bueyes y asnos, matando a sus siervos (véase Job 1:14-15). Job no tuvo tiempo de digerir esta noticia antes de que otro mensajero le dijera: "Fuego de Dios cayó del cielo y quemó las ovejas y a los criados y los consumió" (v.16). Antes de que este mensajero terminara de hablar, vino otro y dijo: "Los caldeos formaron tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada" (v.17). Mientras este aún hablaba, vino otro y dijo: “Sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa del hermano mayor, y entonces vino un gran viento del otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, y esta cayó sobre los jóvenes y murieron" (vv.18-19). Los poderes del mal se habían desatado repentinamente contra Job.


Sin embargo, Satanás estaba equivocado cuando le dijo a Dios que si Él quitaba la protección que había puesto alrededor de Job, este lo maldeciría en Su misma cara (véase Job 1:9-11). De hecho, la respuesta de Job desafió toda lógica humana. "Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR. En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios" (Job 1:20-22). Así, Dios demostró que un santo de Dios inmerso incluso en la más profunda tristeza y angustia mental, aún es capaz de decir: "Aunque él me mate, en Él esperaré" (Job 13:15). ¡Esta es una fe que desafía toda aflicción!


La gente de este mundo a menudo culpa a Dios por sus desgracias. De hecho, el primer hombre, Adán, fue el primero en hacer esto. ¿A quién culpó por su pecado? "La mujer que me diste por compañera" (Gn. 3:12). Pero la respuesta de Job fue asombrosa y conmovedora. Dio expresión visible de su dolor cuando "rasgó su manto, se rasuró la cabeza". Luego, "postrándose en tierra, adoró" (Job 1:20). Su tristeza más profunda dio paso a la más alta expresión de adoración de sus labios. Tengamos en cuenta también que Job reconoció la soberanía de Dios en lo que le había sucedido. Dijo: "El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó" (v. 21). Nuestros sufrimientos son mucho más llevaderos cuando reconocemos la mano de nuestro Dios y Padre amoroso. El salmista, en su aflicción y angustia, hizo lo mismo: "Yo sé, SEÑOR, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido." (Sal. 119:75).


¿Por qué sufrimos?

Dado que no hay registro de sufrimiento antes de la caída de Adán, podemos concluir con seguridad que el sufrimiento es resultado directo del pecado. Para deshacer las consecuencias del pecado – separación de Dios, enfermedad, sufrimiento y muerte – el Señor Jesús tuvo que sufrir y morir en la cruz. "Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu" (1 P. 3:18). Él era sin pecado, pero sufrió "por los pecados" –nuestros pecados. Su muerte constituye el fundamento para la erradicación total del pecado y sus consecuencias.


¿Sufrió Cristo también durante su vida en este mundo, desde el pesebre hasta la cruz? Consideremos el testimonio de Pedro: "Quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia" (1 P. 2:23). Isaías lo describió de la siguiente manera: "Fue despreciado y desechado de los hombres, Varón de dolores y experimentado en aflicción" (Is. 53:3). En efecto, como escribió Sir Edward Denny (1796–1889): «El Salvador fue un Peregrino atravesando este mundo solitario; ¡cuánto sufrió él en su vida, siendo finalmente inmolado como el Cordero!» (Traducción literal). Dios permite el sufrimiento en nuestras vidas, pues este forma parte inherente de esta creación caída, pero él siempre tiene un fin u objetivo en mente.


Cómo Dios usa el sufrimiento

Santiago escribió: "Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte" (Stg. 1:2-4). De manera similar, Pablo afirmó: "Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza" (Ro. 5:3-4).


A través de sus sufrimientos, Job desarrolló paciencia (o perseverancia). Al final del libro, leemos cómo el SEÑOR duplicó sus bendiciones. Job tenía una opinión demasiado elevada de sí mismo. Sin embargo, al final él le confesó lo siguiente al SEÑOR: "He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza" (Job 42:5-6).


El sufrimiento prueba la autenticidad de nuestra fe y la fortalece. Pedro lo expresó así: "En lo cual ustedes se regocijan grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo" (1 P. 1:6-7). En medio de todo el sufrimiento, quedó demostrado que la fe de Job era auténtica, pues, aunque maldijo el día de su nacimiento, él nunca maldijo a su Dios (véase Job 3:1-3).


El sufrimiento también nos purifica, pues elimina las impurezas de nuestras vidas. Job declaró: "Pero Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro" (Job 23:10). Pedro también escribió: "Después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a su gloria eterna en Cristo, él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá" (1 P. 5:10). Podríamos intentar evitar nuestros sufrimientos, pues a nadie le gusta sufrir, pero estaríamos perdiendo el propósito que Dios tiene en mente. Él desea infundir en nosotros las cualidades morales del Señor Jesús, las cuales complacen su corazón.


Dios permitió que José sufriera para que sus tribulaciones dieran como resultado una vida fructífera y de servicio a sus hermanos y a Egipto. Dios también utiliza el sufrimiento para llevarnos de vuelta del camino de la desobediencia al sendero de la obediencia. El salmista reconoció: "Antes que fuera afligido, yo me descarrié, pero ahora guardo tu palabra" (Sal. 119:67).


Ánimo en medio del sufrimiento

Lamentablemente, la angustia mental y el dolor de Job se intensificaron debido al juicio emitido por sus tres amigos, de quienes esperaba palabras de consuelo y solaz. En lugar de eso, ellos lo acusaron de graves pecados, que según ellos lo habían alcanzado. Él buscó compasión de parte de ellos: "Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo" (Job 6:14). Más tarde, les suplicó: "Tengan piedad, tengan piedad de mí, ustedes mis amigos, porque la mano de Dios me ha herido" (Job 19:21). Sin embargo, solo recibió palabras duras y crueles de parte de sus "consoladores molestos" (Job 16:2).


Sin embargo, el consuelo que Dios es muy diferente. Él quiere usar a aquellos que han experimentado su consuelo en medio del sufrimiento para consolar a los que están sufriendo. En 2 Corintios 1:3-4, leemos: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios". En nuestros sufrimientos, primero reconozcamos la mano de nuestro Padre amoroso, quien «nunca causará a sus hijos una lágrima innecesaria" (W. F. Lloyd, 1791-1853). En segundo lugar, "los que sufren conforme a la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien" (1 P. 4:19). En tercer lugar, "¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración" (Stg. 5:13). En cuarto lugar, confiemos en la palabra de Dios: "Mi alma desfallece por tu salvación; en tu palabra espero" (Sal. 119:81). Además, el escritor de este salmo también añadió: "Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado" (vv. 49-50). Dios es fiel a su Palabra; y se puede confiar plenamente en ella, porque él es tan bueno como su Palabra.


Queridos compañeros de sufrimiento y tribulación: confiemos en el amor inmutable y la fidelidad de nuestro Dios. Él dijo: "No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia" (Is. 41:10). Finalmente, recordemos siempre que el Señor es verdaderamente "muy compasivo y misericordioso" (Stg. 5:11). Nuestros sufrimientos son solo por un tiempo, pues "el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría" (Sal. 30:5). Job es prueba de ello.


Traducido de la revista "Grace and Truth", Octubre 2024

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