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El coronavirus y los cristianos: Atento, mira a tu alrededor y mira hacia arriba. (Parte 2)



~ 2 ~ Preocuparse por las personas


Es muy probable que todos conozcan la historia del profeta Jonás mayormente por su encuentro marítimo con un gran pez. Sin embargo, esa es solamente una parte de su historia. A mediados del siglo A.C, Dios le dijo a Jonás que saliera de Israel y fuese a predicar a Nínive, la capital de la antigua Asiria. Su predicación hizo que toda la ciudad se arrepintiera de sus malos caminos y se volviera a Dios. Extrañamente, Jonás se afligió profundamente por esto, pues para él, Nínive merecía la destrucción y no la misericordia.

Él reaccionó así debido a una sordera espiritual. Nunca se había percatado de que Dios, cuando le hablaba, se refería constantemente a Nínive como "aquella gran ciudad". Y no lo decía simplemente por su tamaño, sino por sus personas. De hecho, esto es, literalmente, lo último que se menciona en la historia de Jonás, cuando Dios le dice: "¿…aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas...?"


Al 17 de marzo del 2020, la Organizacion Mundial de la Salud ha registrado 165 países con casos de coronavirus. En China hubo más de 81.000; Italia alrededor de 28.000; Irán cerca de 15.000 (y tal vez muchos más casos sin reportar); España, cerca de 9000. Alrededor del Mundo han muerto cerca de 8.000 personas. Claramente todas estas cifras quedan rápidamente desactualizadas.


Al día de hoy, Latinoamérica tiene alrededor de 3.000 casos confirmados y cerca de 40 muertes. Con certeza podemos decir que cada diagnóstico es alarmante y cada muerte es trágica. Pero, mis queridos amigos cristianos latinoamericanos, ¿nos compadecemos de Wuhan, la gran ciudad? ¿o Milán en Italia? ¿o Qom en Irán? Dios se compadece de aquellos lugares porque millones de personas viven allí -- personas que Él creó a imagen suya.


Nosotros en Latinoamérica somos propensos a reaccionar al coronavirus según cómo este nos afecte. En cierto grado esto es natural. Claramente, estos son tiempos marcados por cuarentenas y restricciones sin precedentes.


Pero no veamos nuestras circunstancias como si el coronavirus fuera un ataque a nuestro estilo de vida occidental. Eso es insultar al resto del mundo. Francamente, esto también afrenta a Dios — el Dios que se compadece de los que sufren*, pues Él dio a su Hijo, pues Él amó de tal manera al mundo entero.

* La existencia del sufrimiento en sí mismo es una valiosa discusión para otro tema. Por ahora, aferrémonos a esto: Nunca malinterpretar el sufrimiento como evidencia de que Dios está ausente.

 

Sigue atento a las nuevas publicaciones referentes a esta serie llamada «El coronavirus y los cristianos».

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