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Felipe el evangelista: diez lecciones para los siervos


Felipe es el único siervo del Señor llamado específicamente "evangelista" en el Nuevo Testamento (Hch. 21:8). Sin lugar a dudas, muchos otros obreros del reino de Dios han sido evangelistas y han desempeñado este ministerio, pero Felipe es el único al que se le otorga explícitamente este título. Veamos qué podemos aprender de su ejemplo.

Felipe es mencionado tres veces en el Nuevo Testamento (Hch. 6:5; 8; 21:8). Aparece aparentemente ‘de la nada’, pero la importancia de su servicio es innegable antes de que vuelva a desaparecer de la escena.


Lección 1: Flexibilidad en el ministerio

Felipe no estaba atado a un lugar fijo en su ministerio. Trabajó en diversos lugares: entre los creyentes en Jerusalén (Hch. 6), en Samaria (Hch. 8), en el desierto (Hch. 8), en Azoto (Hch. 8) y en su hogar en Cesarea (Hch. 21). Otros siervos del Señor, como Pablo, Aquila y Priscila, entre otros, también siguieron este patrón de conducta.

Felipe es un excelente ejemplo de alguien que fue flexible en su ministerio y no buscó permanecer en un servicio o lugar determinado cuando el Señor deseaba que lo sirviera de una forma diferente y en un nuevo lugar.


Lección 2: Ser pescadores de hombres

Como evangelista, Felipe utilizó las dos herramientas que un pescador tiene a su disposición: la red y la caña. La red se utiliza para ‘pescar’ a muchas personas para Cristo, mientras que la caña se usa para ganar personas individualmente, por aquí y por allá, para el Señor. En la primera parte de Hechos 8, Felipe usa la red; en la segunda, la caña de pescar.

Aunque no todos tengamos un don especial como evangelista, cada uno de nosotros puede ser un testigo eficaz de Jesucristo y una luz en el mundo. En principio, no importa si tratamos de ganar a muchas personas al mismo tiempo o a una sola para nuestro Señor.


Lección 3: Atender al llamado del Señor

La experiencia de Felipe es un claro ejemplo de cómo los siervos son llamados a su ministerio. Había sido seleccionado por los discípulos y posteriormente nombrado por los apóstoles para lo que a menudo denominamos una forma de ‘servicio diaconal’, es decir, la distribución adecuada de la colecta monetaria (véase Hch. 6:1-5). Sin embargo, su ministerio evangelístico se basaba únicamente en el llamado del Señor. Cuando se trata de ejercer un don de gracia de cualquier tipo, solo el Señor llama al ministerio. Felipe fue obediente y respondió (véase Hch. 8:5).

Al igual que Felipe, no debemos resistirnos al llamado del Señor al servicio, sino que debemos estar dispuestos a llevar a cabo cualquier tarea que él nos asigne. Cuando predicamos del Señor, no debemos esperar a que la gente venga a nosotros. Más bien, tenemos la responsabilidad de ir a ellos y ganarlos para Cristo.


Lección 4: Predicar la Palabra

Lo primero que leemos acerca del ministerio evangelístico de Felipe es que predicaba a Cristo. No hablaba de sus propias experiencias, sino que se centraba en el Señor. Para hacer esto, utilizó la Palabra de Dios. Es destacable que Hechos 8 repite que él proclamó el evangelio y que fue recibido (vv. 5-6, 12). Felipe, como Pablo más tarde, se preocupaba por no añadir nada al mensaje que se le había dado para anunciar, no le añadía ni le quitaba nada ni lo alteraba de ninguna otra manera.

Las personas necesitan que se les presente la Palabra de Dios para llegar a la fe en Cristo (véase Ro. 10:14). Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de compartir las buenas nuevas, ya sea evangelizando (si tenemos ese don), hablando del Señor en conversaciones individuales, distribuyendo tratados, etc. Un buen testigo de Jesucristo dirige a los demás hacia la Palabra de Dios. Un buen testimonio de Jesucristo dirige los corazones a Cristo, quien murió en la cruz, resucitó y ahora está sentado a la diestra de Dios.


Lección 5: Escuchar las órdenes del Señor

Felipe estaba trabajando en un campo fructífero. Muchos llegaban a la fe. Pero de repente la escena cambió. Fue enviado a un camino desolado: ya no había ciudades y aldeas, sino desierto; ya no había una multitud para recibir la Palabra, sino una persona que necesitaba ser salvo.

El pescador de hombres ya no usó la ‘red’, sino la ‘caña’. La orden es clara e inequívoca: "Levántate y ve" (Hch. 8:26). Felipe tuvo que dejar una esfera de actividad por otra. El cristianismo está caracterizado por el movimiento y la actividad ("levántate"). Ser cristiano no significa permanecer siempre en el mismo lugar ("ve"). Los siervos de Dios se caracterizan por estar en movimiento, al igual que nuestro Señor. Deben ser obedientes y responder a la guía del Señor – Él puede dejarnos en un determinado campo de trabajo (o en un lugar determinado) durante mucho tiempo o enviarnos a otro lugar después de un corto período de tiempo.

