¿Es la elección del cónyuge una decisión natural o espiritual?
- Johannes Kogut
- 31 may
- 7 Min. de lectura
Actualizado: hace 2 días
Traducción bíblica utilizada: NBLA

Todo cristiano serio no quiere cometer un error cuando se trata del importante tema de la elección del cónyuge. Se trata de una de las decisiones más trascendentales de la vida, y si se toma a la ligera, las consecuencias pueden ser devastadoras. Basta mirar a nuestro alrededor para ver matrimonios que comenzaron con entusiasmo, pero en los que el amor se fue enfriando, generando discusiones que se vuelven frecuentes y normales con el tiempo. Lamentablemente, estos casos suelen terminar en divorcio. Lo más doloroso es que esto también sucede entre creyentes. Por eso, este tema es tan actual como importante.
Los hijos de Dios contamos con recursos espirituales valiosos para toda decisión. Tenemos la Palabra de Dios, que nos revela el pensamiento de Dios sobre el matrimonio. Tenemos al Espíritu Santo, que habita en nosotros y desea guiarnos. Tenemos un Dios que es nuestro Padre y que quiere lo mejor
para nuestra vida, ya sea permanecer solteros —¡que también es una opción válida!— o casarnos, pero esto solo si es "en el Señor" (1 Co. 7:39b). Por último, pero no menos importante, podemos presentarle todo a Él en oración, pidiéndole que nos guíe y dirija en este tema.
¿Solo una decisión natural?
¿Existe realmente una alternativa válida a una decisión bíblica y, por tanto, espiritual? Si realmente quieres ser feliz en tu matrimonio por el resto de tu vida —y Dios quiere que lo seas—, entonces no hay otra alternativa que no sea la bíblica. Entonces, ¿qué criterios se podrían utilizar al momento de la elección del cónyuge? Veamos tres criterios naturales y, por tanto, comunes, y veamos los argumentos a favor de ellos.
1. Apariencia: «La apariencia realmente es importante. Una mujer hermosa o un hombre apuesto causan buena impresión, y es importante que te vean con alguien de buen parecer a tu lado». Sin embargo, la belleza es subjetiva y pasajera, y va a depender de la perspectiva personal. Ahora bien, ¿es la belleza exterior algo permanente? Esta puede desvanecerse con el paso del tiempo. Las canas llegan, el cuerpo cambia. La apariencia nunca debería ser el criterio principal para una relación matrimonial feliz y duradera.
2. Estar enamorado: «El amor me ayudará a decidir quién debe ser mi cónyuge. Si estoy enamorado, entonces la decisión es fácil; y si ambos lo estamos, ¡cuánto más aún!». ¿Es esto realmente así? Estar enamorado es un sentimiento fuerte, pero muchas veces efímero. Puede surgir a partir de distintos estímulos u oportunidades. Quizás es duro decirlo, pero es cierto. El enamoramiento puede desvanecerse rápidamente. Además, puedes enamorarte de alguien que, definitivamente, no es la persona que Dios quiere para ti. Por ejemplo, es posible enamorarse de alguien que no es creyente. Por tanto, el sentimiento, aunque legítimo, no debe ser el factor decisivo.
3. Intereses compartidos: «Si nuestros intereses son los mismos, por tanto, somos el uno para el otro. Nos gusta la buena comida, un hogar bien diseñado con muebles elegantes, viajar, etc. Estas cosas nos unen y seremos felices». A veces, tener los mismos intereses puede convertirse en el fundamento para un camino juntos, porque sientes lo mismo en muchos aspectos. Sin embargo, esto no se convierte inmediatamente en el fundamento para una relación estable y feliz. Las circunstancias cambian, los hijos llegan, y las prioridades se ajustan; aquellas cosas que antes eran gustos en común, ahora no tienen cabida en la agenda familiar. Por lo tanto, no debes confiar demasiado en estas cosas —aunque tampoco debes ignorarlas por completo. Sin embargo, ciertamente no constituyen el fundamento de una relación perdurable.
¿Qué consecuencias tiene una decisión puramente natural?
Hemos visto que los criterios naturales son volátiles, no se sostienen por sí mismos. Cambian con el tiempo, las emociones, o las circunstancias. Por tanto, no pueden ser un criterio definitivo para comenzar una relación que debe durar toda la vida; no pueden conformar el fundamento sólido que necesita el matrimonio para enfrentar las tormentas que ciertamente vendrán con el paso del tiempo. No podemos decir que no juegan un papel en la elección; sin embargo, no deben tener la máxima prioridad y deben estar totalmente subordinados a los criterios espirituales.
Carnal vs. espiritual
La Biblia distingue entre lo carnal y lo espiritual (véase Ro. 8:1-14; Gá. 5:16-25). Una decisión carnal busca el beneficio propio. Si bien es natural desear la felicidad matrimonial, fundamentar la elección del cónyuge en "mi propio beneficio" o en "cómo me siento yo" puede traer resultados devastadores. Esta forma de pensar destruye el verdadero amor en el matrimonio. El verdadero amor, por el contrario, busca el bienestar del otro y, como consecuencia natural, encuentra su propia felicidad.¿Cómo se diferencia una elección espiritual?
