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J. P. Svetlik

Servir en el poder del Espíritu

Tiempo de lectura: 4 min.

Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea.” (Lucas 4:14)


El Hijo de Dios ayunó durante 40 días en el desierto. Lucas, el médico amado, escribe expresamente que él tuvo hambre al final de ese periodo (véase Lc. 4:2). ¡Qué débil debió sentirse después de casi seis semanas sin comer! Pero ahora había llegado el momento de regresar a Galilea para comenzar su ministerio público.


La pregunta es cómo iba a caminar tan larga distancia en ese estado físico. Caminó, pero no con sus propias fuerzas. Utilizó la fuerza de Alguien más, la cual estaba a su disposición.. Fue el Espíritu de Dios quien lo ayudó en su agotamiento y le permitió comenzar su ministerio.


¿Por qué menciona Lucas estos detalles? Seguramente para mostrarnos que el Señor Jesús llevó a cabo todo su ministerio en el poder que Dios le dio. Su renuncia voluntaria a la fuerza natural, que se recibe a través de los alimentos, hizo esto aún más evidente. Se hizo dependiente tanto de la guía como del poder del Espíritu. El salmista escribió: “No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia” (Sal. 147:10-11). ¡Qué gozo tuvo Dios en su Siervo, quien esperó pacientemente, confiando constantemente en su bondad, y apoyándose absolutamente en su poder!


El Señor le había dicho estas palabras alentadoras a Zorobabel: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu" (Zac. 4:6). Pablo también experimentó esto. Después de haber sido apedreado por los judíos, al punto que pensaron que estaba muerto, él se levantó nuevamente, volvió a la ciudad y continuó su ministerio al día siguiente (véase Hch. 14:19-22). ¿No fue el Espíritu de Dios quien le dio las fuerzas? Al mismo apóstol, el Señor glorificado le dijo: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Co. 12:9).


Nosotros también somos llamados a lo mismo. No debemos servir con nuestras propias fuerzas, sino con las que Dios nos da, para que él sea glorificado en todo (véase 1 P. 4:11). Nuestras extremidades son oportunidades para Dios; esto es especialmente cierto cuando nos sentimos débiles y agotados. Si el Espíritu de Dios es nuestro Guía, él nos mostrará cuándo es el momento de servir y cuándo es el momento de descansar. Hay situaciones en la vida en las que uno está cansado y aun así continúa (véase Jue. 8:4).


La siguiente historia verídica ilustra lo crucial que puede llegar a ser el superar el cansancio y obedecer la voz del Espíritu Santo:


«En la pequeña ciudad de L___, un cristiano creyente, N___, se acostó a eso de las 9 de la noche, después de haber terminado el trabajo diario. De repente le vino el pensamiento: ¡debo ir a ver a X___ ahora mismo! X___ era un creyente que se había vuelto infiel, trayendo mucha deshonra al Señor por su mala forma de vida. Se había separado de los hijos de Dios, quienes lo reprendían con insistencia; y ahora seguía su propio camino en solitario.»
«X___ vivía lejos, al otro lado de la ciudad. N___, por lo tanto, dejó de lado el extraño pensamiento que había surgido en él, especialmente porque estaba cansado. Pero ese pensamiento se intensificó como si se tratara de una advertencia, casi como una orden: ‘¡Anda a ver a X___!’ Al final no pudo resistir la convicción de que se trataba de una clara instrucción de parte de Dios. Entonces se levantó, se vistió y partió.»
«Al llegar a la casa de X___, él vio solamente iluminadas las ventanas del segundo piso; entonces llamó a la puerta principal y vio que alguien bajaba a abrir. La puerta estaba abierta por dentro, así que X___ abrió de inmediatio y se paró frente a él, preguntándole: ‘¿Qué te trae por aquí, qué quieres?’ ‘Un impulso inexplicable me trajo hasta aquí; no sabía qué debía hacer, ¡pero tenía que venir a verte!’ ‘Esto realmente es un milagro’, respondió X___. Cuando llamaste a la puerta principal, yo estaba de pie en un taburete con una soga al cuello, y estaba intentando pasar la cuerda por una viga del techo para ahorcarme. Cuando llamaron a la puerta principal, pensé: ‘Iré a ver quién llama a la puerta tan tarde’» [1]

Este relato verídico demuestra la verdad de la Palabra: "Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11).


Hasta un ciego puede ver la intervención de Dios en este hecho. Él puede hablar de tal manera que su voz no puede malinterpretarse. ¿No fue el Espíritu Santo quien guió a este hombre y lo condujo por la fuerza a hacer la voluntad de Dios en la gracia, para proteger a aquel hombre deprimido y desesperado?


¿En qué poder te apoyas cuando sirves a Dios? Cuando estés cansado y agotado, recuerda: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Is. 40:29). ¿Cuál es tu actitud para con tus debilidades? ¿Imitas la actitud de Pablo, quien pudo decir: "Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Co. 12:10)? ¡Sé obediente cuando el Espíritu te da una misión!

[1] Georg von Viebahn, Geleitet durch den Heiligen Geist (de Schwert und Schild), 1907, Ev. Allianzblatt J. P. Svetlik


Traducido del libro "Dependence in the life of Christ"

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