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Cristianismo y política (Parte 5)


Queridos lectores,

Ha pasado un buen tiempo desde la última publicación, continuaremos, con la ayuda del Señor, extendiendo este tema tan importante para nuestros días, días en los cuales la tibieza de Laodicea se hace patente por medio de las asociaciones político-religiosas y muchas otras desviaciones de la verdad.

Antes de proseguir insistiré en el hecho que el creyente es un embajador del cielo, miembro de la mancomunidad celestial, su vocación es celestial y, por lo tanto, aunque aún está en este mundo, Cristo lo ha enviado, así como el Padre lo envío a Él (Jn. 17:18), y cómo ya hemos visto anteriormente, Él no vino a jugar un papel político (cf. Jn. 6:15), sino a salvar a Su pueblo (Israel) de sus pecados (Mt. 1:21). Sin embargo, vendrá un tiempo en el cuál Él vendrá para reinar (su segunda venida) y allí establecerá su reino justo (cf. Is. 11; Sal. 2; Sal. 24; Zac. 14). Ese tiempo no es el tiempo actual en que vivimos, ese tiempo es conocido como "el milenio", y serán 1.000 años en los cuales Cristo reinará sobre la tierra con vara de hierro, y ese tiempo vendrá aproximadamente 7 años que la Iglesia sea arrebatada al cielo (al lugar que pertenece por llamamiento santo) para estar para siempre con el Señor (cf. 1 Ts. 4:15-18: considerar este versículo cómo un paréntesis entre el versículo 14 y el capítulo 5:1).

Durante ese reinado, Cristo gobernará desde Jerusalén, cumpliendo así todas las promesas y pactos realizados para con su pueblo terrenal (Israel) — los cuales no son para la Iglesia.

Durante este periodo de tiempo (desde Pentecostés hasta el arrebatamiento de la Iglesia), Cristo se ha ido a los cielos a la espera de recibir su reino (cf. Lc. 19:12) y volver, durante este periodo de tiempo Él permanece como el rechazado (tanto por su pueblo como por las naciones) y todos los suyos comparten así su vituperio, el rechazo y la comunicación de sus padecimientos, mandados solamente a predicar el arrepentimiento y el perdón de pecados (no la imposición de la «moral cristiana» y la transformación del mundo a un mejor bien social).

Testimonio cristiano en los primeros siglos

Si dirigimos nuestra vista a los cristianos de los primeros siglos veremos que ellos no buscaban interrupciones políticas y participaciones públicas en los asuntos morales de la sociedad. Ellos vivían apartados del mal y predicaban el evangelio, viviendo a la luz de su herencia celestial. Patentes son los ejemplos de Esteban, Jacobo, Pedro, Pablo: No buscaban imponer sus ideas a la fuerza en las sociedades de sus días.

Veamos lo que se nos dice en Hechos 19:

"Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno" (v. 8-9).

Pablo se dirigió en primer lugar a los judíos (el pueblo escogido por Dios) para predicarles acerca del reino de Dios (pues para ellos es la manifestación gloriosa del reino del Mesías sobre esta tierra), pero viendo el rechazo (rechazo que ha durado cerca de 2.000 años), ¡"se apartó" de ellos "y separó a los discípulos"! ¡Cuán claro el mensaje! ¡Cuán distinto de lo que hoy muchos quieren lograr por medio de la participación política. Sigamos leyendo:

"Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús...Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata" (vv. 10,18-19)

El hecho que él se haya apartado de los judíos y haya separado a los discípulos no significó que él dejara de predicarles el evangelio. No. Cómo el pueblo terrenal de Dios rechazó el mensaje acerca del reino de Dios (comparar con mensaje de Pedro en Hch. 3), él se apartó de la sinagoga y de las esperanzas terrenales de Israel para comenzar a predicar el evangelio de la gracia de Dios, ese evangelio que los hizo quemar los libros y recibir así un gran perjuicio económico, ¡pero no espiritual! Ellos estaban cortando con sus deseos carnales y con todo aquello que los ataba a esta tierra, ellos habían nacido de nuevo y formaban parte de la Iglesia de Dios, esa Iglesia que es celestial en su origen y esperanzas.

Echemos un vistazo ahora al alboroto que se generó después y al testimonio de las fuerzas civiles acerca de Pablo:

"Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero. Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios! Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea. Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia".

