RESTAURACIÓN DE UN CREYENTE
Carta de J. N. Darby
Londres, 31 de Diciembre de 1870
Mi muy amado hermano:
No creo que “restauración” signifique: «encontrar paz», a menos que sea con respecto al favor de Dios; una paz que se vuelve a gozar en el corazón, con un restablecimiento de la libertad del corazón para con Dios.
Encontramos casos donde un cristiano ha caído, el cual no duda para nada de su salvación y de la eficacia de la sangre de Cristo; pero su corazón se ha alejado de Dios, ya no siente lo que es el pecado, así como siempre lo presenta la presencia de Dios.
Entonces, para que el cristiano esté realmente restaurado, es preciso que reconozca el punto de partida donde su alma dejó la comunión con Dios y buscó su propia voluntad. Así fue con Pedro. El Señor no le reprocha su falta, más bien le dice: “¿Me amas más que éstos?”. Ese fue el punto en donde su alma se desvió del buen camino, donde el «yo» se mostró; es decir, la confianza en si mismo.
El Señor sondea el corazón de Pedro y lo hace conocer la base del orgullo y la falsa confianza que se encontraban en él. Hasta ese momento, Pedro no se había restaurado, aunque estaba en buen camino. Cuando un hermano en comunión cae, y reconoce sinceramente que su caída es un mal, incluso siendo reintegrado, siempre estará en peligro de volver a caer si no ha juzgado la raíz de aquel mal.
Ese es el punto desde donde él se alejó de Dios
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La comunión con Dios no está restablecida profundamente, el yo y la voluntad no están profundamente quebrantados, pues fue mucho el tiempo que el cristiano no encontró el punto donde su corazón comenzó a perder su sensibilidad espiritual; solo la presencia de Dios es capaz de hacer sentir esto. No hablo de un asunto de memoria, sino de un estado del alma...
Encontramos casos (en los cuales probablemente la verdadera liberación jamás fue realizada), como el del amado hermano X., donde la desesperación toma posesión del alma que ha caído. Allí se trata de encontrar la paz por medio de la sangre de Jesús, o por lo menos de poder levantar el escudo de la fe, de la confianza en Dios.
Un alma es restaurada cuando goza del favor de Dios y no simplemente de la certeza de su salvación; sino cuando el Espíritu, en lugar de acusar, lo hace gozar de la bondad de Dios. La restauración es completa sólo por el gozo de la comunión con los hermanos. Recuerdo haber visto que el horror del pecado contra la gracia y la deshonra hecha al nombre de Cristo, fueron el primer efecto del poder renovado por la Palabra en el corazón; luego vino el sentimiento de que la gracia había triunfado sobre todo; ¡Bendito sea Dios!