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Hasta que él venga

Tiempo de lectura: 11 minutos.

Traducción bíblica utilizada: RVR1960

Existe una relación íntima entre ser siervo de Cristo y actuar como un discípulo. La Escritura presenta muchas enseñanzas acerca del servicio en vistas del pronto regreso del Señor Jesús. En este artículo examinaremos varios roles que tenemos como cristianos, y lo haremos teniendo en vista la venida del Señor.

Me gustaría que consideremos cinco pasajes que hablan de nuestras responsabilidades actuales, y todos ellos en vistas de la venida de Cristo. A veces, las personas creen que la idea de la segunda venida del Señor es solo para aquellos que ‘viven en los aires’. Sin embargo, las Escrituras que mencionaremos nos ayudarán a entender nuestras motivaciones y objetivos, y también nos animarán a ser fieles a nuestro Señor Jesús, por amor a Aquel que se dio a sí mismo por nosotros (véase Gá. 2:20).


La Promesa de su Venida

El Señor Jesús les prometio a sus discípulos que volvería para animarlos. La promesa se encuentra en las palabras "hasta que yo regrese" (NBLA) o "mientras tanto que vengo" (Lc. 19:13; véase Jn. 14:3). Al hacer esta promesa, Jesús expresó su deseo de que seamos siervos que esperan a su Maestro. Pero no solo eso, también quiere que trabajemos diligentemente en sus intereses en este mundo, aunque este sea un lugar donde fue rechazado y sigue siendo rechazado. ¿Somos siervos en los que el Señor Jesús puede confiar?


Este tema tan importante está vinculado con los diversos roles que poseemos como cristianos:


1.- Siervos,

2.- Discípulos,

3.- Hermanos y hermanas,

4.- Testigos y

5.- Como aquellos que aman a su Señor.


En este artículo veremos cómo la espera de la venida de Jesús nos afecta en estas cinco áreas. Al observar estas relaciones, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Soy verdaderamente un siervo de Cristo, un auténtico discípulo, un buen hermano o hermana, un testigo fiel y amo realmente al Señor?


Siervos - "Negociad" (Lucas 19:11-26)

Después de escuchar acerca de la gracia salvadora que Cristo llevó a la casa de Zaqueo, los discípulos y la gente que lo rodeaba se preguntaban si el reino de Dios se manifestaría enseguida (Lc. 19:11). Pensaban que Jesús pronto reinaría con mucha gloria. Pero él les dejó claro que pronto se iría "a un país lejano". Por lo tanto, iba a encomendar sus intereses en las manos de aquellos que confiesan su nombre durante el tiempo de su ausencia, los que están representados por los diez siervos de esta historia. Cada uno de estos diez siervos recibió una mina, lo que significa que todos tenemos la misma Biblia, la misma cantidad de tiempo, etc.


El número diez simboliza la responsabilidad del hombre; el hecho de que cada uno recibiera una sola mina muestra que él le confía lo mismo a todos. Como discípulos en el reino de Dios, todos tenemos la misma 'cantidad' de gracia a nuestro alcance (la "gracia" es un tema especial en el Evangelio según Lucas). La pregunta es: ¿Cómo podemos usar esto para servir al Maestro? ¿Estamos sirviendo diligentemente en los intereses de Cristo, aunque él esté ausente por mucho tiempo?


Para ilustrar este punto, me viene a la mente la historia del jardinero de un conde italiano. Este jardinero realizaba su trabajo con fidelidad, manteniendo siempre en perfecto orden el amplio jardín de la finca, aunque su amo, el embajador en un país lejano, no había estado allí durante muchos años.

Este jardinero, un fiel cristiano, dijo que aunque no había visto a su amo en muchos años, mantenía el jardín impecable porque sabía que su amo podía regresar en cualquier momento. Del mismo modo, nuestro Señor espera que rindamos cuentas de cómo hemos utilizado nuestro tiempo, nuestras habilidades y nuestros privilegios durante su ausencia.