Vemos cómo Satanás busca desacreditar el testimonio de Jesús por medio de cuestiones vanas y mundanas. ¡Cuán falsa era la acusación de Demetrio! ¡Cuán llena de ignorancia acerca de la verdad de Dios! Sin embargo, en medio de todo este alboroto, ¿vemos a Pablo actuando precipitadamente? ¿Lo vemos defender su posición pública? ¡No! Además, el testimonio del escribano (autoridad) dice que Pablo y los que con él estaban no buscaban desacreditar a diana de los efesios. Ellos proclamaban la verdad, pero esta verdad atacaba la conciencia de sus oidores, quienes comprendían que, al existir sólo un Dios verdadero y un sólo mediador entre Dios y los hombres, entonces su diosa no podía ser verdadera. ¡Parecía que Pablo podía utilizar el fin de este asunto para tomar poder sobre las autoridades! ¡Qué útil hubiese sido para la causa de Cristo! ¿o no? Demetrio y los artífices son remitidos a las autoridades políticas para definir el asunto, Pablo podía hacer lo mismo y demostrar que él no era culpable de lo que se le acusaba, sin embargo, optó por irse de allí, habiendo exhortado a los hermanos.

Leamos detenidamente el libro de los Hechos y tratemos de ubicar en qué parte los cristianos se involucraron políticamente, buscando «convertir» a la sociedad por medio de un «evangelio social». Les aseguro que no encontraremos ninguna sola cita que haga alusión a eso.

Agregaré enseguida un extracto de la "Historia de la Iglesia" escrita por A. Ladrierre que habla de cómo enfrentaban estos asuntos los cristianos del primer siglo:

«Hasta el fin del primer siglo, y durante la primera parte del segundo,los cristianos persistieron en su negativa de rendir culto, ya sea en honor de los dioses, ya en homenaje al emperador, hecho que comenzó a llamarla atención al gobierno romano. En el imperio existía una ley contra toda religión no sancionada por el Estado, y esta ley podía ser puesta en vigor en cualquier momento. Era como una espada permanentemente suspendida sobre la cabeza de los cristianos. También corrían peligro de ser llevados ante los gobernadores por causa de los disturbios y sediciones fomentadas contra ellos por los sacerdotes de los ídolos, y por los que fabricaban imágenes,quienes temían, como Demetrio, que su oficio fuera desacreditado; y eran mal vistos por los que vivían de los espectáculos y juegos públicos,a los que no asistían los discípulos de Cristo, recordando siempre las palabras de su Maestro: Estos “no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Además, circulaban diversas acusaciones contra aquellos que vivían apartados, pues, por temor a la persecución que simulaba dormir por un tiempo, se veían obligados a reunirse a escondidas, y no faltaba quien insinuara que en esas reuniones sucedían cosas extrañas que no soportaban la exposición a la luz del día...

Dios ha permitido que se conserve un testimonio claro, sin sospechas posibles acerca de su autenticidad, de la situación que vivían los cristianos de entonces entre quienes los rodeaban y frente al gobierno romano. Este testimonio consiste en las cartas que intercambiaron el emperador Trajano y el célebre escritor Plinio el Joven, amigo del emperador,que echan luz sobre la persecución que imperaba en esos días. Plinio había sido nombrado gobernador de las provincias del Ponto y de Bitinia, en el Asia Menor. Ocupando su cargo, varias personas fueron llevadas ante él, acusadas de cristianismo. El caso que se le presentaba era nuevo para el gobernador. No sabiendo que actitud tomar frente a este género de delito, y en su perplejidad, escribió al emperador pidiendo consejo y exponiendo su proceder frente a los acusados. He aquí algunos extractos de su carta:

“Antes de venir a esta provincia, nunca había tenido la oportunidad de asistir a un interrogatorio de cristianos, por lo cual, no tengo en claro cual sea la manera de obrar o decidir, ya en la instrucción de su causa, ya en el castigo que seles debe infligir. ¿Es necesario castigar como si el hecho de ser cristiano constituyese un crimen en sí mismo, o solo si ha sido acompañado de otros delitos? ¿Hay que hacer diferencias teniendo en cuenta la juventud o edad de los acusados?. En espera de una respuesta, mi modo de proceder con las personas que fueron traídas ante mí ha sido éste: Les pregunté si eran cristianos. Confesaron que sí. Reiteré entonces mi pregunta una segunda y una tercera vez, amenazándolos de muerte si persistían. Como ellos perseveraron en su confesión, ordené que fueran llevados, unos para ser ejecutados, y otros, en su derecho de ciudadanos romanos, para ser enviados a Roma y ser juzgados allí”. Explicando el motivo de su sentencia, Plinio dice: “No me cabe duda de que, cualquiera fuese su confesión, su obstinación debía ser castigada”...Plinio era un filósofo, un hombre cortés, refinado y generoso; pero no dudaba en emplear el medio más bárbaro para descubrir la verdad de aquello que él calificaba de “superstición absurda”, haciendo realidad la palabra del apóstol: “sin misericordia” hacia los hijos de Dios, tan odiados como lo fue Jesús, desechados del mundo como Él. Plinio continúa diciendo:“Dichas estas cosas, me pareció necesario interrogar a dos mujeres...aplicando la tortura. Con todo, no pude obtener más información que una inconcebible y absurda superstición... Es tan grande el número de los acusados –personas de ambos sexos, de edad y condición variadas– que el asunto merece una seria consideración; en breve aparecerán muchas más, pues el contagio de esta superstición ha invadido la región, y no solo las ciudades, sino también los pequeños poblados y los campos”.

