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Tim Hadley Sr.

La respuesta cristiana al caos en la sociedad



Disturbios en las calles, incendios en las ciudades, una pandemia mundial, racismo activo, un crecimiento en las tasas de homicidio. ¡Qué tiempos tan extraños y difíciles! ¿Cuál es la causa y cuál es la respuesta para tal alteración política y social en nuestra sociedad hoy en día? ¿Cómo deberían responder los seguidores de Jesucristo? Hay muchas voces y opiniones que buscan nuestra atención, voces políticas y voces tales como "Black lives matter" que proponen soluciones, mientras que las voces de la cultura de la cancelación buscan silenciar a otras; y hay muchas más. ¿A quién deberíamos escuchar?


Mientras reflexiono en estas preguntas, y miro al Señor por una respuesta bíblica, mi oración es que el Espíritu de Dios pueda trabajar entre el pueblo de Dios. Estamos aquí para ser sal de la tierra y luz del mundo. Estamos para ser una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder. ¡Nuestra presencia en este mundo debe hacer una diferencia! Sin embargo, en muchos casos, la iglesia ha tomado partido en lugar de destacar por Cristo.


Las escrituras nos recuerdan que, independientemente de nuestra identidad (personalidad), cada creyente está incluido en estas palabras:


"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras." (1 Pedro 2:9-12)


El deseo de Pablo por aquellos que habitaban en la cultura de Filipos era similar:


"Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo" (Filipenses 2:15)


No importa la cultura o el periodo de la historia, los cristianos siempre se han enfrentado a confusiones y problemas. Es un recordatorio de que este mundo no es nuestro hogar. Nosotros estamos simplemente de paso esperando la venida del Señor para llevarnos a la casa del Padre (Juan 14:1-3). Sin embargo, cuando decimos "de paso" no queremos decir que debemos permanecer inmóviles ante las circunstancias que nos rodean. La pregunta para cada uno de nosotros es esta: ¿Cómo respondemos al caos en nuestra sociedad hoy en día? Aunque no somos de este mundo, ciertamente estamos en él. ¡Lo que ocurre al rededor nuestro nos afecta! Debemos preguntarnos: Lo que nos rodea ¿nos impacta más que el impacto que debemos generar nosotros? Para responder estas preguntas debemos ir a la Palabra de Dios.


Los conflictos en medio del caos


¿Cuál es la raíz del caos en nuestra sociedad? Se han propuesto muchas cosas. Una de las ideas que escuchamos actualmente es que se debe a los pecados del pasado. ¿Cuál es el punto de vista de Dios ante esta declaración? Ezequiel 18:20 aborda este concepto: "El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él"


Sin embargo, si bien no somos responsables personalmente por los pecados del pasado, la Palabra de Dios enseña claramente que las consecuencias del pecado pasan de generación en generación: "Porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen" (Deuteronomio 5:9).


Estas consecuencias son reales y deben ser tratadas a la luz de las Escrituras. Debemos juzgar activa y claramente los pecados del presente. Dos pecados en particular vienen a la mente en este contexto: el pecado de la parcialidad y el pecado de el prejuicio. La parcialidad es el pecado de tratar a alguien favorablemente basado en factores externos, mientras que el prejuicio es el pecado de tratar a alguien de manera negativa basado en factores externos.


Estos son pecados serios. Dios no es parcial ni prejuicioso. Él "hace salir su sol sobre malos y buenos" y "hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:45). Es benevolente y un justo para con todos. Por lo tanto tú y yo debemos juzgar el pecado en lo que respecta a la parcialidad y el prejuicio.


¡Como seguidores de un Dios que no muestra parcialidad o prejuicio, debemos condenar prejuicios de cualquier tipo! La realidad es que las injusticias pasadas tienen un impacto actual en situaciones familiares y son perpetuadas por prejuicios actuales, incluso en la Iglesia. No debemos dejar que el enemigo divida al pueblo de Dios. Santiago habla en contra de tal carácter de parcialidad, lo que muestra discordia en el cuerpo de Cristo.


Nuestra sociedad está llena de enojo y violencia. Recientemente mientras miraba las noticias, vi el enojo y el odio en las caras de aquellos que decían no formar parte de la "cultura de la cancelación", pero que al mismo tiempo desmoronaban estatuas. Vemos este enojo en muchos que forman parte de los disturbios. Como seguidores de Cristo no deberíamos permitir que en nuestros corazones haya espacio para el enojo y la violencia. Alguien dijo una vez: ¡el perdón bíblico es el pegamento que mantiene unidas las relaciones!


Otra área que crea un conflicto mayor en medio del caos en nuestra sociedad se ve en cómo tratamos a nuestras autoridades de gobierno. Como seguidores de Jesucristo debemos primeramente obedecer la Palabra de Dios. Romanos 13:1-6 es claro en cuanto a este asunto: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo."


Pablo dijo algo más acerca de esto en 1 Timoteo 2:1-3: "Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador."


Este pasaje incluye a todos los que están en autoridad, desde nuestro presidente (sin importar quién está en el sillón presidencial), hasta nuestros senadores y representantes, a nuestros gobernantes, alcaldes, oficiales de policía y a cualquier otro oficial. Debemos respetarles, no porque siempre tengan razón, sino por la posición que ellos tienen. Pedro nos recuerda que esto es por el amor al Señor: "Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien" (1 Pedro 2:13-14).


¿Qué se debe hacer si los líderes políticos o gobernantes son inmorales e inefectivos?

Algunos creen que el camino para cambiar es votar por un partido político en desmedro de otro. Otros creyentes creen que la forma de cambiar las cosas es protestar y causar disturbios, derribar estatuas y quemar edificios.


