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Cristo, el alimento del cristiano

Tiempo de lectura: 6 minutos

Traducción bíblica utilizada: RVR1960

Lectura: Éxodo 16:4-5, 14-21

Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día... Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra.Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda. Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crio gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.


Es cierto que el maná era un alimento extraño, tal que un egipcio no habría podido comprenderlo, ni apreciarlo, ni alimentarse de él jamás, pero aquellos que habían sido "bautizados en la nube y en el mar" (1 Corintios 10:2) podían gozar de este maná y alimentarse de él, siempre y cuando se mantuvieran en la posición donde acababan de ser introducidos por este bautismo. El hombre del mundo no comprende cómo vive el cristiano. Tanto su vida como el alimento que lo sostiene son impenetrables para el ojo natural más experto. Cristo es la vida del cristiano, y él vive de Cristo. Se nutre, por la fe de la gracia poderosa de Aquel que "es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos" (Romanos 9:5), y que "se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Filipenses 2:7). Lo sigue desde el seno del Padre a la cruz, y de la cruz hasta el trono: y encuentra en él, en cada período de su carrera y en todas las fases de su vida, un precioso alimento para el nuevo hombre.


Todo lo que rodea al cristiano, aunque en realidad sea el Egipto de este mundo, no es más que un desierto árido y desolado, sin tener nada que pueda satisfacer a un espíritu renovado; y si el alma halla allí, desgraciadamente, algún alimento, sus progresos en la vida espiritual son entorpecidos en la misma medida que ella se nutre de tales alimentos. La única provisión que Dios ha hecho para nosotros es el maná (es decir, Cristo), y el verdadero creyente debería alimentarse exclusivamente de él siempre (comp. Levítico 7:11-36).


¡Cuán deplorable es ver tantos cristianos buscando las cosas de este mundo! Esto prueba claramente que están 'fastidiados' del maná del cielo y que lo consideran como un "pan liviano" (Números 21:5). Ellos sirven las mismas cosas que debieran mortificar. La actividad del hombre nuevo está siempre en relación con el despojo "del viejo hombre con sus hechos" (Colosenses 3:9); y cuanto más completo sea este despojo, tanto más deseará nutrirse del "pan que sustenta la vida del hombre" (Salmo 104:15). Así como en el orden físico cuanto mayor es el ejercicio mejor es el apetito, así también en nuestra vida espiritual cuanto más ejercitamos nuestras nuevas facultades, tanto más sentimos la necesidad de alimentarnos de Cristo cada día.


Una cosa es saber que tenemos vida en Cristo Jesús, unida a un completo perdón y a una aceptación perfecta delante de Dios, y otra muy diferente tener habitualmente comunión con él, nutriéndonos de él por la fe, y convirtiéndolo en el único alimento de nuestras almas. Un gran número de personas profesan haber hallado el perdón y la paz en Cristo y, al mismo tiempo, se nutren de una variedad de cosas que no tienen ninguna relación con él. Alimentan sus almas con la lectura de los periódicos y de la literatura frívola e insípida de nuestros días (*). ¿Hallarán allí a Cristo? ¿Es por tales medios que el Espíritu Santo nutre al alma de Cristo? ¿Es éste el puro rocío sobre el cual desciende el maná celeste para servir de alimento a los redimidos del Señor en el desierto? ¡Ay! no; esos son los alimentos groseros en los cuales se deleita el espíritu carnal.


(*) Nota del editor: se podrían añadir aquí muchos medios de comunicación modernos, tales como la televisión, la radio, internet, así como las redes sociales: facebook, instagram, twitter, tiktok, whatsapp, etc.


La palabra de Dios nos enseña que en cada cristiano hay dos naturalezas distintas; preguntémonos pues, cuál de estas dos naturalezas se alimenta de las noticias y del entretenimiento del mundo. ¿Es la nueva o es la vieja? No es difícil responder esta pregunta. ¿Cuál, pues, de las dos queremos alimentar? Nuestra conducta será, seguramente, la respuesta más eficaz a esta pregunta. Si yo deseo sinceramente crecer en la vida espiritual, si mi objeto principal es ser hecho semejante a Cristo y consagrarme del todo a él, si aspiro verdaderamente a que el reino de Dios haga progreso en mi corazón, indubitablemente buscaré siempre el alimento que Dios me ha preparado para mi desarrollo espiritual. Esto es muy natural y sencillo.


Las acciones de un hombre son siempre el más seguro indicio de sus deseos e intenciones. Así, si yo hallo un cristiano que descuida su Biblia, y sin embargo halla tiempo suficiente, o toma alguna de sus mejores horas para leer periódicos o tantos otros libros por lo menos fútiles y con frecuencia perniciosos (*), no me será difícil juzgar la verdadera condición de su alma; tengo la certeza de que el tal no puede ser un cristiano espiritual, porque no se alimenta de Cristo, y por lo tanto, no puede vivir para él ni rendirle un fiel testimonio.