Plinio dice luego que, al tomar posesión de su cargo, los templos de los dioses estaban en estado de abandono, las ceremonias sagrada. Tal fue la respuesta del poderoso emperador a su amigo filósofo en un tiempo que se enorgullecía de sus luces y de su urbanidad. La palabra de la cruz fue siempre una locura para los sabios y los inteligentes de este siglo. ¡Cuan fácil hubiera sido, para estos cristianos despreciados, salvar sus vidas echando unos granos de incienso sobre el fuego del altar,inclinándose ante la estatua del emperador! Pero los que seguían esta“superstición absurda” e incomprensible para un romano ilustrado, sabían bien lo que quería decir esa ceremonia al parecer insignificante. Rehusaban comprar su vida al precio de la infidelidad a Cristo. Guardaban su palabra y, como el procónsul fue forzado a decirlo, no querían negar su nombre. ¡Pidamos al Señor que nos sea concedido el tener la misma fidelidad para ser guardados puros de las manchas que ocasiona el mundo! Las cartas que acabo de citar son importantes en varios aspectos. En primer lugar, aunque solo se trate en ellas de una sola provincia del imperio, constituyen un testimonio innegable de que el cristianismo, la fe en Cristo como verdadero Dios, ya se había esparcido considerablemente,y a tal punto, que el paganismo parecía en vías de desaparecer en esa región.Se comprende así por qué Satanás hacía grandes esfuerzos por mantener sus fortalezas contra el poder de la verdad. Y se observa cuan grande era ese poder en los corazones y en la vida de los que habían creído.El único crimen del cual podía acusarse a los cristianos era el de negarse a adorar las imágenes del emperador, de invocar a los dioses, y de rechazar a Cristo, a quien consideraban como su Dios y Salvador; pero su vida era irreprochable....

Sí, el amor de quien dio su vida por ellos los llevaba a ser fiel hasta la muerte. ¿Quién podría amedrentar a personas que tenían ante su vista “una herencia incorruptible”, y eran “guardados por el poder de Dios” para un porvenir de gozo? ¿Qué poder tendrían las amenazas y los castigos de un Trajano o de un Plinio? Al mismo tiempo, debían someterse a la autoridad real, según la exhortación del apóstol: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey,...ya a los gobernadores”. Tanto por su vida como por sus palabras, anunciaban las virtudes de aquel que los llamó “de las tinieblas a su luz admirable”(1 Pedro 1:2-5; 2:9,13). ¿No es asombroso el tierno cuidado de Dios hacia los pobres creyentes perseguidos? Leamos de nuevo la carta que Dios les envió,y veremos como cada palabra se aplica a estos cristianos; pero también está dirigida a nosotros, aunque no pasemos por los sufrimientos que soportaron ellos; también nosotros debemos conducirnos con temor en tanto que vivimos en este mundo; somos llamados a ser santos como es santo Aquel que nos llamó, y somos exhortados a andar como extranjeros y advenedizos,absteniéndonos de las concupiscencias de la carne que batallan contra el alma, pues, si hemos creído en Jesús y le amamos, tenemos parte a la misma esperanza viva, a la herencia y a la salvación reservada a los santos mártires.¡Que nuestros corazones, como el de aquellos fieles, permanezcan unidos al Señor!» ¡Qué testimonio de la verdad daban estos que eran pobres (aunque ricos; Ap. 2:9-10) creyentes de los primeros siglos! ¡Qué comprensión de la verdad! Sometidos a la autoridad de la época, sin buscar imponer sus ideas sobre los demás, sino predicando la verdad y dejando que esta hiciera su trabajo en el corazón de los paganos!

Sigamos este ejemplo y no nos dejemos engañar por el espíritu de Pérgamo (que fue lo que le sucedió a la Iglesia cuando cesaron las persecuciones), quienes moraban donde estaba el trono de Satanás (unidad de la Iglesia con el Estado bajo el emperador Constantino).

No pensemos porque la democracia promete la participación "del pueblo" en las decisiones políticas, entonces tenemos posibilidad de elegir a nuestros gobernantes según nuestros gustos... ¡No olvidemos que Laodicea significa: «derechos del pueblo» o «poder del pueblo», y lo que leemos de Laodicea es que por su tibieza el Señor la vomitaría de su boca!

Tengamos siempre por delante nuestra esperanza celestial, aunque estamos en este mundo, ¡no somos de este mundo!

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