Pregunta: ¿Cómo tratar a un creyente que vive en pecado?
- Manuel Seibel

- hace 17 horas
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Pregunta: En este contexto (1 Co. 5), ¿el término "hermano" se refiere a alguien que ya ha estado en comunión en la mesa del Señor, o también alguien que en general ha sido reconocido como hermano/hermana en la asamblea local? Un familiar cercano se ha apartado del Señor y se ha ido al mundo. Además, hasta donde sé, vive en una relación impía con un incrédulo. Sin embargo, vale aclarar, esta persona aún no ha participado en el partimiento del pan. Siempre he entendido, según la Palabra de Dios, que la familia puede —o incluso debe— mantener contacto con esa persona para guiarla hacia el Señor. Pero ahora tengo otra pregunta: ¿qué pasa con los amigos? Me preocupa específicamente 1 Corintios 5:11: “En efecto les escribí que no anduvieran en compañía de ninguno que, llamándose hermano, es una persona inmoral, o avaro, o idólatra, o difamador, o borracho, o estafador. Con esa persona, ni siquiera coman”. Este versículo me hace sentir inseguro. En concreto: ¿significa que no puedo invitar a esta persona cuando me visitan amigos creyentes? En este contexto, ¿el término “hermano” se aplica a alguien que ya ha estado en comunión a la mesa del Señor, o también alguien reconocido como hermano o hermana en la iglesia local?
Respuesta:
También en este tema es importante atenerse a lo que dice la Palabra de Dios.
¿De qué trata 1 Corintios 5?
Antes de abordar la pregunta de a qué se refiere el término “hermano” en 1 Corintios 5:11, conviene explicar primero los principios que el apóstol presenta en 1 Corintios 5. En Corinto, alguien tenido por creyente había mantenido relaciones sexuales con su madrastra. Pablo usa la imagen de la levadura para explicar que la comunión con alguien en tal estado de maldad contamina (vv. 6–8). Dios no tolera tal unión entre creyentes, porque lo deshonra, lo hiere y contamina espiritualmente al creyente que se permite esta comunión. Dios llama al pecado “levadura”. La levadura se caracteriza por extenderse por toda la masa. Lo mismo sucede con el pecado no confesado ni abandonado: se propaga y contamina a todos los que se relacionan con él o con quien vive en pecado. Por lo tanto, Dios espera que nos separemos de esa levadura y que nos deshagamos de ella activamente. Solo mediante la separación de quien vive en pecado podemos corresponder, en la práctica, a lo que somos posicionalmente: puros.
El apóstol aplica este principio a los corintios y a la vida práctica de fe de la congregación. Aclara que no se trata de evitar todo contacto con las personas de la sociedad que nos rodea (vv. 9–10). De ser así, tendríamos que salir de este mundo, porque nuestra cultura está llena de personas que llevan ese modo de vida pecaminoso. No podemos salir de este mundo. Pero sí debemos renunciar al contacto con aquellos que son contados entre los creyentes.
El apóstol da varios ejemplos de cómo un cristiano puede estar en un estado pecaminoso (v. 11) para ilustrar el principio expuesto anteriormente. Esta lista es ilustrativa, no exhaustiva. Solo apartándonos coherentemente de alguien que es llamado cristiano —a quien Pablo llama “malvado”— podemos cumplir la responsabilidad que la Palabra de Dios nos impone. Esto incluye no asociarnos de ninguna manera con esa persona, ni siquiera comer con ella. Comer juntos expresa precisamente comunión.
Pablo fundamenta esta actitud diciendo que debemos juzgar a los que están dentro. Son conocidos como cristianos, de modo que tenemos deberes hacia ellos que no podemos cumplir con los incrédulos “de afuera”. Al hablar de “juzgar”, Pablo se refiere a la capacidad de discernir, evaluar y, en este caso, condenar el estilo de vida pecaminoso.
¿Qué significa el término ‘hermano’ en 1 Corintios 5?
En general, los creyentes aplican estas enseñanzas de 1 Corintios 5 a quienes participan en el partimiento del pan. El apóstol habla de alguien que “llamándose hermano”. ¿A quién se refiere?
Pablo usa el término “hermano” más de diez veces en esta carta, comenzando en el primer versículo. Uno de los remitentes es “el hermano Sóstenes”. Claramente, Pablo entiende por "hermano” a alguien que cree en el Señor Jesús y cuyos pecados han sido perdonados.
En 1 Corintios 5:11 no dice que la persona sea un hermano, sino que es llamada hermano. Esto significa que en Corinto era tenido por creyente. Profesaba la fe cristiana y vivía entre los creyentes.