(*) Nota del editor: referirse a la nota al pie anterior. Notará el lector que el autor escribió según las cosas que en su época (siglo 19) atraían la atención de la carne, pero hoy vivimos con formas de entretenmimento carnal mucho más perniciosas y mucho más difundidas.


Si un israelita hubiese descuidado recoger, temprano en la mañana, la porción de pan que la gracia de Dios había preparado para él, pronto habría carecido de las fuerzas necesarias para continuar su viaje. Asimismo, es también necesario que nosotros hagamos de Cristo el objeto soberano de nuestras almas, si no, nuestra vida espiritual declinará inevitablemente. Los sentimientos y experiencias relacionados con Cristo, no pueden constituir nuestro alimento espiritual, porque esos sentimientos y experiencias son variables y sujetos a mil fluctuaciones. El pan de vida de ayer era Cristo, y Cristo debe ser el de hoy, y Cristo eternamente. No es suficiente tampoco que nos alimentemos en parte de Cristo, y en parte de otras cosas. Como solo Cristo es la vida, así también el "vivir" solo puede ser Cristo; y así como no podemos mezclar nada a lo que comunica la vida, tampoco podemos mezclar nada a lo que la sostiene.


Por otro lado, cuando el israelita recogía el maná para su acumulación, entonces los síntomas de descomposición se manifestaban muy pronto. Jamás pensaríamos en hacer provisiones, si comprendiésemos la verdad y la realidad de nuestra posición; nuestro privilegio es alimentarnos de Cristo día tras día, como siendo Aquel que descendió del cielo para dar vida al mundo. Pero si alguno, olvidando su verdadera posición, quiere hacer provisión para mañana, es decir, quiere reservarse la verdad en vez de usarla para renovar sus fuerzas, seguramente esta verdad se corromperá. Conocer la verdad es una cosa muy solemne, porque no hay ni una sola de las lecciones que profesamos haber aprendido, que no debamos manifestarla de una manera práctica. Dios no quiere que seamos teóricos.


[…]


El cristiano también debe usar lo que tiene; debe alimentarse de Cristo porque su alma tiene necesidad de él, y esta necesidad nace del servicio activo y actual. El carácter y los planes de Dios, la excelencia y hermosura de Cristo, así como las vivas y profundas realidades de las Escrituras son revelados solo a la fe y a las necesidades actuales del alma. Nuestra porción aumentará a medida que usemos la que ya hemos recibido. La vida del creyente debe ser práctica; y en esto un gran número de entre nosotros se halla culpable. Sucede con frecuencia, que aquellos que adelantan más rápidamente en la teoría, son los más lentos en la práctica, porque se trata en ellos más bien de un trabajo de la inteligencia, y no del corazón y de la conciencia. No debiéramos olvidar nunca que el cristianismo no es un conjunto de opiniones o posturas, ni un sistema de dogmas; ante todo y sobre todo, es una realidad divina, una cosa personal, práctica, potente, manifestándose en todos los acontecimientos y circunstancias de la vida diaria, esparciendo su influencia purificadora sobre el carácter y la vida del individuo, aportando sus disposiciones celestes en todas las relaciones en que el hombre puede hallarse delante de Dios. En una sola frase, el cristianismo es la consecuencia lógica y natural del hecho de estar unidos a Cristo y ocupados de Él. ¡Tal es el ‘cristianismo’ de Cristo! Es posible tener un claro entendimiento de todas estas cosas, ideas correctas y principios sanos, sin tener la menor comunión con Jesús. Una profesión de fe ortodoxa sin Cristo es inútil y carece de vida cuando es sometida a la prueba.


Lector cristiano, reflexiona seriamente en esto: no solo eres salvo por Cristo, sino que también vives de él. Búscalo "cada mañana"; búscalo solo a él. Cuando algo más llame tu atención, pregúntate: «¿Esto hablará de Cristo a mi alma? ¿Me enseñará algo nuevo acerca de él, me unirá más a su Persona?» Si la respuesta es negativa, entonces rechaza lo que sea sin dudarlo, incluso si se presenta ante ti bajo el aspecto más agradable y se apoya en la autoridad más respetable. Si realmente deseas avanzar en la vida divina, progresar espiritualmente y conocer a Cristo personalmente, entonces debes tomártelo en serio. Haz de Cristo tu alimento habitual. Ve, recoge el maná que desciende sobre el rocío y nútrete de él con el apetito estimulado por una marcha vigilante con Dios a través del desierto. Que la rica gracia del Señor te fortalezca abundantemente para todas estas cosas, por medio del Espíritu Santo.


C. H. Mackintosh


Extracto de “Estudio sobre el libro de Éxodo”, editado por Ediciones Bíblicas.

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