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El valor de leer las Escrituras

Autor: Alfred Bouter

Traducido de la revista Grace and Truth

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca."

Apocalipsis 1:3

 

El libro de Apocalipsis nos habla de juicios, pero también hace mención a siete bienaventuranzas. Les recomiendo que estudien Apocalipsis personalmente. La primera de las siete bienaventuranzas está ligada a la lectura de las Escrituras.

 

En los tiempos bíblicos, incluso la lectura personal era, usualmente, en voz alta. Por ejemplo, el eunuco etíope, un alto mandatario de la reina Candace, había estado leyendo al profeta Isaías mientras iba camino de vuelta de Jerusalén a Etiopía (Hechos 8:26-35). El verbo "leer" (en griego:  anaginosko) es usado usualmente para referirse a leer audiblemente (v. 30), leer en público para que otros puedan oír, especialmente a personas que no tienen la capacidad de hacerlo, o porque no hay otras copias disponibles. Frecuentemente, el Señor Jesús leía en público, ya sea en las sinagogas como en otras ocasiones.

 

La lectura de la Palabra de Dios hace que el lector reciba bendición. Ya sea que uno lea en público o en silencio, es algo que trae bendición a los ojos de Dios (Apocalipsis 1:3). Este es el primer valor, o beneficio, de leer la Biblia. Obviamente, el Señor quiere que leamos con atención, preocupación, y listos para obedecer. Con esta mentalidad y actitud, tanto el lector como los oyentes serán capaces de comprender los pensamientos de Dios.

 

En contraste, muchos judíos tenían sus ojos cerrados, oídos tapados, y corazones endurecidos cuando leían o escuchaban las Escrituras (Hechos 28:26). Cuando leían o escuchaban, no comprendían adecuadamente, pues Dios había endurecido sus corazones (Isaías 6:9), lo cual perdura hasta hoy (2 Co. 3:14). Esto explica porque el instruido rabí Nicodemo no era capaz de comprender lo que Jesús le decía (Jn. 3:10). Lo mismo aplica al altamente educado Saulo de Tarso. Cuando el Señor se le apareció desde el cielo, y él quedó imposibilitado de ver, Dios envió a Ananías para tocar los ojos de Saulo, y las escamas de sus ojos cayeron. Las sanadoras manos de Dios, a través de las manos de Ananías, tuvieron efecto en Saulo, física, moral y espiritualmente (Hechos 9:1 - 20). Machas personas que leen o escuchan la Palabra de Dios, no la «escuchan» realmente, a menos que se arrepientan y se vuelvan al Señor (2 Co. 2:16) y comiencen un proceso de transformación.

 

La segunda parte de la bienaventuranza encontrada en Apocalipsis 1:3 es oír la palabra de Dios, oír con la intención de poner en práctica la Palabra que fue leída. Este hecho está ligado muy de cerca con la tercera parte del versículo: "y guardan las cosas en ella escritas." Por esta razón el Señor le dice a sus discípulos, después de que haberle lavado sus pies: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Jn. 13:17). Más tarde, el apóstol Santiago, medio hermano de Jesús, escribió: "Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos" (Santiago 1:22).

 

Oír, para practicar la palabra de Dios es un asunto urgente, "Porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1:3). El Señor puede volver en cualquier momento (1 Ts. 4:14-18), y así también el juicio de Dios, así que oír y obedecer su Palabra debería ser una prioridad principal. Además, si alguien oye y no obedece, tendrá consecuencias bajo el gobierno moral de Dios, pues Él tratará con disciplina hacia esa persona (Gálatas 6:7). Este es el porqué Pablo escribió a los nuevos creyentes en Tesalonicenses: "Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos" (1 Tesalonicenses 5:27). El apóstol Pablo se dio cuenta de la importancia de leer en público a aquellos reunidos al nombre del Señor Jesús, y los puso bajo un juramento solemne para leer su carta, que estaba inspirada por el Espíritu de Dios. Que lección es esto para nosotros: No te tomes la Palabra de Dios a la ligera. 

 

Antes que vayamos más allá, quiero hacer referencia a Juan 20:31, donde dice: "Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre." No importa lo mucho que leas o escuches, el primer requerimiento que Dios puso ante cada persona es creer en quien es Él, creerle obedecerlo, y cultivar una relación personal, una relación permanente con Él. 

 

Ejemplos de lectura de las Escrituras del Antiguo Testamento:

"Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos."