¿Cómo se profesa la fe cristiana? Hablando de ella a otros. También mediante el bautismo, que confiesa públicamente la pertenencia al Señor Jesús. Esta profesión normalmente va acompañada de una vida coherente con la fe.
Sin embargo, una profesión puede ser verdadera o falsa. La persona de 1 Corintios 5 era conocida como cristiano y había llevado una vida cristiana. Pero llegó un momento en que comenzó a cometer fornicación con su madrastra, llevando así una vida de pecado moral. Seguía profesando su fe y permanecía entre los creyentes, pero su vida ya no correspondía a esta profesión.
¿Solo eres “hermano” si participas en el partimiento del pan (la cena del Señor)?
Algunos cristianos están bautizados y asisten a las reuniones, pero no participan del partimiento del pan. Si están bautizados y se han identificado como cristianos, naturalmente son reconocidos y tratados como hermanos (o hermanas). Por tanto, son ejemplos de alguien que es ‘llamado hermano’ según 1 Corintios 5:11, aunque no participen (todavía) del memorial. Su responsabilidad es igual de importante..
Es un error pensar que, por no participar del partimiento del pan, uno tiene libertad para pecar o vivir en pecado. Del mismo modo, es un error pensar que, porque la persona que vive en pecado no participa del partimiento del pan, podemos seguir asociándonos con ella. Somos hermanos aunque no anunciemos (todavía) la muerte del Señor. Por tanto, el principio de 1 Corintios 5 también se aplica a tal persona.
Amistades y reuniones
Algunos intentan evitar la disciplina de la asamblea alejándose de las reuniones y de los creyentes en ese lugar. Otros no han participado en el partimiento del pan y prefieren unirse a una ‘iglesia’ cristiana de su elección. Pero en todos los casos se trata de alguien que es llamado hermano y, por lo tanto, el principio de este capítulo debe aplicarse. Sin embargo, las cosas deben estar claramente comprobadas. También es necesario comunicar el asunto a los hermanos y hermanas del lugar en cuestión. Aunque todavía no se haya hecho tal comunicación, estoy obligado a obedecer las instrucciones de 1 Corintios 5, porque conozco ese estado pecaminoso y sé que los esfuerzos intensos para producir arrepentimiento y restauración no han tenido éxito.
Debe quedar claro que esta expulsión hace imposible que los jóvenes estén juntos con alguien que se ha manifestado como “malvado” (1 Co. 5:13). Trataremos más adelante el caso especial de los familiares más cercanos. Pero, según mi entendimiento de 1 Corintios 5, la interacción en forma de contacto personal o de comer juntos más allá del círculo familiar inmediato sería desobediencia a estos versículos. Según el versículo 11, si antes eras amigo de un cristiano que ahora vive en pecado, ya no puedes asociarte con él. Esto hace imposible mantener una amistad. Esto también se aplica al caso mencionado en tu pregunta: invitar a tal persona junto con otros amigos creyentes. Y también se aplica a celebraciones que van más allá del círculo familiar más cercano. Esto no es fácil para la persona afectada y duele. Pero podemos saber que es el camino que Dios ha previsto, también para la restauración del amigo. Esto nos da fuerzas para tales situaciones difíciles.
¿No se puede ayudar a alguien que ha sido «puesto fuera» manteniendo el contacto?
A veces se pregunta si sería posible ganar a alguien que vive en pecado manteniendo el contacto con él. ¿No podríamos señalarle su mala manera de vivir? Sin embargo, 1 Corintios 5 no lo permite. El versículo 5 deja entrever la esperanza y oración del apóstol de que ese malvado aún llegue a tener entendimiento, arrepentimiento y confesión sincera: “A fin de que el espíritu sea salvo” (1 Co. 5:5). De hecho, uno de los objetivos de ponerlo fuera es su restauración. Debe llegar a un arrepentimiento interior, experimentar “arrepentimiento para salvación” (2 Co. 7:10). Pero precisamente a causa de su estado pecaminoso necesita esa "tristeza" de la separación de sus hermanos y hermanas. La disciplina ejercida por la mayoría debe terminar cuando su arrepentimiento interior se haya hecho evidente y sea creíble por una vida diferente. Entonces la asamblea puede y debe perdonarle, animarle y mostrarle amor (véase 2 Co. 2:7-8).