Ciertamente hay conceptos válidos acerca de muchos puntos y acciones políticas. Pero la respuesta para un cambio real y permanente no se encuentra en el gobierno ni en ninguna otro representante humano, ningún partido político será el que nos salve del caos. La respuesta para nuestra inquietud se halla en el evangelio de Jesucristo. Conociéndole a Él como nuestro Señor y Salvador, y viviendo una relación real con Él antes que con el mundo en el que vivimos, nos permitirá afrontar las circunstancias con una fortaleza moral y con bendita tranquilidad.


Toda confusión y caos en este mundo no debería sorprender a los cristianos, 2 Timoteo 3:1-4 nos dice lo siguiente: "Que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios."


La palabra peligroso significa salvaje, y los "tiempos salvajes" es una muy buena descripción de los que podemos ver que se desarrolla justo delante de nuestros ojos en muchos lugares.


La causa del caos


Por lo tanto, nos preguntamos, ¿cuál es la verdadera causa del caos? ¿es la injusticia social? ¿es el gobierno, es el COVID-19, el "Black lives matter", o la cultura de la cancelación? Sin duda, estas cosas, y muchas otras, son el fruto del problema, pero ¿cuál es la raíz del problema?


Muchas personas han dicho que "el corazón del problema es el problema del corazón." La Biblia concuerda con esto, y nos recuerda que "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9). ¡Todo lo que sucede en nuestras ciudades y en nuestra sociedad es un resultado directo de lo que hay en el corazón del hombre!


Esto es precisamente lo que el Señor Jesús nos enseña en Marcos 7:14-23. Aquí, con una precisión milimétrica, el Señor Jesús revela esta verdad y pone su dedo en la verdadera raíz del problema.


La cura para el caos


En el contexto de Marcos 7, vemos que los fariseos (los líderes religiosos de aquel entonces) estaban muy preocupados con cosas externas, las practicas externas y la apariencia de las cosas (Marcos 7:1-5). Pero el Señor quiso que miraran a su interior para que hallaran la respuesta de la plaga en nuestra sociedad, y esto también sucede hoy en día. Apuntamos a un grupo o hacia otro y los culpamos de todas las cosas que ocurren, en vez de mirar interiormente y darnos cuenta que el problema reposa en nuestro propio corazón.


Buscar reformar nuestra cultura no cambia el corazón del hombre. ¡Es necesario que ocurra una transformación en los corazones humanos! Debemos primeramente enfocarnos en eso antes de que tratemos de reformar a alguien.


En Marcos 7 el Señor Jesús apunta a los conflictos en los versículos 14-16: "Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga".


Luego apunta a la confusión de sus propios discípulos (v. 17): "Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola".


Entonces, en los versículos 18 a19, aclara su punto: "Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos."


Debemos entender que querer reformar nuestra cultura o buscar que se aprueben nuevas leyes para ajustarse al pensamiento y comportamiento de la gente no nos llevará al cambio permanente que se desea. ¡El comportamiento externo que se ve en nuestra cultura es una expresión de lo que hay realmente en nuestro corazón! Y hay pecado en cada corazón, porque somos pecadores por naturaleza y práctica.


Por lo tanto, lo que vemos que sucede en nuestra sociedad, todo el odio y dolor que se ve de un lado a otro, viene directamente del corazón del hombre. El Señor nos explica esto en Marcos 7:20-23: "Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre".


Casi todo lo que se menciona en esta lista se ha manifestado en el caos de nuestra sociedad hoy en día. Es interesante considerar que comienza con los malos pensamientos, debido a que lo que pensamos afecta en la forma en que vivimos. "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. Come y bebe, te dirá; Mas su corazón no está contigo." (Proverbios 23:7). Esto es el por qué las Escrituras nos recuerdan que debemos tener en cuenta a Cristo para que guarde nuestras mentes (Filipenses 2:5-8, 4:8).


Miremos brevemente la lista del Señor:


  • Malos pensamiento: Un dialogo en nuestras mentes que es malo y justifica lo que hacemos.

  • Adulterio: Actividad sexual fuera del matrimonio, rompiendo el pacto matrimonial.

  • Fornicación: Cada expresión de expresión sexual, mental o física.

  • Asesinato: Acto ilegal de de matar a un ser humano, que comienza con una actitud de odio en nuestro corazón.

  • Robos: Tomar legítimamente algo que no es mio (tal como el saqueo).

  • Codicia: Un sentimiento de avaricia, querer algo que no he ganado, pero que pienso que debería tener.

  • Maldad: Todo lo que Dios considera malicioso y malo.

  • Lascivia: Comportamiento sexual sin restricciones.

  • Ojos malvados: Celos y desprecio a los que otros tienen.

  • Soberbia (orgullo): Una actitud altiva y superior, la cual es la fuente de la parcialidad y el prejuicio.

  • Insensatez: Comportamiento sin sentido y sin pensarlo.


¡Esta lista describe la sociedad en la que tú y yo vivimos hoy en día! Muchas cosas en ella están en la raíz de la confusión y los problemas. A menos que abordemos esta condiciones del corazón en nuestras conversaciones sobre el caos, solo añadiremos confusión.


Cristo es la respuesta al mundo de hoy. Solo Cristo es capaz de hacernos nuevas criaturas "En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria" (Efesios 1:13-14).


Mientras renovamos nuestras mentes a través de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo transformará nuestras mentes para que pensemos y veamos nuestro mundo de la forma en que el Señor Jesús lo hace. ¡Que el Señor nos ayude a comenzar a dirigir nuestras conversaciones al corazón del problema, el cual es, en efecto, el problema del corazón!


Traducido desde www.anchorsforlife.org

Traducción: DSL

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