Aunque Jesucristo es rechazado en este mundo, nuestra tarea es representar a nuestro Señor en el mismo mundo que lo crucificó. De hecho, este es el significado del reino en su impacto moral en la actualidad. Como discípulos de Jesucristo, pronto reinaremos con él, aunque en diferentes grados según nuestra fidelidad y habilidad.


El Señor Jesús espera que seamos activos, productivos y diligentes, pero no nuestras fuerzas carnales o meras estratagemas humanas, sino con el poder del Espíritu y guiados por la Palabra de Dios. No se trata solo de un simple conjunto de reglas que hay que seguir al pie de la letra (tal como lo representa aquel que puso su mina en un pañuelo), sino que se trata de nuestro amor hacia el Señor, como lo demuestran los siervos que adquirieron diez o cinco minas más allá de las que les fueron confiadas.


Después de leer y meditar en esta parábola, podemos aplicarla a nosotros mismos con una pregunta: ¿Somos siervos en quienes el Señor puede confiar, ocupados fielmente en sus intereses?


Discipulado -"Sígueme... hasta que yo venga" (Juan 21:19-23)

¿Seguimos al Señor Jesús tal como él anduvo en la tierra? Esta pregunta se relaciona estrechamente con la pregunta del párrafo anterior. No significa que debamos adoptar el judaísmo, como algunos creen, sino que debemos seguir el ejemplo del Señor y su carácter moral (véase Fil. 2:5). Por la infinita gracia de Dios, el Señor restauró a Pedro a la comunión con él y con el resto de los discípulos luego de haberlo negado (véase Mt. 26:69-75). Luego de haberlo restaurado (véase Jn. 21:15-19), le dijo: "Sígueme". Pero Pedro, al darse cuenta de que el discípulo a quien Jesús amaba los seguía, le preguntó al Señor: "¿Y qué de este? " Su respuesta es admirable: "Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú " (Jn. 21:20-22)


De esto podemos aprender varias lecciones. Una de ellas es que debemos seguir al Señor sin importar lo que suceda. No debemos preocuparnos por los asuntos de otras personas, sino simplemente seguirlo a él. Al tomar su yugo sobre nosotros, aprendemos de él y somos transformados a su imagen. Esto no solo es nuestro llamado, sino que se trata de una necesidad imperiosa. También tiene que ver con cómo respondemos a su llamado: esto lo vemos de forma preciosa en la vida del apóstol Juan. No permitamos que ningún obstáculo, incluso las cosas bien intencionadas, se interpongan entre el Señor y nosotros.


Al considerar la vida del apóstol Juan, podemos extraer tres lecciones para nosotros:

  • En cinco ocasiones en su evangelio, Juan se refiere a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba. Esto no significa que el Señor no amara a los otros discípulos. En lugar de eso, nos muestra que Juan había aprendido a quitar todo estorbo en su relación con el Señor, de modo que el amor del Señor podía fluir ininterrumpidamente hacia él.

  • Juan se caracterizaba por su amor por el Señor, lo que lo llevaba a seguirlo.

  • Juan disfrutaba de una relación íntima con el Señor, por lo que conocía sus pensamientos y confiaba en él. Esto hacía que no se apoyara en su propia inteligencia o habilidad (véase Jn. 21:20; Pr. 3:5). Sigamos al Señor y confiemos en él hasta que venga.


Relaciones Cristianas - "No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor" (1 Corintios 4:1-5)

El tema de ‘juzgar o no juzgar’ puede generar mucha confusión. Algunos creen que no debemos juzgar nunca, basándose en este versículo y en Mateo 7:1. Pero en ese mismo pasaje, el Señor muestra que sí debemos ser capaces de juzgar. Además, Pablo explica la importancia de juzgar cosas como el ‘yo’, el pecado, la carne y el mundo.


