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“Elegir” una iglesia, ¿es bíblico ese pensamiento?

Actualizado: 7 jun

Traducción bíblica utilizada: NBLA

Hace algunos años, leí en la parte trasera de un camión una frase que se me quedó grabada: «¡Asiste a la iglesia de tu elección!». Desde entonces, esa expresión ha seguido rondando en mi mente. ¿Realmente depende de mí decidir a qué iglesia o congregación debo asistir? ¿O acaso Dios tiene un plan definido que se aplica a todos los creyentes? Es curioso pensar que hay un solo camino para la salvación, ¡pero luego existan múltiples maneras de congregarse en torno a la única Persona que nos salvó! No escribo esto para criticar o atacar a nadie, sino con el deseo sincero de examinar cuidadosamente lo que enseña la Palabra de Dios sobre este asunto.


La palabra iglesia —o más precisamente asamblea— aparece solo dos veces en los Evangelios. En Mateo 16:18, el Señor Jesús declara: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Aquí se refiere a la iglesia universal. La segunda mención está en Mateo 18:20, en el contexto de la disciplina: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Aquí se trata de la iglesia local.


Ambas referencias apuntan a algo que, en ese momento, aún era futuro: “Edificaré mi iglesia”. Sin embargo, en Mateo 18:20 el Señor ya emplea el tiempo presente: “Donde están dos o tres reunidos”. Esto no es un detalle menor. Observa que no dice: «Donde dos o tres se reúnen», como si lo hicieran por iniciativa propia, sino “donde están reunidos”, lo cual implica que hay alguien más que los reúne.


Ese Alguien es el mismo Señor Jesús, quien, por medio del Espíritu Santo, congrega a los creyentes como iglesia. Un verdadero cristiano no debería decir con ligereza: «Creo que me congregaré con esta o aquella iglesia», como si se tratara de una decisión o preferencia personal. No, no somos nosotros quienes nos reunimos por cuenta propia, sino que es el Espíritu Santo quien obra para congregarnos al nombre del Señor Jesucristo. Es una obra que viene de afuera de nosotros, que nos atrae para congregarnos a su Nombre. Escuchamos el llamado a congregarnos a su nombre, y respondemos a él. Así como un día escuchamos el llamado a la salvación y respondimos… ¿O acaso tú todavía no lo has hecho?


Escuchemos, pues, el llamado de Dios, quien desea llevarnos a la comunión de su Hijo: “Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la comunión con (”de” véase VM) su Hijo Jesucristo, nuestro Señor” (1 Co. 1:9). ¿Dónde se encuentra esta comunión —la comunión de su Hijo? Por supuesto, cada creyente puede disfrutar de comunión personal con Cristo, pero el pasaje se refiere también a una comunión colectiva, a la que todos los creyentes han sido llamados. Precisamente ese es el significado de la palabra “iglesia” (ekklesia en griego): llamados fuera y reunidos en torno al Señor Jesús.


Así que, el llamado a la comunión de su Hijo implica el estar congregados a su Nombre. No nos reunimos por nuestra cuenta. Es Dios quien nos conduce al lugar donde él desea que estemos congregados: al nombre de su Hijo. Por eso el Señor dijo: “Allí estoy yo en medio de ellos”. Allí, él tiene comunión con nosotros.


“Congregados en mi nombre” — ¿Qué significa?


La expresión “congregados en mi nombre” merece una mirada más detenida. Por supuesto, toda ‘iglesia’ o congregación afirmará que sus miembros están reunidos en el nombre de Jesús. Pero ¿es realmente así? Dios desea que nos congreguemos exclusivamente en y al nombre de su Hijo. Ese es el único fundamento sobre el cual podemos reunirnos. Esto significa mucho más que simplemente usar el nombre “Jesús”. En la Biblia, cuando alguien preguntaba: “¿En qué nombre han hecho esto?” (por ejemplo, Hch. 4:7), en realidad quería saber con qué autoridad actuaba. Permítanme agregar una ilustración para explicarlo:


Si alguien toca a tu puerta y dice: «Hola, soy Hans Schmidt, muéstreme sus cuentas bancarias», probablemente le cerrarías la puerta en la cara. Pero si él agrega: «Soy Hans Schmidt, del servicio gubernamental de impuestos», entonces todo tendrá otro color. No es el nombre «Hans Schmidt» lo relevante, sino la autoridad que representa.


Así también, congregarse en el nombre de Jesús va mucho más allá de lo que muchos creen: implica que estamos reunidos bajo la autoridad del Señor Jesús, y la única forma de hacerlo es congregándonos en conformidad con su Palabra. ¿Se congregan todos los creyentes en todas las ‘iglesias’ realmente al nombre del Señor Jesús? No. Muchos usan su nombre, pero no se sujetan obedientemente a lo que él ha enseñado en su Palabra con respecto a los principios y aspectos prácticos de reunión. Usan el nombre del Señor, pero no se reúnen bajo la autoridad de ese nombre. De hecho, se congregan bajo todo tipo de nombres: nombres denominacionales inventados por los hombres. Muchos de estos grupos tienen estatutos o constituciones que dirimen su curso, y algunos incluso ignoran el hecho de que Dios solo congrega a quienes han sido verdaderamente redimidos en el nombre de su Hijo, el Señor Jesucristo. Evidentemente, tal forma de actuar deja en evidencia que no es Dios quien los congrega, pues él no puede identificarse con nombres concebidos por el hombre —aunque ciertamente haya creyentes fieles dentro de tales círculos denominacionales. Quizás han elegido asistir ahí, pero no es Dios quien los ha guiado a hacerlo.


