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El amor no busca lo suyo

Tiempo de lectura: 5 minutos

Traducción bíblica utilizada: RVR1960

El amor… no busca lo suyo” (1 Corintios 13:5). Este versículo describe de manera acertada el comportamiento del Señor Jesús, quien en su vida demostró y manifestó perfectamente el amor divino. El amor divino se caracteriza por no buscar su propio beneficio, sino que busca el bienestar de los demás sin considerar sus propios intereses. Varios acontecimientos de la vida de nuestro Señor muestran cómo él siempre vivió de acuerdo a esta regla, incluso en las situaciones más complicadas.


“Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos…” (Marcos 8:33)

Esto sucedió justo después de explicarles a sus discípulos cómo él tendría que "padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días" (Marcos 8:31). ¿Qué habrá sentido nuestro Salvador cuando les comunicó esto abiertamente? Pedro no lo entendió y, con buenas intenciones, pero no de acuerdo con la voluntad de Dios, comenzó a reprenderlo. ¿Cómo reaccionó Jesús ante esto? “Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro” (Marcos 8:32-33).


El diablo trató (una vez más) de distraerlo de su camino hacia la cruz, donde sufriría y finalmente moriría. Pero el Señor Jesús se volvió y miró a sus discípulos, aquellos a quienes amaba. En su amor infinito, él estaba dispuesto a morir por ellos. Para salvarlos, no había otra opción que soportar el juicio de Dios y morir en el Gólgota. ¡Qué amor tan maravilloso y desinteresado!

"Dejad ir a estos…” (Juan 18:8)

El Señor Jesús estaba en el huerto de Getsemaní con sus discípulos. Acababa de tener una lucha intensa, orando en agonía (véase Lucas 22:44). En ese momento, apareció Judas con soldados y varios siervos de los principales sacerdotes "con linternas y antorchas, y con armas" (Juan 18:3). Era una situación muy tensa que estaba a punto de empeorar. En ese instante, el Señor Jesús dio un paso al frente y se puso delante de sus discípulos. Luego se dirigió a sus enemigos y les dijo: "Si me buscáis a mí, dejad ir a estos" (Juan 18:8).


Para él, esto significó el inicio de un camino especial de sufrimiento y dolor, que terminó con su muerte en la cruz. Sin embargo, no quería que sus discípulos sufrieran ningún daño. ¿No demuestran estas palabras claramente el amor divino del Señor Jesús, quien buscó el bienestar de los suyos a pesar de que la situación requería toda su atención? «¡Llévenme a mí!» y «¡Dejen que estos hombres se vayan!»

“El Señor se volvió…” (Lucas 22:61 NBLA)

En el patio de la casa del sumo sacerdote, había mucha gente reunida: escribas, ancianos del pueblo y también Jesús de Nazaret, que había sido arrestado. Pedro también estaba allí, esperando para ver qué sucedería después del arresto de su Maestro en Getsemaní.


Después de negar tres veces que tenía algún tipo de relación con el prisionero, el gallo cantó. En ese instante, Jesús volteó y miró a Pedro (Lucas 22:61). ¿No tenía algo más importante que hacer? ¿No requerían sus enemigos su total atención? No, se trataba de su amado discípulo Pedro, quien acababa de caer profundamente y necesitaba con desesperación que alguien lo hiciera consciente de su pecado. Y eso fue lo que hizo su Señor en ese momento. Por eso se tomó el tiempo para eso en medio de tales circunstancias. Conmovido por un amor divino, no pensó en sí mismo, sino que, con su mirada, sentó las bases para la restauración de su discípulo caído.

"No lloréis por mí" (Lucas 23:28)

Una larga procesión se dirigía al lugar de ejecución fuera de las murallas de Jerusalén. “Le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él” (Lucas 23:27). Maltratado y gravemente herido, el Señor Jesús emprendió su último camino, siendo llevado al Gólgota. Una gran multitud de espectadores lo seguía. Los lamentos y los llantos llegaron a oídos del Salvador. Él se volvió y dirigió un último y conmovedor llamado al pueblo judío: "No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos" (Lucas 23:28). Sabía lo que pasaría con esas personas si no se arrepentían. A pesar de que estaba en una situación extremadamente difícil, él no pensó en sí mismo. En su inconcebible amor, el bienestar de su pueblo terrenal ocupaba su corazón.

“Cuando vio Jesús a su madre…”

Mientras colgaba en la cruz, el Salvador se vio atormentado por terribles dolores físicos, los cuales soportó con plena conciencia. Al mismo tiempo, sabía que algo mucho peor le esperaba: el juicio de Dios durante las tres horas de oscuridad.


En ese momento, sus ojos se posaron sobre su madre. En lugar de enfocarse en su propio sufrimiento, se preocupó por las necesidades y el dolor de su madre, y trató de animarla y consolarla. ¡Un amor incomprensible que, en circunstancias tan angustiosas, se preocupó por las necesidades y el sufrimiento de los demás!


Una y otra vez nuestro Señor, a pesar de las circunstancias externas, no pensó en sí mismo, sino que buscó el bienestar de los demás. Él realmente demostró que el amor divino no busca lo suyo. ¡Qué maravilloso!

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones…” (Romanos 5:5)

En Romanos 5:5, leemos: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado". A partir de este versículo, podemos deducir lógicamente que, por el poder del Espíritu de Dios, estamos capacitados para manifestar las características del amor divino en nuestra vida diaria. Por lo tanto, tanto tú como yo estamos llamados a expresar, independientemente de cuales sean nuestras circunstancias, que el amor divino "no busca lo suyo".


Timoteo es un brillante ejemplo de esto. El apóstol Pablo pudo escribir acerca de él a los filipenses: "Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (Filipenses 2:20-21).


Probablemente nunca ha habido un período en la historia humana donde el egoísmo y la complacencia propia hayan tenido tanta influencia en el pensamiento, las decisiones y el comportamiento de las personas como en la época actual. A pesar de esto, los hijos de Dios no solo tienen la responsabilidad de proclamar las características del amor divino a un mundo perdido, sino de manifestarlas en su vida diaria, en dondequiera que el Señor nos haya puesto.


El propósito de Dios es mostrarnos a su Hijo en su Palabra y magnificarlo ante nosotros. Pero también busca que la contemplación de su Hijo tenga un impacto formativo en nuestras vidas.


Por lo tanto, contemplemos cada vez más intensamente a nuestro Señor y adorémoslo por su amor, revelando así algo de sus excelencias en nuestra vida. Esto redundará para su gloria y para bendición de las personas que nos rodean.

Friedhelm Runkel


Traducido de "Die Liebe sucht nicht das Ihre | haltefest" con el permiso del autor.

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