El primer paso —que es el más importante— es preguntarse: ¿Qué quiere el Señor? La Palabra de Dios enseña que el Espíritu Santo mora en cada creyente (véase Ro. 8:9). Él no solo está presente, sino que desea guiar nuestras decisiones para la gloria de Dios. Esto incluye, por supuesto, la elección de un cónyuge. Sin embargo, no podremos experimentar su guía en el matrimonio si no hemos aprendido a reconocerla en la vida diaria estando solteros. Cuando decimos que Jesús es nuestro Señor, estamos afirmando algo muy concreto: que él está al mando de nuestra vida, no nosotros.
Romanos 8:6 nos advierte claramente: "La mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz". En este versículo aprendemos cuál es la consecuencia final de nuestras acciones, dependiendo del enfoque que tengamos. Carne: muerte; Espíritu: vida y paz. En 1 Corintios 7:39 se nos exhorta a casarnos "en el Señor". ¿Cómo puede él bendecir una unión que ignora su voluntad desde el principio?
¿Cómo es realmente la elección espiritual?
Solo verdaderos cristianos: La Biblia nos da algunas instrucciones. Si las seguimos, Dios nos bendecirá. Un creyente nunca puede casarse con un incrédulo, porque "¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas?" (2 Co. 6:14).
Atractivo integral: Leemos en Génesis 2:24: "Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne". El ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo, y en este versículo se abordan esas tres dimensiones. Cuando dos personas entran en la unión más íntima que existe en la tierra —el matrimonio—, estas deben encontrarse atractivas a nivel espiritual, mental y físico; complementarse y armonizar entre sí.
La autoridad del Señor: Cuando consideramos lo que significa casarse "en el Señor" (1 Co. 7:39), debemos preguntarnos si el Señor puede entrar en cada área del matrimonio, con todos Sus derechos, o si tal vez hay algún aspecto de esta unión donde él no tiene entrada.
En el caso de Isaac y Rebeca, el primer encuentro se da junto a una fuente de agua (véase Gn. 24:13), una figura de la Palabra de Dios. ¿Dónde conoces mejor a la otra persona? ¿Durante unas vacaciones? ¿Por internet? ¿O, mejor aún, mientras ambos meditaban juntos en la Palabra de Dios? Es importante considerar esto con seriedad.
La brújula de la Palabra de Dios: Te animo a tomar tu Biblia y buscar qué dice acerca de un hombre "conforme al corazón de Dios" o acerca de una mujer espiritual. Encontrarás pasajes como Proverbios 31, Efesios 5 o 1 Pedro 3, entre otros. Ellos te darán orientación y principios claros para tomar una decisión fundamentada espiritualmente.
La oración ferviente: Debes cultivar una vida de oración intensa. A menudo subestimamos el poder de la oración. Pero Santiago 5:16 dice: "La oración eficaz del justo puede lograr mucho". Dios quiere que lo busquemos con insistencia, que luchemos en oración hasta obtener claridad y paz respecto a este asunto tan importante.
Paz interior: Dios responde. Tenemos esta promesa: "Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús" (Fil. 4:6-7). Y también: "Que la paz de Cristo reine en sus corazones" (Col. 3:15). La paz en el corazón es una señal clara de la aprobación de Dios. A veces puede tardar, pues Dios también prueba nuestra paciencia y nuestra disposición a esperar en él. Mientras no haya paz, no tomes ninguna decisión. Persevera en la oración. Pero llegará ese momento en que su paz llene tu corazón. Quien la ha experimentado puede hablar de ella con gratitud.
Esa paz es valiosa porque, una vez que se establece, no suele desaparecer. Trae convicción, estabilidad y descanso, más allá de las emociones cambiantes. Con ella podemos seguir adelante con confianza, sabiendo que Dios está con nosotros.
Sin prisa en una decisión para toda la vida
No se pueden omitir estos pasos ni tomar atajos en este proceso. Sobre todo, no se deben dejar de lado por un impulso emocional —por un "capricho". El amor verdadero es una decisión consciente: un "sí" profundo y comprometido hacia la otra persona. Implica aceptar al otro sin condiciones y estar dispuesto a animarlo y apoyarlo en cada etapa. No hay espacio para el egoísmo. Amar es conocer las verdaderas necesidades del otro y buscar satisfacerlas.
Es cierto que ciertos criterios naturales pueden influir: atracción, simpatía, intereses comunes. Pero estos deben estar subordinados a los criterios espirituales. Uno puede enamorarse o sentirse atraído, pero eso no debe sustituir la elección espiritual del cónyuge, la cual debe realizarse con oración y esperando en el Señor. Al mismo tiempo, no debemos "espiritualizar" todo en este asunto. El matrimonio sigue siendo una decisión natural. Vivir con miedo de tomar una decisión puramente natural puede llevarnos a un exceso de análisis espiritual. Este extremo tampoco es saludable. Sin el afecto natural, los sentimientos y la convivencia práctica, corremos el riesgo de olvidar que se trata, al fin y al cabo, de convivir juntos en la vida cotidiana, en el ámbito natural.
En resumen
Aprende a reconocer la voluntad de Dios mediante su Palabra —que es la guía para tu vida— y la oración. No ignores tus sentimientos, pero tampoco permitas que te dominen. Sobre todo, deja que Dios tenga la iniciativa y somete tu voluntad (y tus emociones) a la Suya. Entonces, el amor será genuino y duradero, y Dios mismo te dará claridad respecto a con quién casarte "en el Señor". ¡Confía en Él!
"Y a los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos" (Gá. 6:16).
Traducido desde www.thebiblestudy.site
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