El Señor Jesús en medio


Cuando asisto a un lugar donde los cristianos están congregados en el nombre del Señor Jesús, lo hago porque Él está ahí. Él es quien atrae a todos hacia sí mismo. No asisto por simpatía personal, por la cercanía del lugar o por los programas ofrecidos. Voy porque he sido atraído por una fuerza ajena a mí: el llamado de Dios a la comunión de “su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”. No estoy llamado a un lugar, ni a un grupo, ni a una actividad, sino a su Hijo.


Cuando fui salvo, escuché el llamado de su Hijo como mi Salvador. Y cuando se trata de con quién debo reunirme como cristiano, respondo a su llamado que me conduce a la comunión de su Hijo. El edificio, la distancia, los programas o las personas no tienen nada que ver con eso. Sencillamente quiero someterme al llamado de Dios a la comunión de su Hijo [en este sentido en particular].

Eso es lo que tenemos para ofrecer: el gran privilegio de la comunión de su Hijo, el Señor Jesucristo. Eso es todo lo que tenemos: su poderoso Nombre. Nuestro lugar de reunión es bastante sencillo. Nuestro enfoque no está en programas, entretenimiento o comodidad. Nos congregamos al nombre del Señor Jesús, no en el nuestro —¡porque no tenemos uno!


¿Qué buscas en una iglesia?


Cuando oigo a alguien decir que está buscando ‘la iglesia correcta’, me pregunto: ¿Hacia dónde desea ser atraído? ¿Qué está buscando realmente? ¿Un lugar agradable y de fácil acceso? ¿Gente simpática, buenas actividades, o un predicador elocuente? Quizá diga: «Estoy buscando la voluntad de Dios para mí». Pero entonces me detengo a pensar: la voluntad de Dios respecto a la reunión de los creyentes no es difícil de conocer. Solo debemos someternos a su llamado: “A su Nombre” y a “la comunión de su Hijo”.


Si preguntas a alguien que asiste a una denominación por qué la eligió, es probable que te dé muchas razones. Pero rara vez escucharás que fue porque Dios lo atrajo allí. Sin embargo, Dios atrae a los creyentes exclusivamente al nombre del Señor Jesús y a la comunión de su Hijo.


Algunos dicen: «No hay suficientes actividades para los jóvenes; por eso no asistimos». Pero si eso es cierto, ¿qué impide a los jóvenes participar en las reuniones que ya existen? No debemos desanimarnos por la falta de ciertos programas. ¡Participa! ¡Involúcrate! Animamos especialmente a nuestras jóvenes hermanas a colaborar, por ejemplo, en la obra con niños. Y si eres un joven hermano, te animamos a estudiar la Palabra de Dios en casa, para que puedas contribuir en los estudios bíblicos y en las reuniones de oración. ¡Deja que el Espíritu del Señor obre en ti! La iglesia no es un estadio lleno de espectadores, sino un lugar donde sacerdotes participan activamente (véase 1 Pedro 2:1-9).


Hoy en día, muchos buscan una iglesia como quien va de compras. Esperan encontrar satisfacción en entretenimiento, amistades, actividades sociales, música o sermones impactantes. Todo gira en torno a sus propios deseos. Se ignora por completo que la voluntad de Dios es que nos sometamos exclusivamente a la autoridad de su Hijo.


En Juan 12:9 leemos: “Entonces la gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí; y vinieron no solo por causa de Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos”. Es decir, estaban más interesados en ver el milagro que en el Señor mismo. Hoy ocurre lo mismo. Muchos quieren escuchar a un predicador famoso o presenciar algo en ‘movimiento’. Buscan ser estimulados.


Otro aspecto lo encontramos en Juan 6:26: “Jesús les respondió: En verdad les digo, que me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado”. ¿Por qué lo seguían? Algunos lo hacían por los milagros; otros, simplemente, por los beneficios materiales.


¡Jesús como el centro!


La actitud correcta la encontramos en Juan 6:65-69: “También decía: Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce discípulos: ¿Acaso también ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.


¿No merece una reflexión seria esta declaración del Señor: “Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”? Ciertamente, este pasaje se refiere a la salvación individual, pero también puede aplicarse al llamado a la comunión de su Hijo y a congregarse a su nombre. Muchos se apartaron del Señor porque sus palabras no se ajustaban a sus expectativas. Esperaban algo distinto de él. Cuando Jesús preguntó a los doce si también querían marcharse, Pedro le respondió con una confesión inigualable: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.


¿Deberíamos entonces buscar una ‘iglesia’, o simplemente congregarnos al nombre del Señor Jesús? Esa es la verdadera pregunta. Espero que ahora puedas decir: «Aunque muchos buscan la iglesia de su preferencia, he comprendido que no se trata de lo que a mí me agrada, ni de lo que me resulta cómodo o atractivo, sino de lo que Dios ha revelado en su Palabra».


No se trata de las personas que asisten, ni de un credo confesional, ni del predicador o los líderes, ni del coro, ni de los programas. Se trata únicamente de Cristo. Una fuerza que no proviene de mí mismo me llama y me convence de congregarme con creyentes que han sido llamados a la comunión de su Hijo. ¿Y cuál es esa fuerza —ese llamado? Es el poder convincente del Espíritu Santo, que, al leer las Sagradas Escrituras, me muestra con claridad el camino conforme a la voluntad de Dios.


Traducido desde www.thebiblestudy.site

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