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¿Qué es la libertad… y qué no lo es?

Traducción bíblica utilizada: NBLA

La libertad es un anhelo común, especialmente entre los jóvenes. Ser libre de restricciones externas, desarrollarse, hacer —o no hacer— lo que uno quiere. ¡Eso suena como algo por lo cual luchar!


Dicho elegantemente, la libertad es la capacidad de decir 'no' a las ataduras y 'sí' a las oportunidades. O, más directamente: libertad para hacer lo que uno desea. Pero entonces uno se da cuenta de que lo prohibido suele ser lo más tentador. Y surge la pregunta: ¿es esto realmente libertad? ¿O es otra forma de esclavitud, no impuesta desde fuera, sino desde dentro?


La verdadera libertad, absoluta y plena, solo existe en el Señor Jesús. Él mismo lo dice en Juan 8:36: “Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres”. Y antes de eso declara: "En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn. 8:34).


Entonces, ¿cuál es la libertad real y genuina que ofrece el Señor Jesús?


¿Libres… de qué?


Comencemos considerando de qué nos libera Jesucristo. Aquellos que creen en él son verdaderamente libres de…


  • El poder del pecado. El creyente ya no está obligado a pecar y puede decirle “no” al pecado (véase Ro. 6:7).

  • La Ley. Esta ya no tiene poder sobre el cristiano nacido de nuevo, pues no puede acusarlo más (véase Col. 2:14), ni actúa como regla de vida que lo domine (véase Gá. 2:19).

  • El diablo y su poder. Aunque no debemos subestimar al enemigo, él ya ha sido derrotado. Si nos mantenemos cerca de Dios, podemos resistir al diablo, y él huirá de nosotros (véase Stg. 4:7).

  • El temor a la muerte (véase He. 2:15). El pecado es el que hace que la muerte sea tan amarga y peligrosa. El aguijón de la muerte es el pecado, y la razón por la que le espera el juicio a todo aquel que no ha recibido el perdón de pecados por la fe en el Señor Jesús. Sin embargo, ese aguijón ya no existe para el creyente. La muerte ya no es una 'puerta' al juicio, sino la entrada a la gloria eterna.

  • El mundo. Este no tiene atractivo para la nueva vida, y el creyente sabe que él ha muerto juntamente con Cristo. Ha muerto al mundo, y el mundo ha muerto para él (Gá. 6:14).

Por lo tanto, la liberación del cristiano es total. Todos los aspectos que hemos mencionado demuestran que todas las restricciones han sido eliminadas. ¡Somos verdaderamente libres!


¿Libres… para qué?


En su Palabra, Dios nos presenta esta liberación completa como un hecho. ¿Y nosotros? Aceptamos por fe lo que él dice. Por eso sabemos que somos verdaderamente libres. Obviamente, este hecho debe ser llevado a la práctica en nuestra vida. Y ahí es donde muchas veces surgen dificultades. Por eso es esencial tener una base sólida sobre el que edificar nuestro comportamiento práctico, y este fundamento debe estar arraigado en la enseñanza bíblica: Dios no solo nos libera de algo, sino también para algo. No deja un vacío, sino que nos muestra con claridad cuál es el propósito de la libertad cristiana.


Dos peligros


En Gálatas, Pablo profundiza sobre la libertad cristiana y señala dos peligros:


  1. Volver a la esclavitud al someternos nuevamente a la Ley (véase Gá. 5:1).

  2. Usar la libertad como pretexto para vivir según la carne (véase Gá. 5:13). Bajo la apariencia de libertad, podríamos hacer simplemente lo que queremos sin consultar la voluntad de Dios.


Este segundo peligro deja claro que no hemos sido liberados para hacer nuestra propia voluntad, sino para vivir para Dios. Él ha quitado todos los obstáculos y nos ha provisto de todo lo necesario para vivir una vida plena y gozosa para Él.


¿Una nueva esclavitud?


Quizá te estés preguntando: «Entonces, ¿no es esto otra forma de esclavitud? ¿Dónde queda la libertad?» Pablo escribe en Romanos 6 que fuimos libertados del pecado, pero hechos esclavos de la justicia (véase Ro. 6:18). ¿Es esto una contradicción?


La clave la encontramos en la carta de Santiago, donde se nos habla de la “ley perfecta, la de la libertad” (Santiago 1:25). La Palabra de Dios es esa ley para nosotros. ¿Cómo puede ser eso posible? ¿No suena contradictorio: ley y libertad?


La aparente contradicción se resuelve si recordamos que Dios nos ha dado una nueva vida, una vida eterna. Y esta vida desea hacer la voluntad de Dios. Imagina que te encanta jugar al fútbol. Te dicen que debes jugar una hora al día. ¡Feliz de la vida lo haces! Esa regla no es una carga, sino un deleite. Lo mismo ocurre con la nueva vida del creyente: el deseo de obedecer a Dios no es una imposición, sino la expresión más pura de libertad.


El mejor ejemplo


El mejor ejemplo es el Señor Jesús. Él dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Para él, hacer la voluntad de Dios no era una carga, sino un gozo absoluto. Y nosotros, al haber recibido su vida, podemos vivir como él vivió.


¿Y en la vida práctica?


¿Cómo llevamos a la práctica esta libertad? ¿Debemos imponernos nuevas reglas, esforzarnos más por cumplir expectativas?


No. ¡Eso es precisamente lo que no debemos hacer!


Tenemos libertad para acercarnos a Dios, disfrutar de su presencia y conocer su voluntad a través de Su Palabra. Nada nos impide conocer a Cristo. En su rostro descubierto (véase 2 Co. 3:18) podemos contemplar su gloria. Y al hacerlo, somos transformados a su imagen, cada vez más semejantes a él.


El Espíritu Santo habita en nosotros. Él es la fuerza de esta nueva vida. Al darle espacio, nos desprendemos de nuestro ego y aprendemos a vivir no para nosotros mismos, sino para Dios. Así, el fruto del Espíritu se manifiesta en nuestras vidas.


También hemos sido liberados de la presión de agradar a los demás —incluso a otros creyentes— como si esa fuera nuestra meta principal. No ignoramos los consejos ni menospreciamos el testimonio (véase 1 Co. 10:32; 2 Co. 6:3; Fil. 1:10), pero ya no vivimos para amoldarnos al entorno, sino para agradar a Dios. Podemos decir “sí” a su voluntad y “no” a todo lo demás.


Esta es una vida verdaderamente libre y feliz. Te animo a vivirla. No hay mayor gozo para un cristiano que saber que Dios aprueba su camino. Eso es verdadera libertad. Eso es verdadera felicidad.

“… como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacerlo malo, sino como siervos de Dios.”(1 Pedro 2:16)


Traducido desde www.thebiblestudy.site

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