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El coronavirus y los cristianos: Atento, mira a tu alrededor y mira hacia arriba. (Parte 4)


~ 4 ~ Reconocer los miedos


Cuando pensamos en el coronavirus y cómo el mundo ha respondido a él, una de las palabras que viene a la mente es «miedo». De cierta forma, es difícil escribir acerca del miedo. ¿Se supone que debemos aceptar nuestros miedos? ¿los debemos ignorar? ¿los debemos suprimir? ¿los debemos condenar? Voy a tratar de escribir algo acerca de este tema y, al mismo tiempo, intentaré no sonar demasiado moralista por un lado, ni demasiado desquiciado por el otro.


Hablando muy básicamente, el miedo es simplemente parte de la mente humana. A corta edad ya desarrollamos ciertos miedos, los cuales son importantes para la salud y la supervivencia. En 1960, ciertos investigadores diseñaron un experimento basado en un «precipicio visual», en el cual niños de tan solo 10 meses se rehusaban a gatear sobre un lugar en el que percibían peligro. Los miedos que nos ayudan a estar a salvo son, hasta cierto punto, normales e incluso necesarios.


Sin embargo, en algún punto de nuestra vida, el miedo se transforma en otra cosa. Algunas personas desarrollan fobias irracionales como la agorafobia (miedo a lugares públicos), dendrofobia (miedo los árboles) y venustrafobia (miedo a las mujeres hermosas — ¡prometo que esta última no la inventé!). Tales miedos pueden causar mucha debilidad, a pesar de que no están basados en hechos concretos.


Además, todos los miedos se intensifican ante lo desconocido. Tanto los que viajan por primera vez en avión como los que ya han viajado miles de veces tienen reacciones muy diferentes a los vuelos. Y estoy seguro de que el novedoso (en el sentido de que es «nuevo») coronavirus encaja perfectamente en esta categoría de miedos desconocidos.


Desde el punto de vista bíblico, el miedo siempre está relacionado con la existencia del pecado -- no necesariamente «tú» pecado en un momento dado, si no al hecho de que hay pecado en el mundo. Los miedos surgieron por primera vez cuando el pecado interrumpió la relación entre Dios y el hombre (Genesis 3:10-11). Ese pecado también trajo consigo la muerte, así que podríamos decir que todos nuestros miedos, ya sean saludables o inapropiados, están ligados al miedo a la muerte (compara con Hebreos 2:14-15). Los seres humanos quieren sobrevivir, y por consiguiente, los miedos existen. (La fe cristiana cubre este importante asunto con mucha profundidad, pero por ahora no hablaré de ello).


Me encanta que la Biblia trate nuestra condición con una complejidad realista. Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo que Dios no nos ha dado a los cristianos un "espíritu de cobardía" (2 Timoteo 1:7). Pero también escribió que una vez se sintió invadido de miedo por los problemas (2 Corintios 7:5). ¿Fue Pablo inconsistente? No. El espíritu de miedo — esa ansiedad paralizante que llena y oscurece nuestras almas — jamás proviene de Dios. Sin embargo, si sentimos miedo, no pecamos en nada si lo admitimos.


Para los que creen en Dios, la pregunta es esta: Si sentimos miedo, ¿Qué hacemos entonces? El Salmo 56:3 nos da una bella expresión sobre esto, cuando David dice: "En el día que temo..." ¿Qué más? ¿Estaré avergonzado? ¿Lo encubriré? ¿Pretenderé no estarlo? No. David le dijo a Dios: "En el día que temo, Yo en ti confío"

 

Sigue atento a las nuevas publicaciones referentes a esta serie llamada «El coronavirus y los cristianos».

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