¿Cuál es la relación del cristiano con el reino?
- Mark Grasso
- hace 6 días
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Aunque el título que Pilato le dio al Señor Jesús —"El Rey de los judíos" (Jn. 19:19)— pretendía burlarse del acusado y provocar a sus acusadores, este era indudablemente verdadero, como el mismo Señor había confirmado anteriormente (véase Lc. 23:3; y también Mt. 2:2). Él era de linaje real (véase Lc. 1:32). A pesar de que su nación no lo recibió (véase Jn. 1:11), el pequeño remanente que lo siguió reconoció que él era quien debía redimir a Israel (véase Lc. 24:21). Sin embargo, debido a que la nación lo rechazó públicamente como Rey (véase Jn. 19:15), Cristo aún no ha tomado su posición como Rey de Israel.
No obstante, Dios ya lo ha ungido como Rey (véase Sal. 2:6), y lo que él ha decretado ciertamente se cumplirá. Cuando los judíos experimenten su angustia al final de la gran tribulación, el Señor Jesús vendrá en gracia como su Rey y los librará de sus enemigos (véase Jer. 23:5–6). Además, se establecerá como Rey sobre toda la tierra (véase Zac. 14:9; Dn. 7:14; Ap. 11:15).
¿Es Cristo Rey en la actualidad? ¿Tiene su realeza alguna aplicación para el cristiano en esta dispensación? Estas preguntas son legítimas, pues el Nuevo Testamento menciona un reino que ya existe y afirma que los creyentes han sido trasladados a él (véase Col. 1:13). Además, las numerosas referencias al Señor Jesús como Rey en diversos medios cristianos en la actualidad pueden llevar a algunos creyentes a preguntarse si Cristo es realmente su Rey.
Respecto a la relevancia del reino para el creyente —en lo individual—, las siguientes observaciones pueden resultar útiles:
El Señor Jesús no es el Rey del cristiano ni el Rey de la Iglesia. El Nuevo Testamento no sugiere tal cosa. Aunque somos súbditos de su reino moral (véase también el punto 3), Cristo no está ejerciendo ahora su reinado (véase Lc. 19:12–15). Por eso, no nos dirigimos a él como 'Rey'. Nuestra relación con él como su esposa y miembros de su cuerpo es mucho más cercana.
Aunque su obra en la cruz ha sido completada, su reino aún no ha sido establecido públicamente (véase Hch. 1:6). Y no lo será hasta que todos los imperios del mundo hayan sido quebrantados, incluyendo el imperio romano revivido, el cual sigue siendo futuro (véase Dn. 2; Ap. 13–17; véase también Ap. 11:14–19).
Si bien los cristianos somos súbditos de su reino, este reino y nuestra posición como súbditos se manifiestan moralmente. Esto se ilustra en la parábola de Mateo 25:14–30. El Rey (el Señor Jesús) está ausente, y lo que debe ejercitar la conciencia de sus siervos (los creyentes) es cómo se ocupan de Sus intereses durante esta ausencia. Cuando el Señor regrese y establezca su reino públicamente, él recompensará a cada uno conforme a su servicio (vv. 20–23).
El Señor Jesús espera que sigamos el ejemplo que él nos dejó (véase 1 P. 2:21), manifestando las mismas cualidades morales que él mostró en su vida en la tierra. Esto también tendrá su recompensa cuando el reino se manifieste públicamente, como lo indican las bendiciones y grandes galardones de Mateo 5:3–12.
Ser un súbdito fiel del reino en su expresión actual implica sufrimiento (véase Ap. 1:9). Pedro trata extensamente este tema en su primera carta. Sin embargo, aunque suframos por causa de la justicia ahora, podemos tener ánimo al saber que ello también trae bendición (véase 1 P. 3:14).
En resumen, el Señor Jesús no es nuestro Rey, ni tendrá jamás esa relación con nosotros. Cuando Él reine sobre la tierra, nosotros reinaremos con Él (Apocalipsis 20:6). No obstante, aquello que caracterizará su reino en el milenio —justicia, gozo y paz— debe caracterizarnos hoy (Romanos 14:17). La verdad del reino, para el creyente individual en la actualidad, consiste en demostrar lealtad a nuestro Señor y Salvador mientras está ausente del mundo que lo rechazó, imitándolo y sirviéndolo fielmente mientras esperamos su venida.
Traducido de www.thebiblestudy.site
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