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LOS JOVENES CREYENTES Y EL TESTIMONIO

Ch.Bergez

M.E.1986

 

Es evidente que Satanás se encarniza de una manera muy particular en los días actuales sobre el testimonio colectivo del Señor. Busca, por todos los medios, turbar y destruir las expresiones locales establecidas alrededor de Cristo en el terreno de la unidad del cuerpo, según las enseñanzas de su Palabra. La funesta acción del diablo se ejerce sin descanso sobre aquellos que aun proclaman su derrota y la victoria sorprendente de su Salvador.

 

Todos los creyentes que tienen el privilegio de ser parte de este precioso testimonio en el corazón de Cristo sin duda son objeto de los ataques sutiles del Enemigo, pero que aparecen dirigidos especialmente contra la nueva generación de testigos que tendrán, si la paciencia de Dios permanece aun un poco, la responsabilidad de mantener lo que el Señor nos ha confiado. También, aunque tenemos que lamentar en humillación nuestra propia infidelidad, desearíamos recordar a nuestros queridos jóvenes, con todo el afecto que les tenemos, algunas exhortaciones que nos fueron dirigidas a nosotros mismos por aquellos que nos han precedido.

 

Los dos grandes principios de un testimonio fiel son: la puesta aparte para Dios, que implica la separación radical de todo mal moral y doctrinal (2ª Corintios 6:17), en la mortificación de nuestra vieja naturaleza; y luego el mantenimiento de una comunión ininterrumpida con el Señor por medio de la acción del Espíritu Santo. Necesitamos constantemente orar y velar, porque precisamente en estos dos dominios el peligroso adversario despliega sus esfuerzos.

 

La mayoría de vosotros sin duda han tenido el privilegio de haber sido criados en una familia cristiana, donde han podido aprender desde la infancia «las Sagradas Escrituras, las cuales pueden hacer sabio para la salvación » (2ª Timoteo 3:15).

 

Después ha llegado una época en sus vidas donde, habiendo escogido personalmente esta salvación, y siendo sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1:13), han probado el deseo de responder al anhelo del Señor y han tomado lugar en su Mesa.

 

Han mostrado hasta aquí felices disposiciones; pero es preciso ahora señalar la gran importancia que tiene para el testimonio el matrimonio de aquellos que el Señor llama a formar un hogar.

 

La unión realizada «en el Señor» (1ª Corintios 7:39), nacida de un profundo ejercicio delante de Él con oración, es una condición primordial para un buena marcha en conjunto en la carrera cristiana. El Espíritu Santo inclina ambos corazones teniendo el mismo pensamiento, en particular sobre el terreno de la reunión y del testimonio individual y colectivo. Luego cada uno recibirá a su futuro cónyuge de parte del Señor con la feliz convicción de que todo ha sido dirigido por Él.

 

Encontramos en la Palabra muchos ejemplos para nuestra instrucción sobre este tema. Deseamos considerar en conjunto simplemente algunos:

 

La unión de Isaac y Rebeca nos es relatada en Génesis 24. Isaac tiene confianza en la acción del siervo de Abraham, figura del Espíritu Santo, para encontrar a la esposa que le ha sido destinada por Jehová. Delante del pozo del “Viviente-que-me-ve”; puede Isaac meditar en la seguridad de que no será decepcionado. En cuanto a Rebeca, su solícita devoción en servir a este extranjero aun mas allá de su petición, muestra muy bien que su corazón estaba preparado en el secreto para discernir el llamamiento de la fe, y responder sin vacilación.

 

Pensamos también en Amram y Jocabed, los padres de Moisés. Leemos en Éxodo 2:1:«Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví» Este levita no le satisface buscar esposa en medio del pueblo de Israel, no desea salir de su propia tribu, que había sido dedicada al servicio del santuario. ¿No tenemos allí una brillante ilustración de la importancia para ambos esposos, de encontrarse sobre el mismo terreno en cuanto al testimonio del Señor?

