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Foto del escritorRicardo Vasconcelo

Conocer y hacer la voluntad de Dios (Parte 2)

Tiempo de lectura: 11 minutos

Traducción bíblica utilizada: RVR1960

En Romanos 12:1-2, leemos: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Este versículo nos da la clave para saber "cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto" (NBLA). Dios no nos ha dejado en la oscuridad en relación con lo que él desea para nuestras vidas. Si aplicamos los principios mencionados en la primera parte, entonces podremos discernir cuál es su deseo para cada asunto particular y, luego de esto, obedecer.


La base

El Señor Jesús tiene un camino para nosotros y desea que andemos en conformidad con él. Para lograrlo, es necesario que nos encontremos en el estado mencionado en Romanos 12:

  1. Ser conscientes de las misericordias de Dios (habitar diariamente en la conciencia de su gracia; Romanos 1 al 8).

  2. Entregar nuestros cuerpos (estar dispuestos a seguir esa voluntad con todo lo que somos y lo que implica, sufrimientos si es necesario).

  3. En sacrificio (negación de la voluntad propia).

  4. Vivo (andar en la vida nueva que tenemos en Cristo por medio de la comunión con él).

  5. Santo (vivir en santidad, apartados del mal y las falsas asociaciones).

  6. Agradable (buscar agradar a Dios; dependencia).

  7. No conformándonos a este mundo (sus filosofías, modas, redes sociales, etc.).

  8. Transformándonos por medio de la renovación de nuestro entendimiento (la Palabra de Dios aplicada a nuestros corazones, comp. 2 Co. 3:18).

Teniendo esto como base, me gustaría mencionar cinco puntos que nos ayudarán a conocer la voluntad de Dios y llevarla a la práctica. Para ello, utilizaré como base un resumen hecho por un hermano [1] acerca de este tema, el cual añadiré al final de este artículo como archivo descargable (véase nota al pie [1])


1.- La Palabra de Dios.

En la primera parte, mencionamos que hay ciertos asuntos en los cuales la Palabra de Dios es explícita y la voluntad de Dios está plenamente revelada allí. Sin embargo, ¿qué sucede con aquello que no está en las Escrituras? ¿Tenemos terreno libre? ¿Nos ha dejado Dios libres a nuestras propias circunstancias y decisiones?


¡Por supuesto que no! La conducta del creyente siempre debe estar en armonía con la Palabra, ya sea en cosas reveladas o no reveladas. De hecho, si hay algún principio en la Biblia que me dice claramente que ‘no’ acerca de un asunto, ¡entonces no debo seguir preguntándome cuál es la voluntad del Señor en ello! Ciertamente hacemos uso de la libertad que tenemos en Cristo, pero no debemos disociar esta libertad de la guía que él nos ha dado. De esta manera, para conocer la voluntad de Dios en un asunto en particular, también debo pasar tiempo en comunión con él, tanto en oración como en la meditación de las Escrituras. A través de este ejercicio, él iluminará nuestros ojos para saber qué dirección tomar (Sal. 13:3; comp. 1 S. 14:27, 2 R. 6:17). Si permanecemos en él (véase Jn. 15), entonces veremos 'claramente' cuál es el camino que él nos traza. "Los secretos del Señor son para los que le temen" (Sal. 25:14 NBLA). Alguien que teme al Señor es alguien que atesora su Palabra dentro de sí (véase Pr. 2:1-5). "Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él" (Is. 30:21). ¡Qué dulzura gozar de tal tipo de dirección!


Por otro lado, quizás la voluntad general de Dios puede ayudarnos en muchos aspectos si la aplicamos a nuestras decisiones específicas. Por ejemplo, en 1 Tesalonicenses 4:3 dice: “La voluntad de Dios es vuestra santificación”. Si bien el contexto está hablando de la fornicación y la relación matrimonial, podemos aplicar esto como un principio general. ¿Es tal o cual camino para mi santificación? ¿Estudiar tal o cual cosa me guiará por el camino de la santificación? Etc. Solo un conocimiento más profundo de las Escrituras me llenará del conocimiento de su voluntad (Col. 1:9-10) para aplicar la voluntad ‘general’ a los asuntos específicos.


2.- La oración

Este punto está estrechamente relacionado con el anterior. En la oración, le pedimos al Señor que nos guíe, mientras que en la Palabra escuchamos su respuesta. En Hechos 13 leemos: “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros… Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hch. 13:1-3). En este relato, vemos cómo el Espíritu Santo les reveló la voluntad de Dios para ellos. ¡No podemos esperar recibir respuestas si no estamos en comunión con él! Ellos estaban “ministrando” al Señor, es decir, estaban ocupados en la alabanza, la meditación de las Escrituras y la oración, ejercicio que acompañaron con el ayuno, indicando que hacían partícipes a sus cuerpos de este ejercicio. La mención del ayuno nos da a entender que este período de tiempo no fue breve, ¡sino de al menos unas 12 horas o más!