La experiencia de Felipe nos enseña que lo importante no son nuestras ideas y pensamientos, sino la guía de Dios. Cuando él nos llama a un ministerio, debemos ir. Incluso si esto significa que debamos dejar un campo de servicio que está dando muchos frutos.


Lección 6: Un camino desierto

Un camino desierto puede no parecer un lugar de servicio deseable para un predicador o evangelista. Sin embargo, cuando el Señor es quien nos dirige, no debemos centrarnos en lo que consideramos resultados probables o en la relevancia de estos resultados. Los caminos de Dios no son nuestros caminos.


Lección 7: Dios pone a prueba nuestra fe y obediencia

Felipe no recibió ninguna indicación del ángel del Señor acerca de lo que sucedería en el camino del desierto. De esta manera, la fe y obediencia de Felipe fueron puestas a prueba (al igual que la fe de Abraham, quien partió sin saber a dónde iba). Dios no siempre proporciona a sus siervos detalles precisos sobre lo que está por venir o sobre las tareas específicas que deben desempeñar (aunque, por supuesto, puede hacerlo, como en el caso de Ananías en Hechos 9:10-12). Sin embargo, Él espera que confiemos y obedezcamos.


Podemos tener la seguridad de que Dios camina con nosotros. Cuando Moisés pidió a Dios que le mostrase el camino que debía seguir para guiar al pueblo de Israel, Dios le prometió que su presencia iría con él y le daría descanso (véase Éx. 33:13-14). Hoy, el Señor Jesús es nuestro ayudador y nunca nos dejará ni nos desamparará (véase He. 13:5-6).


Lección 8: Practica la paciencia

Felipe fue paciente. Tras correr al carruaje, él escuchó al etíope y luego le hizo una pregunta. Solo después de esto comenzó a predicarle el evangelio.


Lo primero que aprendemos de esto es la importancia de escuchar. Debemos ser prontos para oír y lentos para hablar (véase Stg. 1:19). Si queremos transmitir un mensaje a los demás, también debemos estar dispuestos a escuchar. En segundo lugar, aprendemos la importancia de conocer a fondo la Palabra de Dios para poder compartirla. Felipe estaba bien versado en el Antiguo Testamento, ya que desde las primeras palabras que el funcionario etíope le dijo, Felipe reconoció qué pasaje de las Escrituras estaba leyendo. Es importante que, en las conversaciones personales con los no creyentes, tengamos los oídos abiertos y un buen conocimiento de la Biblia.


Lección 9: ¡Muestra valentía!

Se requería valentía para acercarse a este alto funcionario de Etiopía. Sin embargo, Felipe no pareció mostrar temor. El Evangelio supera las diferencias. Todos necesitan escuchar el mensaje, sin importar quiénes sean. Esto es cierto independientemente del género, estatus social, origen nacional y étnico, edad, preferencias personales, estado civil, cualquier discapacidad física o religión. Felipe inició la conversación con una pregunta. Las preguntas suelen abrir el corazón. Demuestran interés en la otra persona. No es en vano que nuestro Señor solía hacer preguntas cuando hablaba con la gente, a pesar de que siempre conocía la respuesta.


Como Felipe, no debemos tener miedo de acercarnos a los desconocidos bajo la guía del Señor. Hacer preguntas puede ser una buena manera de iniciar conversaciones con ellos.


Lección 10: Predica el Evangelio de Jesús

Felipe centró su predicación en un punto específico. Predicó el evangelio de Jesús y nada más. Es posible que el eunuco de Jerusalén ya hubiera oído hablar de Jesús, así que ya conocía su nombre, pero lo que no sabía era el mensaje acerca de él. Pero eso es precisamente lo crucial. Felipe no habló aquí del Cristo, como había hecho en Samaria, sino específicamente de Jesús, Jesús el Salvador. Eso era justo lo que este hombre necesitaba oír, porque necesitaba ser salvo.


Necesitamos la guía del Espíritu Santo para reconocer en cada caso individual el mensaje que una persona necesita escuchar y lo que debemos y no debemos decir sobre el Señor Jesús a un incrédulo dispuesto a escuchar. Alguien que nunca ha oído hablar de nuestro Señor Jesús necesita un mensaje diferente al de alguien que ha crecido en un hogar cristiano y ha oído el evangelio muchas veces.


Conclusión

Este incidente concluye con el Espíritu del Señor llevándose a Felipe. Al finalizar su servicio, ya no se necesitaba a un siervo en el desierto. El Señor decide cuándo comienza y cuándo termina una tarea específica. Sin embargo, Felipe no se mantuvo ocioso. Predicó el Evangelio desde Azoto (la antigua ciudad filistea de Asdod, al norte del camino a Gaza) hasta Cesarea (véase Hch. 8:40), una ciudad romana situada más al norte, en la costa del mar Mediterráneo. Esa era su vocación. Allí se quedó. Fue de ciudad en ciudad, y estamos seguros de que dejó huellas duraderas de bendición. Un día, veremos los frutos de esta evangelización en el cielo.


Traducido de la revista "Truth & Testimony, Issue 1, 2024"

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