-Éxodo 24:7

 

Moisés recibió instrucciones de parte del Señor y las escribió, las cuales incluían los Diez Mandamientos. Entonces Dios le dijo a Moisés que le leyera este escrito al pueblo, quienes, poco tiempo atrás, habían testificado que obedecerían su voluntad. Ellos aún no habían aprendido lo que el apóstol Pablo, quien vivió mucho después, había dicho:  "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo" (Romanos 7:18). La ley es santa, y los mandamientos son santos, justos y buenos (V. 12).

 

En cuanto a los derechos de Dios, ¡estos siempre van primero!, pero luego descubrimos que necesitamos  su ayuda para poner sus pensamientos en práctica. Los cristianos no están bajo la ley mosaica, como sí lo estaba Israel, quienes, a pesar de sus mejores esfuerzos, fueron incapaces de mantenerse en sus mandamientos. 

 

Mirando hacia atrás, solo el Señor Jesús era capaz de cumplir la voluntad de Dios con perfección, aun hasta la muerte, siendo así el sacrificio aceptable en lugar de ellos (el pueblo de Israel) y en el de nosotros (Gálatas 3:13, 2 Corintios 5:21).

 

Los cristianos creen en el Mesías y en su obra, ya que pertenecen a una nueva compañía tomada por Dios de entre los judíos y los gentiles, la cual está bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2). El Espíritu Santo, quien habita en los creyentes, es el Ayudador  (Jn. 14:16). Dios también nos ha dado a Cristo, quien vivió en la tierra como el perfecto modelo para los creyentes, como Ayudador (He. 13:6, 2:18). Como tal, El está trabajando en ellos desde la gloria, donde ahora está. Esto nos permite, a quienes amamos al Señor, poner sus pensamientos en práctica y andar en pos de Él (Ro. 8:3-4).

 
"Y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra;"

-Deuteronomio 17:19

 

Estaba en el corazón de Dios dar un rey al pueblo, así que le ordenó a Moisés escribir lo que un rey debía hacer. Una de las instrucciones era que el rey debía escribir una copia de la ley. La lectura de las Escrituras debía ser de máxima prioridad para el rey de Israel, pero esto fue tristemente descuidado. Cuando vino el Rey conforme al corazón de Dios, como se nos presenta en Mateo, el diablo lo tentó tres veces, pero el Señor Jesús le respondió (Mt. 4:4, 7, 10) citando el mismo libro que cada rey debía copiar (Dt. 17:18, 8:3, 6:16, también ver Ex. 25:21).

 

"Cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos."

Deuteronomio 31:11

 

La ley era leída públicamente al pueblo.

 

"Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien."

-Josué 1:8

"Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley."

-Josué 8:34

 

Josué fue instruido a leer y meditar en las Escrituras por sí mismo, lo que luego el compartió con todas las personas en Israel.

 

A pesar de que nosotros, creyentes en el tiempo de la gracia, no estamos formalmente sometidos bajo la ley mosaica, debemos aprender de estos ejemplos, cuán importante es el leer la palabra de Dios regularmente, ya sea en privado, como familia, o cuando estamos en reuniones con el pueblo de Dios. En muchos pasajes de el libro de Hechos, aprendemos que la Ley era leída en las sinagogas cuando el pueblo se reunía. Este forma de lectura se realizaba desde el tiempo en que Moisés leyó el "Libro....... y lo leyó a oídos del pueblo" (Ex. 24:7). Cuando estas escrituras fueron explicadas a aquellos en la sinagoga, y los pasajes fueron mostrados para revelar a Jesús el Mesías, muchos rechazaron el mensaje de Dios y a sus mensajeros. No obstante, en casi todos los lugares había un pequeño remanente de de verdaderos creyentes, como lo es hoy en día.

¿Cómo respondemos a la lectura de las Escrituras? ¿con aceptación o rechazo?

La Biblia da muchos reportes acerca de como la Palabra de Dios fue introducida nuevamente ante el pueblo de Dios en los días de decaimiento. Un ejemplo es, cuando el sumo sacerdote Hilcías encontró el Libro durante la renovación del templo. Esto impactó a Safán, el escriba del rey, a quien se le había dado el pergamino, el rey Josías, quien luego introdujo un verdadero renacimiento, y Jeremías, quien vivió en esos días (2. R. 22, Jer. 15:16). El rey leyó "todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová" (2 R. 23:2) quien los guió a un maravilloso renacimiento y a un retorno hacia Dios.