En 1 Corintios 4:1-5 se nos dice que no debemos juzgar al siervo que pertenece al Señor (véase Ro. 14), ni las motivaciones de nuestros hermanos y hermanas, ni siquiera las propios. Simplemente debemos hacer la voluntad del Maestro. Juzgar a los siervos de Dios, como lo estaban haciendo los corintios, es tomar el lugar de Dios. Además, lo estaban haciendo en el momento equivocado (mucho antes de lo debido) y con los estándares equivocados, a saber, sus propios prejuicios y preferencias.

El pasaje de 1 Corintios 4:1-5 trata acerca de la mayordomía, el servicio, la rendición de cuentas y el propio ejemplo de Pablo, pero nos centraremos en el versículo 5. Es necesario que actuemos como hermanos y hermanas en Cristo, sin obstáculo alguno, hasta que el Señor venga. Al juzgar las motivaciones de los demás o los deseos de sus corazones, destruimos activamente las buenas relaciones. ¿Cuál es el remedio? Mantener constantemente la venida del Señor ante nuestros corazones y mentes. Esto nos protegerá contra muchos males, especialmente contra el mal de juzgar indebidamente a los demás.


Para evitar cualquier malentendido, permítanme enfatizar algo más: debemos juzgar cuando la Escritura nos enseña a hacerlo, pero debemos abstenernos de hacerlo cuando la Palabra de Dios nos lo dice. De hecho, debemos cuidar del pueblo de Dios, tal como lo hicieron Pablo, Apolos y Timoteo. Cuando el Señor venga, ¿cómo nos hallará? ¿Juzgando injustamente o cuidandonos unos a otros como es debido?


Testigos - "Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga" (Apocalipsis 2:25)

En Apocalipsis 2 y 3, las siete iglesias son vistas como testigos del Señor Jesús, quien ahora está en el cielo. Dejar el primer amor (Ap. 2:4) introdujo todo tipo de problemas y dificultades. Este pasaje se relaciona con Mateo 24:48, donde leemos: "Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir". Por otro lado, el Señor anima a su pueblo, incluso en los días más oscuros (Tiatira) a ser sus testigos de forma colectiva, como lo indica el uso del plural.


La palabra griega utilizada para testigo es martys, de la cual deriva el término ‘mártir’ en el castellano. El primer mártir o testigo (véase Hch. 22:20) en el testimonio cristiano fue Esteban en Hechos 7, quien murió por su Maestro celestial. Ciertamente, Esteban estaba listo para ir al encuentro de su Maestro. Y no solo eso, sino que su Maestro también estaba listo para su encuentro. Esteban vio a Jesús de pie a la diestra de Dios (véase Hch. 7:55-56 NBLA), listo para ayudarlo y recibirlo en los cielos. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio que implica ser sus testigos, no solo individualmente, sino también como iglesias locales?


Las desviaciones en el testimonio cristiano comenzaron muy temprano en la historia de la Iglesia. Es importante considerar que el ministerio de Juan se enfoca en lo esencial, pues busca preservar a los creyentes en el conocimiento y el disfrute de las bendiciones de Dios. Juan nos hace volver al primer amor: aquella condición en la que Cristo lo es todo para el corazón. Además, Juan se dedica a presentar las cosas que permanecen hasta el final, para así fortalecer al vencedor. La Iglesia, como testimonio responsable en la tierra, perdió y abandonó este primer amor (Ap. 2:4). Sin embargo, cuando hay fallas en el testimonio público, entonces podemos ver como Juan apela al creyente individualmente, buscando restaurar el primer amor en él.


