Citas bíblicas extraídas de la traducción NBLA
Amanece un nuevo día. El despertador suena para un joven matrimonio, anunciando el inicio de su jornada laboral. Sin dirigir palabra alguna a su esposa, el hombre se sienta al borde de la cama y toma su teléfono. Lee y responde rápidamente a algunos correos electrónicos mientras su esposa permanece sentada a su lado. Quince minutos después, él continúa en silencio, ahora revisando y contestando estados de WhatsApp y algunos mensajes nuevos. Entre tanto, su esposa se ha dirigido al baño. Transcurridos otros diez minutos, él se sumerge en las noticias deportivas; la noche anterior, su equipo favorito jugó un partido de la Champions League, así que ahora lee las primeras reacciones sobre la victoria. Su esposa ya se encuentra ocupada en la cocina. Un cuarto de hora más tarde, tras terminar de leer las entrevistas y reacciones internacionales sobre el partido, deja su teléfono en silencio sobre la mesita de noche. Finalmente, 40 minutos después de que sonara el despertador, se dirige a su esposa y le dice: «Buenos días, mi amor».
Esta es una historia ficticia, sin embargo, es evidente que tal comportamiento es perjudicial para la relación matrimonial. Si este hombre persiste en esta actitud, entonces está poniendo en riesgo su matrimonio. Sus acciones demuestran claramente que su esposa no es su prioridad. A pesar de estar casado con ella, su principal interés radica en sí mismo, sus contactos digitales y los acontecimientos del mundo. Su esposa queda relegada a un segundo plano. Su saludo «mi amor» suena hipócrita, pues su comportamiento revela que su verdadero tesoro es algo completamente distinto.
El comportamiento de este hombre es desagradable. Sin embargo, ¿no actuamos a menudo de manera similar en nuestra relación con nuestro Señor? Y esto se aplica tanto a hombres como a mujeres. Cuando terminamos con los correos electrónicos, WhatsApp y las noticias, finalmente nos dirigimos al Señor Jesús como si dijéramos: «Bien, lo más importante está hecho, ahora es tu turno, Señor». Aunque nunca lo expresaríamos así, si nuestro comportamiento se asemeja al de este hombre, es precisamente lo que transmitimos: Jesús, nuestro Señor, queda relegado a un segundo, tercer o incluso cuarto lugar.
Cuando suena el despertador, Él espera con el desayuno
Cuando los discípulos pasaron una noche pescando sin éxito, el Señor estaba en la orilla. Les concedió una pesca abundante al amanecer y los invitó: "Vengan y desayunen". Ya lo había preparado todo: "Cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan" (Jn. 21:12, 9). Estaba allí al comenzar un nuevo día, deseando desayunar con ellos. Lo había dispuesto todo para tener comunión con sus discípulos y alimentarlos.
Hoy en día, su oferta se aplica de forma espiritual, pues encontramos su alimento en su Palabra. Si lo aceptamos, experimentaremos lo que David vivió: "Sácianos por la mañana con tu misericordia, y cantaremos con gozo y nos alegraremos todos nuestros días" (Sal. 90:14).
Sin embargo, cuando suena el despertador y nos levantamos, el Señor Jesús ya está ahí, esperando para comenzar el día con nosotros y brindarnos alimento espiritual. Algunos omiten o posponen su desayuno matutino, pero el desayuno espiritual de la mañana no debería omitirse ni posponerse. "Porque así dice el Señor DIOS: Yo mismo buscaré mis ovejas y velaré por ellas" (Ez. 34:11). Y él, la Sabiduría en persona, promete: "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan" (Pr. 8:17 RVR1960). ¿Acaso lo ignoramos y priorizamos otras cosas? Sin embargo, solo él puede saciarnos verdaderamente.
Cuando suena el despertador, Él espera nuestra oración
No solo desea saciarnos, sino que también anhela que compartamos con él nuestros pensamientos y planes para el día, e incluso nuestras preocupaciones por las cargas diarias, confiándoselas. Pues "Nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana ;¡grande es tu fidelidad!" (Lm. 3:23). ¿Acaso lo ignoramos y priorizamos otras cosas? En su lugar, deberíamos actuar como los hijos de Coré: "Pero yo, a ti pido auxilio, SEÑOR, y mi oración llega ante ti por la mañana" (Sal 88:13).
Cuando suena el despertador, Él espera nuestra gratitud
El Señor se alegra cuando iniciamos el día con jubilosa gratitud: "Pero yo cantaré de tu poder; sí, gozoso cantaré por la mañana tu misericordia; porque tú has sido mi baluarte y refugio en el día de mi angustia" (Sal. 59:16). ¿Acaso lo desatendemos y nos ocupamos primero de otros asuntos?
El Señor Jesús mismo es el ejemplo perfecto en todo esto: "Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, Jesús salió y fue a un lugar solitario, y allí oraba" (Mc 1:35). Él, el Hijo de Dios, como hombre perfecto, sintió la necesidad de buscar la comunión con su Padre temprano en la mañana, antes de que comenzara el día con sus cargas y múltiples servicios. Si él lo ‘necesitaba’, ¡cuánto más nosotros!
Traducido de la revista "Folge mir nach", N° 11/2023
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