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Evangelizar con fe y perseverancia

Tiempo de lectura: 6 minutos

Traducción bíblica utilizada: Reina Valera 1960

"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás". (Eclesiastés 11:1)


La historia de Noé nos demuestra cómo una fe viva puede impactar la conducta de los creyentes de forma concreta. Leemos: "Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase" (Hebreos 11:7). Dios le dijo a Noé que un gran diluvio vendría sobre la tierra y le ordenó que construyera un arca. Noé creyó lo que Dios dijo y dedicó cerca de 120 años de su vida a construir una gran embarcación sobre tierra firme, aunque no había nada de agua a la vista.


¿Cuánto habrá sido el desprecio y la falta de comprensión de las demás personas hacia Noé durante todos esos años a causa de este acto de fe? En lugar de creerle al "pregonero de justicia" (2 Pedro 2:5) y ayudarlo a construir el arca, la gente siguió viviendo como si nada pasara. ¿Por cuánto tiempo? Hasta que Noé entró en el arca. En ese momento, Dios cerró la puerta y el juicio cayó sobre la tierra (véase Lucas 17:27). Durante los días siguientes, una poderosa inundación barrió con innumerables almas que no creyeron en la palabra de Dios.


Este incidente también nos brinda un mensaje para nuestros días. Sabemos que muy pronto un terrible juicio caerá sobre este mundo. Pedro preguntó: "¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 Pedro 4:17). En un día cercano, los hombres dirán a las montañas y a las rocas: "Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; y quién podrá sostenerse en pie?" (Apocalipsis 6:16-17).


Actualmente predicamos a Jesús como el "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Sin embargo, aquellos que no lo aceptan como Salvador llegarán a conocerlo como Juez y sufrirán la terrible ira del Cordero. Aún hay tiempo para advertir a la gente acerca del terror del Señor y el abismo hacia el que se dirigen (2 Corintios 5:11; Job 36:12). ¡Pronto será demasiado tarde para muchos!


La fe basada en la Palabra de Dios siempre está en el camino correcto, aun cuando a veces tardamos en ver el cumplimiento de las promesas de Dios. Pedro escribió acerca de este tema: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).


Podemos aplicar la fe de Noé de forma muy práctica a nuestras vidas: Dios también puede decirle a una persona que predique el evangelio en la calle, independientemente de si ve fruto o no. Muchos quizás menearan la cabeza ante tales intentos, pero a través de esta obra el Señor puede salvar almas que de otro modo se perderían por toda la eternidad. El evangelista japonés Matzuzaki predicó el evangelio en la calle, en el mismo lugar, durante más de 1.000 días antes de ver la primera alma convertida. En el caso de Noé, el estuvo predicando por 120 años, y se salvaron tan solo siete almas.

A lo mejor Dios quiere enviar a alguien a una tierra lejana donde hay innumerables almas que nunca han escuchado el nombre de Jesús. A menudo, esto requiere aprender un nuevo idioma y una preparación especial, cosas que implican energía y tiempo. Dios puede mostrarle a un joven cristiano que debe aprender el idioma chino, aunque no vea que haya posibilidad alguna de viajar a China pronto. ¿Qué debe hacer en tal caso? ¡Confiar en Dios y actuar con fe! Como escribió acertadamente Salomón: Salomón acertadamente: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento" (Proverbios 3:5 NBLA).


Oro dos horas por la mañana pidiéndole a Dios para que salve almas. El resto del día lo pasó ayudándolo a contestar a mis oraciones. (Dwight L. Moody)

A veces el fruto tarda mucho tiempo en llegar. John Paton, William Carey, Adoniram Judson, James Fraser y otros misioneros trabajaron durante muchos años sin que nadie se convirtiera. Sin embargo, Dios recompensa la fidelidad con la que le servimos, aunque no haya ningún fruto visible durante mucho tiempo. La siguiente historia demuestra claramente este principio:


En Sydney, Australia, vivía un anciano que siempre repartía tratados evangelísticos en un distrito comercial. Cada vez que entregaba uno, él formulaba la misma pregunta: «Si mueres esta noche, ¿irás al cielo?». Muchas personas recibían el tratado mientras pasaban caminando junto a él, pero la mayoría de ellas simplemente lo guardaban en sus bolsillos.