Además, su ministerio nos ayuda a mantenernos en esta condición y relación hasta la venida del Señor en el arrebatamiento. A lo largo de todo el libro de Apocalipsis, la revelación de la gloria de Cristo, antes de su manifestación pública en este mundo, tiene un resultado moral. Prepara a la Iglesia, la verdadera esposa, para que esté ataviada para recibir al Esposo. El Espíritu y la esposa dicen: "Ven" (Ap. 22:17). Esta es la única palabra que la esposa pronuncia públicamente: es una expresión de deseo, anhelo, amor y ansiosa espera. Recordemos lo siguiente: solo cuando nos encontramos en tal condición, podremos ser verdaderos testigos. Esto nos muestra que hay una estrecha relación entre ser siervo, discípulo, testigo y alguien que ama a Cristo.


El lenguaje del amor - "Haced esto en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-28)

¿Estoy anticipando la venida del Señor? ¿Cuál es el impacto que esta esperanza tiene en mi vida? Algo que nos ayudará a estar siempre preparados para su venida es celebrar la Cena del Señor tal como él lo instruyó a través del apóstol Pablo. Esto también nos ayudará a servir al Señor de la manera correcta mientras lo esperamos, y también a ser sus testigos.


Repasemos brevemente lo que hemos visto hasta ahora: el Señor Jesús desea que su pueblo (comprado con su preciosa sangre):

  • Lo sirva como siervos fieles;

  • Lo siga como discípulos comprometidos;

  • Viva conforme a lo que es apropiado para aquellos a quienes él llama sus hermanos;

  • Sean sus testigos, representándolo en un mundo que lo rechaza.


Todo esto solo es posible si tenemos un compromiso profundo con el Señor, movidos por el amor hacia él. Lo amamos porque él nos amó primero (véase 1 Jn. 4:19). Esto es lo que se expresa en la Cena del Señor: en ella se nos recuerda el maravilloso e insondable amor de Cristo, y respondemos a este amor haciendo memoria de él. Este amor es la base para nuestras acciones en las diferentes áreas mencionadas anteriormente. Pero antes de servir, necesitamos actuar desde un amor verdadero hacia él, recordando siempre a Aquel que es nuestro Amado, aquel que ama nuestras almas (véase 1 P. 2:25).


En la Cena del Señor, proclamamos su muerte “hasta que él venga” (1 Co. 11:26). Los creyentes que hacen esto son una compañía de testigos (”proclaman la muerte del Señor ”; NBLA). Nos comportamos como siervos, discípulos, testigos y hermanos a la luz de la pronta venida de nuestro Señor Jesús. Ahora bien, hacer memoria del Señor en el partimiento del pan involucra la responsabilidad moral de juzgarse a uno mismo y estar preparado espiritualmente, poniendo en práctica las lecciones que hemos considerado anteriormente. En última instancia, todo esto es una cuestión de amor a él y reverencia, honrando al Señor, a quien amamos aunque sea rechazado por este mundo.


Después de la invasión fallida de Rusia por parte de Napoleón en 1812, los soldados que sobrevivieron regresaron a sus países de origen. Entre las mujeres que esperaban el regreso de sus seres queridos, había una joven austriaca que llevaba su vestido de novia mientras esperaba el regreso de su ser querido. Sin embargo, él había perdido la vida en el campo de batalla. La joven esperó en vano hasta que también murió. Parece que ella siempre había estado lista para él.


¿Estamos listos para recibir a nuestro Amado? ¿Y qué hay de nuestro vestido de bodas? Apocalipsis 19:8 dice que este vestido, aunque es un don de la gracia de Dios, se compone de acciones justas en nuestras vidas. Debemos ser fieles a él a pesar de que vivimos en un mundo que lo rechazó y lo sigue rechazando. ¿Qué mejor cosa podemos hacer que prepararnos para él, sirviéndole fielmente, siguiendo sus pisadas y su ejemplo, sosteniendo buenas relaciones fraternales, siendo sus testigos y haciendo lo que él nos pidió: "Haced esto en memoria de mí"?

Alfred E. Bouter


Traducido de "The Holy Scriptures" (www.theholyscfriptures.org/alfredbouter)

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