 

Otoniel y Acsa (Josué 15:17-19) forman otro hogar notable. Esta joven esposa había recibido sin duda los preceptos divinos, enseñados y colocados en práctica por su padre Caleb, hombre de fe; ella sabía también apreciar las riquezas de la herencia de Jehová. Ella incita a su marido a pedir un campo a Caleb. Ella siente también la necesidad, de fertilizar esta tierra, de poseer las fuentes de aguas. Estas fuentes son una figura del Espíritu Santo de donde la acción en nosotros es necesaria para el gozo de nuestras bendiciones celestiales en Cristo, para que resulten en frutos para su gloria (Juan 7:38-39). ¡Que gozo para Caleb oír de su hija muy amada expresar tal deseo! También le da generosamente «las fuentes de arriba, y las de abajo» ¡Hermosa ilustración que nos revela el secreto de la prosperidad espiritual del hogar, de la bendición para la familia y en la asamblea! No olvidemos, jóvenes amigos amados, que el matrimonio realizado sin la aprobación del Señor, puede hacer perder el gozo de la herencia celestial, y arrastrarlos así en la indiferencia espiritual, que es el primer paso de la mundanalidad.

 

Triste ejemplos también son entregados en la Palabra para ponernos en alerta sobre este tema.

 

Esaú comienza por menospreciar las bendiciones de Jehová unidas con su derecho de primogénito. Esto le condujo mas tarde a tomar mujeres extranjeras que «fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca» (Génesis 26:35). Sus descendientes Edom y Amalec figuran entre los enemigos rebeldes de Israel (Salmo 137:7; Ezequiel 35: Éxodo 17:16; Deut: 25:17). Amalec también es un tipo de Satanás actuando por medio de nuestra vieja naturaleza.

 

El pueblo de Israel no toma en cuenta el mandamiento de Jehová concerniente a los matrimonios ilícitos (Deut: 7:3) y fueron así arrastrados a la idolatría por las mujeres extranjeras (Jueces 3:6,7), y en la iniquidad (Jueces 21:25). El mismo Salomón, en los tiempos de su vejez fue arrastrado por sus mujeres extranjeras en una evidente idolatría. (1ª Reyes 11: 1-8; Nehemias 13:26).

 

Bueno, ¿y que pensar de esos hijos nacidos de tales uniones? Leemos en Nehemías 13:24, ¡que los hijos nacidos de estas uniones equivocadas habían perdido el lenguaje de sus antepasados!... ¡que confusión!

 

Otros ejemplos mas desastrosos se nos muestran en la Palabra, pero esos casos señalan solemnemente los graves peligros del extravío espiritual, antes y por el matrimonio. Queridos jóvenes amigos, cuiden sus corazones; porque ellos son en efecto los resultados de la vida (Proverbios 4:23. versión J. N. Darby), y, justamente alguien así lo ha expresado: « si vuestro corazón está dividido, la parte mas mala es la que vence». El Señor puede usar de misericordia, y en ciertos casos, permite que gracias les sean dadas; pero es evidente que no sabríamos contar sobre tal favor desobedeciendo al mandato de la Palabra: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos » (2ª Corintios 6:14).

 

Sin embargo, no es suficiente que ambos comiencen el camino del testimonio: es necesario igualmente seguir juntos con oración «la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. » (1ª Timoteo 6:11) para que la bendición tenga resultado, en la casa, alrededor de nosotros, y en la reunión.

 

En el hogar de Isaac y de Rebeca, parece que tal actividad del espíritu no fue realizada. Aunque habitaron al comienzo de su unión en los pozos del Viviente-que-meve (Génesis 25:11), enseguida encontramos, a propósito de sus hijos en forma notoria,. Isaac amaba a Esaú por la satisfacción de su gula (Génesis 25:28) y Rebeca tenía una preferencia mayor por Jacob. Ella coloca una trampa que estuvo a punto de costarle la vida de este hijo de quien debió separarse prematuramente y que no volvió a ver de nuevo. (Génesis 27).