 

Sin embargo, unos años más tarde, después de la muerte de el fiel Josías, uno de sus hijos, Joacim, no mostró ningún respeto por la Palabra de Dios y el profeta de Dios, Jeremías. Cuando el pergamino, dado por Dios, dictado por Jeremías y escrito por Baruc , fue leído al rey, él lo rompió, y echó los trozos en el fuego (Jer. 36). ¡Qué terrible! Estas formas de responder a la lectura pública de la Palabra escrita por Dios, son muy diferentes, algunos las aceptaron mientras que otros las rechazaron. Estas cosas han sido escritas para nuestra advertencia y ánimo (1 Co. 10:6, 11-13).

 

Cómo Dios usa la lectura de su Palabra

El libro de Ester muestra cómo Dios está en control de todos los eventos, especialmente durante los tiempos difíciles para su pueblo. Justo antes de que el malvado Amán planeara vengarse y matar a Mardoqueo, Jehová causó que el rey Asuero no pudiera dormir. Se le leyó una crónica real, acerca de cómo el mismo Mardoqueo había salvado la vida del rey (Est. 6:1-2). Si Dios puede usar los escritos de los hombres para ayudar a su pueblo ¡Cuánto más usará sus palabras escritas para guiar y sostener a los suyos!

 

Encontramos ejemplos de esto en Esdras y Nehemías también. Ambos libros registran eventos que tuvieron lugar en el mismo tiempo de Ester. El remanente que había vuelto de la cautividad en Babilonia a Jerusalén, en al menos 3 diferentes etapas, afrontó muchos desafíos. Esdras, un fiel sacerdote del linaje de los sumos sacerdotes, leyó el libro de la ley ante todo el pueblo. Dios utilizó su Palabra para guiarlos al arrepentimiento, humillación y restauración (Neh. 8-9). Un par de años más tarde, Nehemías, quien había restaurado los muros y las puertas, volvió al rey de Persia como se lo había prometido.

 

Más tarde, luego de volver a Jerusalén, Nehemías encontró que las cosas eran deficientes, que no estaban como deberían. Así que él volvió a introducir la lectura de la Palabra de Dios (Neh. 13:1), y la Palabra se aplicó correctamente a varias situaciones difíciles. Entonces el pueblo experimentó el apoyo de Dios. Nuevamente, esto no significa que debemos someternos bajo la ley mosaica como ellos. Pero estos ejemplos nos muestran que en cada situación necesitamos buscar lo que dice la Palabra de Dios y aplicarlo a nuestras circunstancias, con obediencia y con la ayuda de Dios.

 

Cuando el Señor Jesús comenzó Su ministerio público, Él volvió a su ciudad natal y leyó el libro de Isaías en la sinagoga de Nazaret (Lc. 4:16-21). La lectura en Isaías era, probablemente, el pasaje que el líder de la sinagoga había asignado para ese día, pero este evento nos muestra que Dios está en control de todo y que Él gobierna, incluso cuando algo no es conforme a sus pensamientos. La porción de la Escritura que leyó el Señor Jesús habla de cómo Él está en control de todo, pues Él se detuvo a la mitad del texto (Is. 61:2). Entonces explicó que esa escritura en específico se cumplió ese día, al menos hasta el versículo en el que se detuvo. El Señor Jesús no leyó la segunda parte de el verso, que hablaba acerca del día de la ira, el cual se refiere al día futuro que vendrá, luego de que el día de la gracia haya concluido. ¡Cuán precisa es la Palabra!

 

 Hoy es el día de gracia, durante el cual la gente puede ser salva (2 Co. 6:2). ¿Eres tú salvo querido lector?

 

Al pueblo que estaba en la sinagoga, inicialmente, le agradó lo que escuchó (Lc. 4:22). Pero cuando entendieron que los ejemplos que el Señor dio sobre la gracia de Dios alcanzaba también a los gentiles, se enojaron, hasta el punto de querer matar al Señor inmediatamente. Si el pueblo rechaza la gracia de Dios para sí mismo, tampoco querrán que esta alcance a otros (ver 1 Ts. 2:15-16).

 

Conclusión

Los creyentes podemos encontrar excusas para no leer la Palabra de Dios, o practicarla. Podemos decir: «Es muy difícil de entender», «Es muy difícil de practicar» o «es solo para ciertas clases de personas más educadas». Las razones dadas se pueden multiplicar, pero hagamos lo que el salmo 1:1-3 dice acerca de caminar con Dios, leyendo y apreciando su Palabra: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará".

Meditar no significa vaciar tu mente, como la gente enseña hoy en día, es preferible estar ocupado con la Palabra y su Autor, disfrutando una relación viva con Él, en el poder del Espíritu Santo y obedeciendo a la Palabra. Entonces nosotros creceremos en "la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P. 3:18).

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