





Traducción bíblica utilizada: NBLA
Las siguientes líneas son un extracto del libro "The Fellowship to which all christians are called" del autor A. J. Pollock
Este extracto es el capítulo que continúa al artículo publicado anteriormente.
La iglesia primitiva se reunía en un círculo de reuniones en Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Colosas, Tesalónica y muchos otros lugares. El conjunto de todos los cristianos sobre la tierra en un momento dado constituía la iglesia. Formaban el un solo cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu Santo de Dios, la Casa de Dios, la Iglesia de Dios.
Aunque eran un solo cuerpo, estaban necesariamente separados por la distancia y se congregaban en asambleas locales. Asociados a estas asambleas estaban los oficios de obispo y diácono.
Estos oficios se describen particularmente en 1 Timoteo 3 y Tito 1:4-9. Un oficio se distingue de un don en un aspecto fundamental: mientras el don es para toda la iglesia de Dios, un oficio es local y está vinculado a una asamblea específica. Un apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro ejercían sus dones dondequiera que estuvieran. En cambio, un obispo o diácono servía únicamente en la asamblea donde había sido designado.
La palabra "obispo" significa: el que observa. Se trata de alguien que supervisa y ejerce un cuidado práctico por el bienestar espiritual de los santos. El término griego es episkopos (epi, sobre; skopos, mirar o considerar). El término se utiliza cinco veces en las Escrituras: una vez para referirse a nuestro Señor (véase 1 P. 2:25) y cuatro veces es traducida como obispo (véase Hch. 20:28 Fil. 1:1; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:7).
La cristiandad actual se ha apropiado de la palabra obispo y ha establecido un sistema sacerdotal llamado episcopado, derivado del griego episkopos. Esto se aleja considerablemente de la sencilla concepción bíblica original, la cual está lejos de expresar algo ritualístico o jerárquico.
De hecho, un autor reconocido de la Iglesia de Inglaterra ha señalado que el oficio de obispo en la Biblia difiere sustancialmente del obispo actual.
Cabe preguntarse qué pensaría el apóstol Pablo al ver las fotografías del obispo de Londres con toda su indumentaria: mitra, anillo episcopal y báculo enjoyado.
Los apóstoles designaban a los obispos o supervisores. Su autoridad se limitaba a una sola iglesia, pudiendo nombrarse uno o más en cada lugar.
Los requisitos del obispo se detallan en 1 Timoteo 3. Debía ser marido de una sola mujer. Esto era especialmente importante dado que algunos convertidos del paganismo —donde se permitía la poligamia— podían tener varias esposas.
Debía ser sobrio, hospitalario, apto para enseñar y alguien que gobernaba bien su propio hogar. Las cualidades que conducían a una vida familiar exitosa —como el autocontrol, la sabiduría, el tacto y la capacidad de liderazgo— eran las mismas que debían manifestarse en la iglesia local. No debía ser un neófito, para evitar vanagloriarse, y debía tener buena reputación entre los no creyentes.
Las instrucciones dadas a Timoteo y a Tito revelan que el apóstol Pablo los comisionó como delegados apostólicos para ordenar ancianos. En el caso de Tito, su labor se circunscribía a un lugar en específico: Creta.
Ahora llegamos a un punto crucial. Las Escrituras no establecen ninguna disposición para la continuación del oficio de obispo. Si bien Pablo designó a Timoteo y a Tito para ordenar ancianos, no encontramos instrucciones para transferir esta autoridad. Si Dios hubiera querido que este oficio se perpetuara, habría proporcionado instrucciones claras, tal como lo hizo con el sumo sacerdote de Israel en el Antiguo Testamento.
Entonces, ¿por qué están tan cuidadosamente enumeradas las cualificaciones si el oficio no continúa? La razón es clara.
El oficio no debía perpetuarse de manera oficial. Fue sabio que existiera oficialmente al principio, cuando el Espíritu Santo actuaba con tal poder que la condición moral de los hombres designados era idónea para el oficio al que fueron ordenados.
Aunque hoy ya no existen supervisores o ancianos oficiales, ciertamente hay hermanos maduros y piadosos, levantados por el Señor, que se preocupan por las asambleas a las que pertenecen y ejercen la labor espiritual del obispo o supervisor.
¿Por qué se habrían preservado estas cualificaciones para todos los tiempos si no tuvieran un propósito? Ciertamente es para este propósito: para que los cristianos puedan reconocer, por sus cualidades morales, a aquellos que el Señor ha levantado y capacitado para el cuidado de los santos.
La razón de esta disposición divina —que el trabajo de supervisor sea realizado por personas moralmente aptas sin establecer instrucciones para la continuación formal del cargo— creemos que radica en que Dios anticipó la decadencia y confusión que sobrevendría en la cristiandad. Por ello, se abstuvo de perpetuar lo que rápidamente se transformó en mero oficialismo, convirtiéndose así en una maldición en lugar de una bendición.
Si se hubiera establecido una sucesión oficial, cada sector de la cristiandad habría reclamado ser el legítimo sucesor. Esto habría generado una enorme confusión, fomentado la arrogancia y desatado luchas entre hermanos.
Luego está la palabra anciano en la Biblia, que significa un hombre de edad madura. La palabra griega para anciano es presbuteros, de la cual se deriva el término presbiteriano. Presbuteros significa sencillamente una persona de edad avanzada. Es sorprendente cómo se han edificado grandes sistemas religiosos sobre interpretaciones distorsionadas de palabras tan simples. Los obispos o supervisores eran seleccionados de entre estos ancianos.
La palabra griega diakonos significa ‘siervo’ y era un término común en el lenguaje cotidiano. Los diáconos eran hombres piadosos designados para atender asuntos seculares en la iglesia local, como el cuidado de los pobres, la administración de los recursos y el servicio en las mesas y cosas similares. Estas personas eran llamadas diáconos o siervos.
Dado que los diáconos se ocupaban de asuntos seculares en la iglesia, ellos necesitaban actuar con circunspección y ser personas íntegras, evitando la doblez de decir una cosa en presencia de alguien y otra a sus espaldas.
Es comprensible que se proporcionen instrucciones más detalladas sobre el carácter de la esposa del diácono que sobre la del obispo. Esto se debe a que la esposa del diácono frecuentemente colaboraba con su marido en las diversas tareas prácticas relacionadas con este servicio secular.
Las cualificaciones que debían caracterizar a los diáconos eran muy similares a las del obispo o supervisor.
Los apóstoles o sus delegados designaban a los diáconos. Para esta obra se requería más que simple aptitud administrativa. Como leemos en Hechos 6:3, debían ser " varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría".
No se proporcionaron instrucciones para la continuación del oficio, aunque sí se especificaron las cualificaciones de los diáconos. Esto sugiere, al igual que en el caso de los obispos, que mientras el cargo oficial llegaría a su fin, el servicio mismo continuaría a través de hombres fieles que cumplieran con las características descritas en 1 Timoteo 3.
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