 

En cambio, descubrimos en Amram y Jocabed de los cuales ya hemos hablado, una armonía de piedad conyugal que se manifiesta en las circunstancias más difíciles. En Hebreos 11:23 leemos que Moisés fue escondido tres meses «ellos vieron que el niño era hermoso » (hermoso para Dios, nos dice la nota en Hechos 7:20) y no temieron la ordenanza del rey [Éxodo 2:2 versión J. N Darby]. Y, aquel acto de fe de esta joven madre que, ciertamente en acuerdo con su marido, ¡«expuso » su querido tesoro sobre el borde del río! (Éxodo 2:3-10). Podemos también pensar que las oraciones insistentes de sus piadosos padres contribuyeron a guardarlo de la peligrosa influencia de la corte del Faraón lugar donde fue introducido.  

 

¿No es maravilloso realizar juntamente lo que el apóstol Pablo pide en sus oraciones para sus amados Colosenses? Leer Colosenses 1:9-11: El Señor podría concederles la gracia de tener en su mano el medio de salvar a un hogar en dificultad espiritual, afirmar a alguno que su fe estuviera en debilidad, como lo hicieron Aquilas y Priscila con Apolo. (Hechos 18:26).

 

Sin duda el marido tiene la responsabilidad de mantener en su hogar un clima de santidad y de piedad, pero también podemos constatar alrededor de nosotros cuando la vida de hogar está influenciada por la piedad personal de la esposa y vemos así la repercusión en la asamblea.

 

Hemos recordado la actitud de Acsa, bendición particular para Otoniel; y recordamos también que los dos tercios de Proverbios 31 están consagrados en señalar las preciosas bendiciones que puede aportar para su marido y en su hogar una mujer virtuosa «cuya estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas».

 

Amadas hermanas jóvenes, permítannos con todo afecto, manifestar claramente la importancia de su rol en la influencia de la vida espiritual del hogar. Que el Señor les permita la gracia de conformar con gozo lo que la Palabra les enseña concerniente al cabello, la vestimenta, la conducta, su apariencia en humildad, el interno del corazón, «en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. » (1ª Pedro 3:2-4). Sabemos bien que influencia bendita habrá en su alrededor, en la asamblea y sobre en las hermanas jóvenes si existe tal actitud.

 

En Éxodo 35, vemos que las mujeres llevaron para la edificación del tabernáculo los mismos materiales que los hombres, elementos que nos hablan de la persona de Cristo, de su obra, de sus glorias. El v. 25 precisa que las mujeres hacían “hilados” de aquello que aportaban. ¿No hay allí un pensamiento de un conocimiento profundo y de una apreciación particular de lo que es ofrecido?, ¿el fruto de una preparación minuciosa en la comunión intima con el Señor? (1ª Pedro 2:3). El Señor declara de Maria de Betania: « ha hecho lo que podía » (Marcos 14:8). ¿Y es así de cada uno de nosotros cuando venimos a adorar juntos en la casa de Dios?

 

En el verso 26 encontramos un complemento muy significativo: « Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó en sabiduría hilaron pelo de cabra» El pelo de cabra, de cuyo material estaba hecha la vestimenta del profeta, nos habla de la separación con el mundo y con sus principios. Esta separación debe ser realizada primeramente en nuestros hogares. Es notable que la confección de este tejido sea mencionado en forma separada cuando es atribuido a las mujeres. ¿No esta unida esta distinción al hecho de que en el hogar la esposa ejerce una influencia moral profunda, y que el rechazo de todo lo que lleva los caracteres del mundo le incumbe a ella particularmente?

 

También importa que el corazón sea alcanzado. Es un compromiso profundo con el Señor, por medio de una vigilancia intuitiva, susceptible de discernir rápidamente todo lo que es extraño y perjudicial en la vida divina que está en nosotros.

 

¡Que así todos juntos, jóvenes y mas ancianos, tengamos profundamente el corazón para manifestar en nuestros hogares, afuera y en la asamblea los caracteres de verdaderos testigos del Señor!

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