Debemos pedirle al Señor que nos muestre su voluntad, no debemos dudar en que él nos responderá (Stg. 1:5; 4:2), pero no debemos pedir para nuestros “deleites” (Stg. 4:3), pues en tal caso nuestro enfoque será el equivocado y no recibiremos respuestas. No podemos pretender conocer la voluntad del Señor para nuestra vida o un asunto en particular si no hemos pasado tiempo a sus pies. “Los hijos de Israel consultaron a Jehová, diciendo: ¿Quién de nosotros subirá primero a pelear contra los cananeos? Y Jehová respondió: Judá subirá; he aquí que yo he entregado la tierra en sus manos” (Jue. 1:1). “Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas” (Hch. 22:10). Véase también el ejemplo de María de Betania que citamos en la parte 1.


Antes de pasar al siguiente punto, me gustaría mencionar que el medio que Dios utiliza para comunicarnos su voluntad, primero y principalmente, es su Palabra. No tenemos derecho alguno a esperar que Dios nos hablará a través de señales, sueños o visiones, cosas que pertenecían claramente a la economía judía (véase Jue 6:36-40) [2]. Generalmente, este tipo de oraciones solo busca tentar al Señor a doblegarlo a nuestra propia voluntad. Dios quiere que caminemos diariamente en dependencia de él, esperando oír el "silbo apacible y delicado" a través de su Palabra (1 R. 19:12).


3.- El consejo de creyentes con experiencia

Este es punto muy importante y muchas veces se pasa por alto. Lamentablemente vivimos tiempos muy similares a los relatados en el libro de Jueces: “Cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 21:25). También Pablo vivió circunstancias similares: “Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil. 2:21). Los tiempos modernos están marcados por el individualismo, ¡incluso entre los creyentes! Sin embargo, la Palabra nos dice que desde el día en que creímos en el Señor Jesús formamos parte de la “familia de Dios” (Ef. 2:19), y que debemos sobrellevar “los unos las cargas de los otros” (Gá. 6:2).


Dios nos ha dado una gran familia en la que podemos descansar para buscar consejos. Estos consejos no siempre serán los que queremos escuchar, pero si vienen de hermanos ‘mayores’ en la familia de Dios (“padres”, véase 1 Jn. 2:13), quizás ellos nos ayudan a recalibrar nuestro pensamiento y, probablemente, advertirnos que un camino u otro no es según la voluntad de Dios.


También existe el peligro de escuchar consejos de quienes sabemos opinarán como nosotros. Meditemos en el ejemplo de Roboam y recibamos la advertencia que nos da la Palabra de Dios (véase 1 R. 12:6-8, 13-15).


Véase también Proverbios 11:14; 15:22; 24:6.


4.- Las circunstancias

En este punto debemos precisar tres cosas. (1) El creyente puede ser conducido por las circunstancias, lo cual no significa que sea lo que Dios desea. (2) El creyente puede considerar las circunstancias como un contexto para saber cuál es la voluntad de Dios. (3) Las ‘circunstancias’ no son ‘señales’ que esperamos para saber qué camino tomar.


(1) Dios utiliza dos formas para guiarnos. Esto lo encontramos en el Salmo 32: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti. No seas como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento; cuyos arreos incluyen brida y freno para sujetarlos, porque si no, no se acercan a ti” (vv. 8-9 NBLA). La primera es con sus ojos puestos en nosotros, enseñándonos el camino en el que debemos andar. Es decir, conocer su voluntad claramente a través de una comunión estrecha con él. Según lo que hemos mencionado en este artículo. La segunda forma no es directamente que él nos guíe, pero puede valerse de las circunstancias como si estas fueran “brida y freno” para sujetarnos y acercarnos a su voluntad. Ambas cosas nos llevarán al camino que Dios desea que sigamos, sin embargo, la libertad que tenemos en Cristo, la presencia del Espíritu Santo en nosotros y la Palabra de Dios deben bastarnos para que él nos enseñe el camino y podamos seguirlo en paz. ¿Acaso preferimos ser guiados como el caballo o el mulo que no tienen entendimiento? “Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16) “Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (2 Ti. 2:7).


El creyente que se deja guiar por las circunstancias es semejante “a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra” (Stg. 1:6). A veces, inclusive, ¡pedimos que Dios nos saque de circunstancias en las cuales la voluntad de Dios no nos hubiera puesto en primer lugar!