Debemos recordar que Dios sabe mejor que nosotros acerca de cómo llega a arrepentirse tal “malvado” (v. 13). Dios dice expresamente que no debemos asociarnos con tal persona ni siquiera comer con ella. Atenernos a este principio es el mejor camino para que vuelva en sí. Por supuesto, él también tiene que quererlo. Si mantenemos el contacto —quizá con la bienintencionada finalidad de ayudarle interiormente— prácticamente destruimos la acción disciplinaria y logramos lo contrario de lo que se pretende. Es particularmente lamentable cuando algunos se atienen a esta palabra mientras otros debilitan la disciplina y, por ejemplo, asisten a una reunión con un “malvado”. Esta división entre los creyentes ha causado daños una y otra vez.
Quienes viven en pecado se identifican con aquellos que los siguen recibiendo y aceptando. Desde su perspectiva, esos son los cristianos que viven de forma 'cristiana', aunque en realidad es al revés. Al mismo tiempo, rechazan a los creyentes que —con corazón apesadumbrado— se atienen a la disciplina de la iglesia local y aíslan al “malvado”. Como resultado, la disciplina no logra su propósito. Pablo llega a decir que uno puede, quizá sin querer, menospreciar a la iglesia de Dios (véase 1 Co. 11:22). Es importante reconocer que una conducta no bíblica puede hacernos culpables respecto a la persona que está bajo disciplina y a su restauración.
Algunos piensan que a cristianos que viven en pecado —por ejemplo, a causa de adicciones (alcohol, drogas, etc.)— se les debería dar al menos ayuda pastoral o terapéutica. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en 1 Corintios 5 el apóstol menciona al borracho, que es un ejemplo de adicción. Incluso en ese caso, no habla de prestar ayuda espiritual durante el período en que es “excluido” y antes de ser restaurado. De hecho, tales consejos deberían darse del la exclusión. Si la persona no los ha aceptado, es una indicación de que no quiere hacerlo. Difícilmente habrá olvidado las exhortaciones cuando ha excluido de la congregación. Tampoco en este punto debemos ir más allá de la Palabra de Dios. Dios sabe lo que hace cuando él mismo quiere tratar con el “malvado”: “Dios juzga a los que están fuera” (v. 13). Por supuesto, esto no significa que la persona afectada no pueda acudir todavía, por ejemplo, a un médico creyente para recibir ayuda médica. El médico no lo trata como creyente sino como paciente.
¿Qué pasa con la familia de la persona?
Después de considerar los principios de la Palabra de Dios sobre este tema, queda la pregunta inicial: ¿qué sucede si se trata de un familiar cercano?
Esta pregunta no es fácil de responder, porque el Nuevo Testamento no da una respuesta concreta. Es claro que el apóstol Pablo en 1 Corintios 5 no habla de la familia (unida por lazo sanguíneo), sino de relaciones en la iglesia de Dios. Esto significa que las relaciones en la esfera natural más cercana —padres, hijos, hermanos de sangre— permanecen. Mi hermano carnal sigue siendo mi hermano, aunque viva en pecado. El esposo de una creyente considerado “malvado” sigue siendo su cónyuge.
¿Significa esto que debemos aprovechar esa relación para seguir trabajando pastoralmente con la persona que vive en pecado? No se trata de establecer reglas, sino de agudizar la mirada a los principios bíblicos. Entonces el Señor obrará, en cada caso concreto, un comportamiento espiritual. En todo caso, debemos tener cuidado de no actuar en contra de las enseñanzas de 1 Corintios 5. Según mi entendimiento, la prohibición de tratar con el “malvado” en 1 Corintios 5 muestra que la persona no pudo ser llevada a abandonar su vida pecaminosa mediante instrucciones bíblicas. Si alguien ha decidido persistir en el pecado a pesar de advertencias, exhortaciones y otras ayudas, los esfuerzos espirituales de la iglesia han llegado a su fin. Esta persona es entonces entregada al Señor para que Él, mediante su disciplina divina, la haga entrar en razón. La familia puede y debe pedir al Señor sabiduría para considerar esto en sus contactos, sin romper por completo las relaciones familiares con la persona que tuvo que ser puesta fuera.
Este tema no es fácil. Produce mucha aflicción, lágrimas y, esperamos, también intensa oración. Deberíamos expresar nuestra simpatía a las familias y amigos de tales personas. Los padres y los amigos sentirán una profunda pérdida. Necesitamos gracia y sabiduría en el trato mutuo. Pero de algo podemos estar seguros: obedecer al Señor trae bendición —para la persona afectada, para nuestros consiervos y también para nosotros mismos. Así honraremos a Dios.
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