Una de estas personas, un hombre joven, leyó el tratado en su vuelo de regreso a Londres. El siguiente domingo, él asistió a una congregación cristiana en Londres. Casi al finalizar la reunión, este joven se acercó al predicador y preguntó: «¿Puedo decir unas palabras?».


El predicador, algo incómodo, le dijo: «Se está haciendo tarde… pero está bien, solo que no tardes más de tres minutos».


El joven relató lo siguiente: «La semana pasada estuve en Sydney, Australia, y un anciano me entregó un tratado evangelístico y me preguntó si iría al cielo si moría esa noche. No pude dejar de pensar en esa pregunta. Al día siguiente, después de mi llegada aquí a Londres, visité a un amigo que cristiano. Él me explicó el camino al cielo, y entones me convertí en cristiano». El predicador quedó grandemente impresionado con esta historia.


Tiempo después, el predicador asistió a una conferencia misionera en el Caribe. Cuando le tocó exponer, él incorporó la historia del joven en su mensaje. Cuando terminó, tres misioneros se le acercaron y le dijeron con entusiasmo: «¡Conocemos a ese anciano! Durante una visita a Sydney, nosotros también recibimos ese tratado y, gracias a eso, comenzamos a meditar acerca de la vida. Llegamos a creer en Jesús y nos convertimos en misioneros».


Posteriormente, el mismo predicador viajó a la India, y en sus mensajes volvió a incorporar la historia del muchacho, pero ahora incluyó la historia de los tres misioneros que conoció en el Caribe. Después de la conferencia, un hombre de la India se le acercó y le dijo: «Yo era un empleado del gobierno y tuve que realizar unas visitas oficiales en Australia, específicamente en Sydney. Allí, en la calle George, un anciano me entregó un tratado y me hizo la pregunta: «Si mueres esta noche, ¿irás al cielo?». Esa pregunta quedó grabada en mi conciencia. Cuando regresé a la India, fui a ver a los misioneros que vivían en mi misma calle. Ellos oraron conmigo, me convertí y más tarde me me hice misionero. Esa es mi historia».


Con el tiempo, el predicador siguió conociendo a personas que habían llegado a la fe en Jesucristo a través de aquel anciano en Sydney. Años más tarde, él pudo viajar a Sydney. Estaba ansioso por conocer al anciano. Otro predicador le mostró dónde vivía. Juntos se pusieron en marcha. Un anciano muy frágil les abrió la puerta. Les pidió que se sentaran en su viejo y gastado sofá y los miró ansioso. El predicador londinense le dijo: «He oído que distribuye estos tratados. ¿Alguna vez en su vida se enteró de que alguna persona se haya convertido gracias a ellos?»


El anciano sonrió y contestó: «No, nunca. Los repartía mientras hacía una pregunta y luego nunca volvía a saber de la gente». El predicador respondió: «He viajado por el mundo y he dado muchas charlas. Una y otra vez me he encontrado con personas que han llegado a la fe a través de su ministerio. Muchos incluso se han convertido en misioneros».


El anciano lo miró fijamente con los ojos llenos de lágrimas. Luego le contó cómo había llegado a hacer este trabajo: «Cuando era joven, yo era lo que llaman un 'tipo duro'. Pero un día llegué a la fe. Eso cambió mi vida por completo. He estado siempre tan agradecido a Dios porque me salvó de ir al infierno, y tener la certeza de que iré al cielo, que le prometí que cada día compartiría el evangelio con diez personas o repartiría tratados en caso contrario. Y he cumplido esa promesa, durante cuarenta años».


Si no has visto ningún fruto en la evangelización hace algún tiempo, ¡no te rindas! Si el Señor quiere que hagas cosas como trabajar en un puesto de libros, distribuir tratados y calendarios, o compartir la fe de otras maneras, sigue haciéndolo. Dios recompensará tu fidelidad, ¡y su Palabra no volverá a él vacía! (véase Isaías 55:11).


J. P. Svetlik


Traducido del libro "Living by Faith", editado por The Bereans Publishing. Traducido con permiso.

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