(2) Las circunstancias pueden constituir una guía (sin pasar por alto los puntos mencionados anteriormente y el punto número 5). Para esto, citaremos los ejemplos que tenemos de Pablo: “Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra” (Col. 4:3); “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (Hch. 16:6). A veces las circunstancias sirven como contexto para advertirnos lo que nos depara el camino de la voluntad de Dios (véase Hch. 21:10-14).


(3) Dichas estas cosas, debemos ser cuidadosos de disociar las circunstancias de los primeros dos puntos mencionados, a saber, la Palabra de Dios y la oración. Fácilmente podemos dejarnos engañar por la carne en nosotros para concluir cosas a partir de las circunstancias y finalmente realizar nuestra propia voluntad (véase 1 S. 15:13; Dt. 1:41-45; 2 Cr. 35:20-27), después de todo “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Jonás, por ejemplo, “halló una nave que partía para Tarsis” (Jon. 1:3). Tal vez pensó: «¡Una nave, justo lo que necesito, Jehová me abrió la puerta para ir en la dirección contraria a la que él me mandó en primer lugar!». Bien sabemos que esta no era la voluntad de Dios. Seamos cuidadosos en cómo tratamos las circunstancias en este aspecto.


5.- Paz

Finalmente, es importante que tengamos la conciencia limpia en todos los pasos que demos. Si hay algo en mi corazón que no permite estar en paz acerca de un asunto, mejor es no dar ningún paso en absoluto. Si tengo alguna decisión que tomar y la llevó delante del Señor en oración, él podrá darme “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7). Si estoy en paz, y en “nada tengo mala conciencia” (1 Co. 4:4) [3], entonces esto constituye una mejor señal acerca de cuál es la voluntad del Señor. Alguien dijo:

«Si estás buscando la guía de Dios y no recibes ninguna dirección, entonces quizás la guía de Dios es que te quedes donde estás. A veces, la "oscuridad" de no saber qué hacer con respecto a un camino es en realidad una "luz" que te indica que debes permanecer en el mismo lugar» [4].

Debemos honrar lo que Dios nos ha dado como una advertencia en nuestro corazón. A veces tomamos caminos que, sabíamos, no nos daban la paz suficiente, pero pensamos que era lo que se ‘debía’ hacer. Esto puede ser para gran perjuicio nuestro y para el testimonio del Señor. Pues a veces el ‘celo’ que se mostró en cosas positivas, se quedó a medio camino, para vergüenza nuestra.


Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia” (Sal. 16:7). “Yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy” (Hch. 23:1).


Conclusión


Después de considerar estas cosas, ¡cuán importante se vuelve el prestar atención a la voluntad de Dios! Nos alegra saber que Dios tiene una voluntad para cada uno de nosotros, pero que, a su vez, su voluntad suprema es la gloria del Señor Jesucristo. Esperamos que estas líneas sirvan, tanto para el lector como para el escritor, como un desafío diario y constante para buscar agradar a Aquel que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.


Para finalizar, me gustaría cerrar con las palabras de alguien más:

«Recuerde que Dios nunca da luz para dar dos pasos a la vez. Si él le dio luz para dar un paso, entonces, en el temor y amor de su Nombre, dé ese paso, y seguramente obtendrá más luz. En efecto, la luz ‘va en aumento’ (Pr. 4:18)…Que cada uno oiga y obedezca la voz del Señor. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Jn. 10:27). ¡Alabado sea el Señor por esta preciosa Palabra! Ella pone a cada uno en el lugar de directa responsabilidad hacia Cristo mismo, y nos indica claramente cuál es el camino de Dios y cómo hallarlo». [5]

Que el Señor nos ayude en nuestra búsqueda constante de conocer y hacer su voluntad.


Ricardo Vasconcelo

Escrito para Granos de Vida.




[1] Philipp Lessmann




[2] Muy comúnmente se utiliza el caso de Gedeón para el discernimiento de la voluntad de Dios. Poner un ‘vellón’ implicaría pedirle al Señor me confirme a través de un hecho específico qué es lo que él quiere. Sin embargo, es necesario señalar que Gedeón ya conocía la voluntad de Dios acerca de si subir o no contra los madianitas: “Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho”. Gedeón no necesitaba saber tanto cuál era la voluntad de Jehová (estaba había sido revelada por su Palabra, v. 14, 16), sino cómo esta se llevaría a cabo (comparar con las oraciones del Señor Jesús en Mateo 26:39 y Marcos 14:36; “no sea como quiero” y “no lo que yo quiero”).

[3] Sin embargo, “no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor”. (1 Co. 4:4). Inclusive en esto puedo ser engañado, pero el Señor conoce nuestros corazones.

[4] William Macdonald. La cita textual en inglés es así: “If you are seeking God’s guidance and no guidance comes, then God’s guidance is for you to stay where you are. It is still true that “darkness about going is light about staying”.

[5] C. H. Mackintosh

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